¡Ya viene la Bacanal!

Rubén Darío Salazar
27/10/2016

Hace un par de años, con vistas a la segunda edición de la Bacanal de Títeres para Adultos, repasaba sobre la no existencia en Cuba de suficientes agrupaciones que se dedicaran a este tipo de teatro con figuras, dirigido a los espectadores mayores de edad. Esa es una de las máximas, entre otras, por la cual muchos esperan de manera bienal este proyecto que vio la luz por primera vez en 2012. Por tanto, lo considero un propósito joven todavía, susceptible de ser mejorado y reelaborado una y otra vez, única forma en que se engrandecen los intentos de valía, y este lo es.


Fotos: Cortesía del Autor

Roto, con la aparición de la Bacanal, el mutismo de acción y de planes durante tantos años, pasada ya la época dorada de esta manifestación en los años 60, desde el Teatro Nacional de Guiñol con los hermanos Camejo y Pepe Carril al frente, hay que pensar en qué acciones concretas apostarán por la vida o muerte de la titiritería para adultos.

Creo firmemente que sobre el trabajo de muñecos para los ya crecidos, hecho por el Teatro Nacional de Guiñol con títulos como La loca de Chaillot, de Giradoux; Asamblea de mujeres, de Aristófanes; Shangó de Ima, del propio Carril; Farsa y licencia de la Reina castiza, de Valle Inclán; Ubu Rey, de Jarry; La Celestina, de Fernando de Rojas, y Don Juan Tenorio, entre otras obras, se conoce bien poco. Habrá que insistir, sugiero yo, que en el programa de cada nueva edición no falten los análisis, promociones y diálogos sobre estos hitos, apoyados por las aportaciones de Modesto Centeno a través de su montaje Cecilia Valdés, de Villaverde; Roberto  Fernández junto a Jesús Ruiz en Las preciosas ridículas, de Moliere, y Armando Morales desde sus versiones de En familia, de Prevert, y La República del caballo muerto, del inefable dramaturgo argentino Roberto Espina. 

Hay mucho por conocer y estudiar. Ello contribuiría a establecer referentes, caminos e ideas para todos, y sería la constatación de que se puede, como lo hicieron en otras épocas el Teatro de Muñecos de La Habana, al estrenar Delirio de automóvil, de Anckerman; o el Guiñol de Camagüey, con su Retablillo de Don Cristóbal, de Lorca; el Guiñol de Matanzas, que trabajó con el Mefistófeles, de Sarachaga, hasta llegar al actual Teatro Papalote y su  conocido musical de los años noventa Divertimento Moderato, retomado y enriquecido una y otra vez, el cual tendremos la posibilidad de aplaudir nuevamente en la tercera edición de la Bacanal, ahora bajo el nombre de Cubaneando.

No puedo dejar de nombrar a grupos como Los cuenteros, de San Antonio de Los Baños; el Guiñol de Holguín; Teatro de Las Estaciones, de Matanzas; la Compañía de Marionetas Hilos Mágicos, el Teatro Océano y Teatro La Proa, estos tres últimos de La Habana, colectivos interesados aquí y ahora en decir lo suyo en el teatro titiritero para los más maduros. Armar una programación tentadora, con verdaderos montajes que cubran las expectativas de un público que ya no es infantil ni adolescente, no es algo que resulte fácil, pero tampoco es imposible.

Cada nueva convocatoria deberá servir para sumar nuevos públicos, mantener el ya existente y no perder a uno solo de los interesados en ver a los títeres, al programar montajes desubicados de contexto, o sin una buena  realización dramática, cuyos toques de magia, sensualidad y encanto a nivel escénico establezcan la añorada empatía entre artistas y espectadores. Me interesan, desde ya, las visiones de espectáculos inscritos en esta edición como Las brujas de Salem, del Proyecto 8, de La Habana, agrupación sobre la cual apenas conozco, pero que se atreve con un texto de Miller no pensado para el retablo, o El Fantasma, pieza de Javier Villafañe, sí creada para figuras, asumida en la Bacanal por el juvenil colectivo Teatro sobre el camino, de Villa Clara.


 

Otros textos originales, escritos para actores y muñecos, serán defendidos por conjuntos de varias provincias; entre estos destaco la gozosa puesta en escena Cuba de Sol a Mí, de Teatro Andante, de Granma, que ya he disfrutado anteriormente; las singulares Historias bien guardadas, del grupo habanero La Salamandra; y la visión callejera de Teatro Mirón Cubano, de Matanzas, sobre la conocida novela El viejo y el mar, de Hemingway. De las obras extranjeras anunciadas, recomiendo la producción Diva, de la Compañía SofieKrog, de Dinamarca, con un potente historial en festivales internacionales de títeres. De seguro que será todo un lujo para la Bacanal, junto al regreso de los maestros Bruno Leone, de Italia, y Luis Zornoza, de España. De otras propuestas programadas apenas puedo hablar, pues no poseo suficientes referencias al respecto.

Hay demasiados vacíos, no solo en el teatro de títeres para adultos, sino en el dedicado a los niños también, a nivel de conceptos escénicos y visuales, historia nacional y universal, y sobre hallazgos escénicos atractivos de la manifestación, como para no aprovechar los talleres, cursos, espacios teóricos, expositivos y de diálogo, en función de temáticas imprescindibles que ayuden verdaderamente al crecimiento de los artistas interesados, sean estos noveles o consagrados.

La ignorancia y el prejuicio priman todavía en la valoración del arte del títere, considerado como cosa de niños, plagado de superficialidad y tontería. Debemos, entre todos, continuar sacudiendo el desarrollo de esta singular manera de hacer. Volver a reimponer su fuerza de antaño. Transformar los momentos ocasionales en algo  persistente, enriquecido conscientemente con cultura, información y mucha imaginación. El plato para ello está casi servido. ¡Ya viene la Bacanal!