“Yo me enamoré de los títeres”

Marilyn Garbey Oquendo
1/9/2016

Hace poco más de un mes le dijo adiós a este mundo la actriz Xiomara Palacio, una mujer que dejó trazos indelebles en la escena cubana. Como sé de la condición efímera del teatro, conversé con ella en noviembre del 2006, en un intento de atrapar en palabras el testimonio de su vida. Hoy comparto aquella conversación con los lectores, entre la tristeza por su partida y la alegría de haberla conocido.

¿Por qué dedicaste tu vida al teatro de títeres?

Cuando empecé a estudiar en la Academia de Arte Dramático de La Habana, en 1966, quería ser actriz dramática. En esa época estaba allí estudiando Carlos Pérez Peña, que actualmente forma parte del Teatro Escambray. Él ya trabajaba con los Camejo, a ellos le iban a dar la sala del Focsa, y me preguntó si me interesaba trabajar con el grupo. Me dijo: “la primera obra que vamos a estrenar para adultos es La loca de Chaillot y creo que puedes interpretar a una de las locas”. Fui e hice la prueba. A ellos les gustó y pensé usar eso como puente para el teatro dramático. Pero me enamoré de los títeres, encontré un mundo de maravillas de todo tipo, de mucha imaginación, y me quede ahí. No tenía esa intención; sin embargo, la vida y las condiciones de allí, y los grandes artistas que eran los Camejo, me hicieron quedarme. También influyeron todos mis compañeros de esa época, que eran jóvenes muy creativos. Fui muy feliz en esa etapa desde el punto de vista creativo y personal.


Fotos: Rubén Darío Salazar

Los hermanos Camejo son figuras emblemáticas en el teatro cubano. ¿Cómo recuerdas tu relación con ellos y aquellos momentos de esplendor del Guiñol Nacional?

A ellos les dieron la salita del Focsa y un presupuesto para que emplearan artistas e hicieran las obras de teatro. Empezaron los tres: Pepe Camejo, Pepe Carril y Carucha Camejo. Los tres dirigían a la par, formaban como un trinomio. Camejo —así le decíamos los que trabajábamos allí— era más convencional. Carucha era la más creativa y arriesgada. Estábamos allí hasta las tres o las cuatro de la mañana, podíamos estar ensayando y a esa hora a ella se le ocurría algo y decía: “vamos a hacer esto”. Recuerdo, por ejemplo, un ensayo de Don Juan Tenorio. Eran las cuatro de la mañana y a esa hora se hizo la escena de la Brígida. Pepe Carril era el más frívolo, le gustaba Asamblea de mujeres, tener el teatro lleno de gente, la lentejuela, la música. Los tres eran muy creativos y tuve magníficas relaciones con ellos. Desgraciadamente, solo queda Carucha, que vive en New York. Yo la fui a ver y nos abrazamos, recordamos los viejos tiempos. Para mí, esa etapa fue muy hermosa, mi verdadera escuela creativa, con una relación directa entre los directores y los actores.

¿Crees que el teatro de títeres tiene entre nosotros la valoración y el respeto que se merece?

Creo que sí. Hay mucha gente que se queja, pero nosotros mismos tenemos la culpa, porque a veces no hacemos obras de calidad. Si hay teatro de títeres de calidad, como es el caso de Matanzas con el Teatro de las Estaciones, se distingue. Cuando estuve en el Festival de Teatro de Camagüey, vi muchos colectivos con propuestas interesantes. Si un grupo de teatro de títeres o de teatro dramático es interesante, no hay que hacer salvedad ni establecer diferencias. También hay mucho teatro para adultos muy malo y a nadie le importa ese tipo de cosas, o sea, hay grupos cuyo trabajo a nadie le interesa, porque están cansados, porque no tienen nada que decir, nada que mostrar. Sin embargo, existen grupos de teatro de títeres que creo están a la par del teatro dramático. Cuando algo es bueno, eso se reconoce.

¿Cuáles son las cualidades que, a tu juicio, distinguen a un buen titiritero?

