Un soplo de trova fresca

Miriela Fernández
9/5/2016
Foto: Cortesía de la autora
 

Debe ser algo de estas jornadas, pero en las Romerías el tiempo se hace fugaz. Es casi imposible transitar por todo lo que acontece y anima la ciudad a lo largo del día. Por suerte, la Casa de la Trova siempre está al alcance. Eduardo Sosa es el anfitrión de un espacio en el que trovadores y trovadoras encuentran intimidad para hablar de cómo les surgen canciones, regalar anécdotas y, por supuesto, la poesía que una guitarra estará lista para acompañar.

Frank Delgado, Raúl Torres, Tony Ávila y otros, pasan por el lugar. El público pudiera también hacer algunos recuentos de la trova. Asienten, murmuran, ayudan al entrevistador a completar cuestionarios. Hay una combinación perfecta entre generaciones. En una antología reciente, Quiero una canción, del joven holguinero Manuel Leandro Sánchez, se descubre cómo esta ciudad se cuela en la historia trovadoresca cubana y el impulso de un novísimo movimiento aquí. Raúl Prieto es uno de los exponentes de ese resurgir. Sabiendo que pronto se escurrirá el tiempo, cuenta sobre sus inicios en el género y su relación con canciones que le antecedieron.


 

“Me incluyo en el movimiento de los novísimos. Tengo 27 años. Hace muy poco tiempo que empecé a componer. Al graduarme de la Escuela de Instructores de Arte me incorporé al grupo de mi padre, Raúl Prieto Serrano, que es uno de los fundadores de la nueva trova en Holguín y miembro de honor de la AHS. A él debo mis mayores influencias, y a otro trovador, Fernando Cabrera, que se encuentra en Chile. Si bien no tengo nada que ver con su modo de componer y de decir, sí con su forma de defender el arte.

“He preferido hacer canciones desde el bajo, lo cual es un poco sui géneris para el trovador, pero me resulta cómodo, me gusta su sonoridad. Mi padre traía toda la influencia de Los Beatles, de los Rolling Stones y, de alguna manera, eso también ha quedado en lo que hago. De igual forma, están Chicago, y otros grupos internacionales, Pablo, Sabina, Fito Páez, y hasta lo que he heredado del techno y, con mucha fuerza, del pop. Sin embargo, aun con todas estas mezclas, no considero que mi música sea comercial. Más bien todo lo utilizo porque me surge, lo siento así, aunque rompa con la imagen más tradicional del trovador. Por eso prefiero verme como cantautor”.

De esa concepción tradicional de lo que es ser trovador, ¿qué conservas?
Definitivamente lo que hay de trovadoresco en lo que hago es la poesía que puedo acompañar desde una guitarra y un bajo. El trovador es la persona que hace las canciones de los demás, lo hace en bien de un público y de lo que quiere lograr en los demás. Es lo que me motiva. Estoy haciendo música de autor, defendiendo a grandes compositores y trayéndolos a mi obra. A Fito Páez,  Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, que son cantautores, los puedes llamar de otras maneras como trovadores, poetas también.

En mi obra defiendo una  musicalidad un poco más fuerte, me acompaño de un grupo con drum, piano, guitarra eléctrica y acústica, bajo. Tengo un tres, e incluso, una trompeta por esa sonoridad que desarrollo.

Cuando me siento a componer en mi casa, soy el trovador que puede tocar en A Guitarra Limpia, pero ya cuando tengo el grupo me considero cantautor, porque asumo otra sonoridad. A mí me sale el pop rock por las venas. No estoy tratando de hacer un género que me permita incluirme aquí o allá. Manuel Leandro, que es un trovador insignia aquí, puede estar con una guitarra cantando canciones de amor preciosas, de protesta, de corte social, pero también lo he visto con un grupo atrás haciendo las mismas canciones y otras, y se compromete con otras formas, puede decir: vamos a hacerlo un poco más funk, más pop, que resalte el estilo bossa nova, la samba. Creo que estamos en tiempos de no enmarcar al trovador con una guitarra, de no etiquetarlo.

Me parece que lo genuino del trovador es que no tenga compromiso con los modismos y las tendencias. Hay mucho encasillamiento a la hora de acompañar. El trovador ahora se preocupa por mantener la propuesta que trae, por hacer un espectáculo con su guitarra diciéndole cosas al público. Lo más importante es decir lo que quieres y que las personas lo entiendan, pero sin enmarcarse en una tendencia, en que tiene que hacerse de una única forma. He querido distanciarme de las repeticiones, al menos hago el intento.

¿Qué otras cuestiones te interesan, te definen como cantautor?
He organizado armónicamente lo que me inspira, y me siento cómodo haciéndolo. Cada cual tiene su estilo y desde que tú escuchas a Manuel Leandro, por ejemplo, sabes cuál es su estilo, hay una dulzura por el medio que lo caracteriza por su personalidad. Para mí es muy difícil hacer un bolero, pero el bajo me ha dado un campo, la posibilidad de componer y de hablar de muchas cosas que me interesan como el mar, el paso de una muchacha… Hay canciones inéditas que tal vez son para guitarra y están todavía en una gaveta.

Ya que el tiempo no me dejará estar en una de tus presentaciones, ¿por qué no me regalas una canción?

Quédate así, mitad de invierno dibujada en mi ventana

Un rostro gris rodando en el cristal

Una canción sobre la nada

Una ilusión de mar

Solo un mal tiempo con oscuras golondrinas

Dónde estabas tú cuando las olas irrumpieron en los bosques

y la ciudad quedó dormida sin amanecer

y ahora el silencio va quedándose en la piel

y mis labios descubren horizontes que nacen de ti

Quiero ser feliz colgado de esa luz

como las hojas en el viento

desde tu pelo hasta el amanecer

Tan solo quiero despertarme de este invierno

Y renacer en otros mares sin heridas del intento.

¿Dónde suelen compartir con el público estas creaciones?
En Holguín no hay un movimiento trovadoresco como en Santa Clara, pero sí hay muchas peñas. En la ciudad está la casa de la trova y funcionan las peñas Un, dos, tres, trovando, de Alito Abad, que no se encuentra ahora en Cuba. Estaba también la peña de Cabrera y sigue la de Raúl Prieto, mi padre, por donde han pasado  trovadores de la talla de Gerardo Alfonso, Santiago Feliú, Eduardo Sosa. 

Con independencia de esa apertura, de las diversas influencias que pueda asumir un trovador, ¿qué no debe dejar escapar la trova?
A mí me encanta la trova, incluso ser parte de esto que está pasando ahora. Lo que quisiera es que salieran cada vez más jóvenes defendiendo este arte, la música de autor. Vale la pena que todos los días salga un trovador, un excelente rockero, un bolerista que defienda el buen arte. Cuando en una ciudad la parte artística está invadida por cosas buenas, la vida se hace mejor y los artistas que van surgiendo encuentran una referencia, una inclinación por esa estética. Lo que no puede pasar es que se cree una meta que limite la creación.