Traer frescura sin perder nuestras esencias

Marilyn Garbey Oquendo
6/1/2020

Viengsay Valdés fue designada, este primero de enero, como directora del Ballet Nacional de Cuba, pero hace un año que compagina sus roles de primera bailarina con las tareas de gestión artística de la emblemática compañía. Giras, estrenos, largas temporadas en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y la presencia en los salones de ensayo de estrellas de la danza mundial han signado sus primeros meses al frente de la agrupación.

Viengsay Valdés en Carmen. Fotos: Gabriel Dávalos
 

¿Cuáles fueron tus primeros propósitos al ser nombrada como subdirectora artística del Ballet Nacional de Cuba?

Fui nombrada el 22 de enero de 2019. En ese momento me pregunté cómo aportar nuevas ideas para contribuir al desarrollo de la compañía, porque me corresponde realizar un trabajo arduo para mantener el prestigio alcanzado. Al mismo tiempo, creo que la escuela cubana de ballet tiene que hacerse sentir con más fuerza en el panorama internacional. Son pocos los bailarines del Ballet Nacional de Cuba que se presentan en galas y concursos internacionales, hay que llegar a esos espacios como compañía. Ese es uno de los propósitos iniciales. Otro propósito es traer a maestros y coreógrafos de reconocimiento internacional a nuestra sede, para apoyar con ese intercambio al crecimiento técnico y artístico de los bailarines. Quiero traer a nuestra casa lo que se hace hoy en la danza mundial.

Eres la gestora del Ballet Nacional de Cuba, eres la bailarina que el público quiere seguir viendo en escena. ¿Cómo te organizas el día?

Cuando me asignaron la tarea de conducir artísticamente al Ballet Nacional de Cuba, no vacilé un minuto, es un altísimo honor regir los destinos de la compañía. Estoy activa como bailarina, bailando en cada temporada. Ha sido un año muy duro, he tenido que compaginar ambas cosas. Tuve que sacrificar mis compromisos internacionales porque comprendí la necesidad de estar aquí, presente en La Habana, implicada en la organización de la programación artística. Lo que no sacrifiqué fue la posibilidad de bailar y dedicar tiempo a trabajar en el salón de ensayo con las nuevas promesas. Eso me ayuda a liberar el estrés que generan las responsabilidades al frente de la compañía.

“No he sacrificado la posibilidad de bailar y dedicar tiempo
a trabajar en el salón de ensayo con las nuevas promesas”.

 

¿De qué forma te preparas para bailar, para asumir cada personaje?

Siempre me ha gustado estudiar cada personaje, leo, veo cine, escucho música. Son elementos que me van a ayudar en la parte interpretativa. Me gusta ver los audiovisuales de otros montajes de la obra que voy a bailar para ver cómo lo hicieron otras bailarinas. No se trata de imitar gestualmente lo que ves, comienzas tomando los pasos, pero luego incorporas tus aportes, algunos de los cuales vienen con los años y la madurez artística, así haces más genuino tu personaje.

Siempre he tenido en cuenta mis sentimientos, lo que yo siento ante cada personaje en el clímax de la interpretación. Soy una bailarina a la que no le gusta marcar la interpretación en los salones. Es algo que las nuevas generaciones de bailarines no han entendido, en el salón estás despojado del vestuario, no hay luces, no hay maquillaje, no hay escenografía, por eso ellos se reservan la construcción del personaje hasta el último momento. Es un gran error, ese proceso debe comenzar desde el ensayo, porque allí es donde comprendes la magnitud de lo que sucederá en el escenario.

Cada función exige esfuerzos, resulta agotadora, impulsa adrenalina, demanda un extra que no tiene el salón de ensayo. Para llegar en plenitud al escenario, hay que darlo todo en las prácticas. No se puede marcar en la parte técnica; ni en la física, ni en la actuación. La buena preparación, que lleva meses de trabajo, se convierte en reflejo condicionado que traerá muy buenos resultados en escena.

En el momento de asumir las responsabilidades al frente del Ballet Nacional de Cuba, concluías los estudios en la Universidad de las Artes, el ISA.

Fue un complemento, necesario para los bailarines, esa formación intelectual, el saber el porqué de las cosas, debería ser parte de la cotidianidad del artista. Estudiar la historia de la danza, la historia del arte, la literatura, la kinesiología, la sicología, la filosofía, fueron muchas las asignaturas que aportaron al criterio ético y estético de lo que quiero para la compañía. Fue definitorio para mí, se lo recomiendo a todos los bailarines.

¿Qué representó en tu carrera profesional bailar el personaje de Kitri, del ballet Don Quijote, en tres escuelas de ballet, en tres compañías, con partenaires diferentes?

Esa es una experiencia por la que debieran pasar todos los bailarines. Es una de las formas de consolidar un personaje, les permite desarrollarse como artistas, ser creativos. Un artista no puede conformarse con lo ya creado, tiene que saber qué puede incorporar al personaje de su propia personalidad. Cuando trabajas con otras escuelas, te das cuenta de que tienen una visión diferente del personaje, comparas y puedes definir si te gusta más lo que se hace en tu escuela, y también puedes tomar de ambas escuelas lo que necesites para tu desempeño interpretativo. En el ámbito académico, el lenguaje de la danza es universal, los pasos son los mismos, pero hay variaciones en la manera de expresarse en el escenario. La escuela rusa es explosiva en sus movimientos, abarcan cada centímetro del escenario, eso es algo que nosotros debemos seguir desarrollando. La escuela americana se destaca por su rapidez. Todas las escuelas pueden aportarle al artista, y si el bailarín logra aprender lo que tiene cada escuela, cada compañía, será un artista más completo, lleva lo que aprendió en su escuela y también se enriquece.

