Un hasta luego al padrón de la trova tradicional cubana

Ernesto Cuní
19/12/2018

No quiero hablar de despedida en este 18 de diciembre, la cultura cubana vistió de luto. Despedida de duelo es el término oficial, rutinario, mas lo que aconteció en el vestíbulo del Instituto Cubano de la Música, devenido recinto velatorio, fue una reunión de amigos, cofrades y pueblo para decir un hasta luego a un hombre de vida y obra imperecederas.

Junto a sus cenizas, el inseparable sombrero y las diversas condecoraciones que atesoró
a lo largo de su fructífera existencia.  Fotos: Pepe Cárdenas

 

Lino Betancourt Molina, acucioso investigador y defensor de nuestras más legítimas raíces, se ha ido. Un promotor nato de los géneros autóctonos musicales de esta tierra —entre ellos, la trova tradicional, a la cual dedicó cuerpo y alma— se ha retirado un momentico a pactar con la eternidad, pero sin dejar a un lado su profeso amor a Cuba y su música, en las que por siempre vivirá.

Así es la muerte, nos arrebata de la faz terrenal sin consultarnos, a sabiendas de que el tránsito corpóreo, insignificante, no impide la permanencia, sobre todo cuando se ha cumplido la obra de la vida, aludiendo a nuestro Apóstol, José Martí, y Lino cumplió con ella en magnitud incomparable. 

Claro que hay lágrimas, pero estas no han querido ser distintivas de sus familiares allegados, amigos íntimos, camaradas o los músicos que asesoró; las lágrimas han desbordado el entorno de la gran familia: los que han respetado al hombre y su quehacer, los que le profesaron simpatía. 

Junto a sus cenizas, el inseparable sombrero, las diversas condecoraciones que atesoró a lo largo de su fructífera existencia, trovadores de varias generaciones se dieron cita para homenajearlo, precisamente desde lo que tanto defendió en vida: la trova, a pesar del luctuoso momento, no se podía recordarlo sin recurrir a ella.

Estuvieron allí Eliades Ochoa, con el que apenas días atrás había conversado de trova y el Festival Pepe Sánchez, del que era organizador; el Dúo Voces del Caney, cuyas integrantes lo reconocieron como su principal promotor, además de como padre de todos los trovadores cubanos; el trío espirituano Palabras que, a insistencia del finado, grabara el CD Serenata con nombre de mujer, encantadora visitación a la trova tradicional de esa región.

Trovadores de varias generaciones se dieron cita para homenajearlo, precisamente desde lo que tanto
defendió en vida: la trova.

 

No faltaron cantautores de las llamadas Nueva y Novísima Trova, como Gerardo Alfonso, Augusto Blanca, Heydi Igualada y Eduardo Sosa, este último, anunció que el evento teórico del Festival de Trova Pepe Sánchez llevará el nombre de Lino Betancourt.

Han estado allí para cantarle al maestro y, desde la eternidad, escucharle sus consejos, recibir el impulso que siempre dio a las nuevas generaciones para continuar y hacer de nuestra tradición un insigne umbral en el tiempo.

Con su quehacer, el extinto intelectual deja una memorable impronta en investigaciones y trabajos de relevancia sobre la música tradicional en Cuba, dotados de un particular estilo que lo caracterizaba como investigador, en el que subrayaba el elemento académico y el detalle ontológico, es decir, el ser, el humano como certificado de legitimidad del hecho cultural.

Esa obra, de invaluables aportes a la historiografía musical cubana, y sobre la cual habrá que volver continuamente, tiene en su esencia un elemento fundamental: el pueblo, las voces de quienes han edificado culturalmente la nación desde el fenómeno identidad, por el que tanto abogó Lino.