Viengsay en Don Quijote.
 

Hay muchos jóvenes en la compañía. ¿Cómo transmites los saberes del oficio?

Tuve la posibilidad de trabajar con los fundadores, con Alicia, Fernando y Alberto; con las cuatro joyas: Loipa Araujo, Josefina Méndez, Aurora Bosch y Mirta Plá. También con maestros del panorama internacional. Toda esa experiencia se comparte día a día en los salones. No es solo mi experiencia como primera bailarina, también lo que he aprendido con ellos se va transmitiendo desde los salones de ensayo, en las clases, en el escenario, desde la visión estética de Alicia de los grandes clásicos, de mi comparación con lo que sucede en otras compañías, desde el respeto para mantener la tradición. Les transmito las mismas exigencias que me hacían mis maestros.

Hace falta más exigencia hoy porque faltan otros valores, hay que reclamar disciplina, fomentar el sentido de pertenencia a la compañía. Los jóvenes no vivieron los momentos de la gran aura del Ballet Nacional de Cuba, no tuvieron los grandes maestros que tuvo mi generación. Poco a poco vamos estimulándolos artísticamente, pero también les hacemos saber la importancia de lo que tenemos, de lo que hemos creado.

¿Te has sentido respaldada por los bailarines en esta nueva misión?

Fueron los primeros en respaldarme, también se sintieron respaldados con mi nombramiento.

Han llegado colaboradores de varios lugares del mundo, amigos de Viengsay y del Ballet Nacional de Cuba. ¿Qué ha pasado, por ejemplo, con Julio Bocca, con Julio Arozarena?

Desde que me nombraron subdirectora de la compañía hubo una ola de simpatía. Llovían las felicitaciones y las propuestas de colaboración con el Ballet Nacional de Cuba. Eso me dio la medida de cuántas personas estaban ávidas de acercarse a la compañía y que, por determinadas razones, no lo hicieron. Esas personas vieron ahora la posibilidad de ofrecer su colaboración, de compartir sus conocimientos. Eso fue un aliciente para organizarme y aprovechar esa disponibilidad, de coordinar las fechas para que pudieran venir maestros y coreógrafos, era como un río de aguas abundantes que debía dejar correr en la sede del Ballet Nacional. Surgió espontáneamente, altruistamente, de los amigos y yo no iba a poner obstáculos. Abrí las puertas y propicié que ellos vinieran a colaborar. Hay muchos bailarines cubanos que se fueron e hicieron carrera internacional en importantes conjuntos del mundo, ellos ganaron una experiencia que puede ser enriquecedora para nuestra compañía, nos puede traer frescura sin perder nuestras esencias. Esos intercambios nos permitirán actualizarnos, es algo que pienso mantener por los beneficios de esos contactos, porque es bueno escuchar esas voces.

La temporada del pasado noviembre en el Gran Teatro de La Habana fue reveladora de lo que podría ser el futuro del Ballet Nacional de Cuba.

Cuando fui designada subdirectora artística, ya se había programado lo que sucedería en el 2019 y yo lo respeté. Incluía presentaciones en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso y una gira por España durante dos meses. Para fines de año, organicé esa temporada con un programa combinado. Incluía al coreógrafo brasileño Ricardo Amarante y una obra del coreógrafo cubano Alberto Méndez, más una pieza de un creador de la talla de Alexei Ratmansky, residente en el American Ballet Theatre, a quien contacté en Nueva York a dos meses de mi designación y logré un contrato. El Ballet Nacional de Cuba llevaba nueve años tratando de que viniera y, finalmente, logramos tener una de sus obras en nuestro repertorio. La compañía tiene más de 700 piezas, algunas son rescatables. Respetaremos el legado de Alicia y cada año seguiremos incorporando nuevas obras al repertorio, que sean aportadoras para nuestros bailarines. Para ellos es importante la riqueza de movimientos, la versatilidad expresiva, asumir diferentes estilos. Ser una compañía versátil es uno de mis grandes objetivos. No se trata, como han dicho algunos críticos, de una moda internacional, eso estaba entre mis primeros planteamientos como subdirectora de la compañía. Es lo que necesitamos para nuestro desarrollo técnico y artístico, para lograr verdadero alcance internacional.

 

El público sigue respaldando a la compañía.

El día que falleció Alicia tomamos la decisión, de conjunto con el Ministerio de Cultura, de hacer la función programada en el Teatro Sauto, de Matanzas, donde el pueblo había demostrado mucho interés por vernos. Regresamos a La Habana al velatorio. Era nuestro compromiso con Alicia y con el público, la mejor manera de homenajearla.

El público cubano es un gran admirador de la obra del Ballet Nacional de Cuba. Por eso pensamos que ese público merece que realicemos una gira nacional cada año. Ese público conoce a nuestros bailarines, los sigue, los aplaude. Nos siguen por la televisión, a veces se desplazan de una provincia a otra para vernos, merecen que actuemos para ellos. Hay que aprovechar cada momento para presentarnos en todo el país.