Ante todo, tiene que gustarle mucho el teatro de títeres, que no es igual que el otro —técnicamente hablando—, y tampoco es más difícil o más fácil. Si a ti te gusta y disfrutas mover un títere, no es suficiente, también tienes que ser actor. Todo el mundo no puede ser titiritero. Hay actores que son muy buenos, pero le pones un títere en la mano y no lo saben hacer, porque también hace falta la experiencia, o porque no les interesa, no les gusta o no son suficientemente hábiles, pues el teatro de títeres también requiere de habilidades.

Has desarrollado una intensa carrera como actriz dramática. Recuerdo tu colaboración con el Teatro de la Luna; con Teatro Pálpito te vimos hace apenas unos años haciendo Con ropa de domingo, un espectáculo que recorrió toda Cuba y recibió muchísimos aplausos. También te recuerdo con Teatro El Público en La loca de Chaillot. ¿Qué busca Xiomara Palacio en el teatro dramático para adultos?

No busco nada, simplemente se me ofrece la posibilidad de hacerlo. He hecho toda la vida teatro y, principalmente, comedia, que es lo que más me gusta. Me han ofrecido muchos dramas en el teatro para adultos y siempre, con mucho respeto para el director, porque no quiero herir sensibilidades, les digo cualquier pretexto, pues lo que más me gusta es lo que tenga tendencia hacia el humor. Eso no es nada extraño, yo lo hice mucho en el Guiñol, donde también hice muchas veces teatro para adultos. Si un director ve condiciones en mí para hacer cualquier obra que no tenga títere, lo hago con un gusto extraordinario, porque por encima de todas las cosas, me gusta hacer teatro. Soy muy trabajadora, eso lo sabe todo el que me conoce, y donde quiera que pueda hacer una cosa, siempre y cuando tenga parámetros que me gusten, que me convengan y me interesen, acepto.

Tienes muy buenos amigos en el mundo de la cultura y, específicamente, en el mundo del teatro. Estoy pensando, por ejemplo, en Osvaldo Doimeadiós, junto al cual has recorrido buena parte de Cuba con espectáculos que tienen el humor como pauta fundamental. ¿Es que quieres explorar todo el teatro? ¿Cómo es tu relación con Doimeadiós?

Maravillosa, como te dije al responder otra pregunta que me hiciste. Hice mucho teatro con humor. La cucarachita Martina, por ejemplo, está llena de humor. Ahora Los Cuenteros acaban de estrenar una versión de esa obra, basada en la obra de Estorino, plena de humor. También están llenas de humor muchísimas obras que hice para niños, y creo que es lo mismo el humor del teatro para niños que el humor del teatro para adultos. Como acabas de decir, voy a todas partes, incluso a ver cosas a las cuales los teatristas le hacen un poco de rechazo. Tal vez por eso Doimeadiós me pidió ayuda para que colaborara con el Centro Promotor del Humor. Yo iba a ver a los humoristas y, sentada en la luneta, me gustaba reírme. Al principio, Doimeadiós me llamaba para que fuera jurado en los Aquelarre. Un día me dijo que me necesitaba, que iba a hacer una obra y quería que yo trabajara en ella. Eso fue motivo de orgullo y cumplí mi deseo, que era actuar en una sala repleta de público y que todos se murieran de la risa conmigo. Eso me encantó.

¿Entonces puedo deducir que la respuesta del público es fundamental para esa gran actriz que es Xiomara Palacio?

Creo que sí, yo lo necesito. El cine y la televisión no me gustan mucho, me ponen muy incómoda, porque no sé qué es lo que está pasando, si lo que estoy haciendo está bien o mal; pero cuando uno se encuentra frente al público, este te va diciendo. No es que el público sepa que lo que estás haciendo está bien, pero por lo menos le agrada. Hay otras personas que son las que te dicen que está bien hecho; sin embargo, a mí me gusta esa relación que se establece entre el actor y el público. Es por ello que disfruto hacer teatro, para saber de esa corriente que se establece entre el artista y el público. Eso me gusta mucho, y cuando no lo tengo, sufro. Por eso te digo que no me gusta mucho el cine, lo hago si lo tengo que hacer y ojalá me llamen muchas veces, pero prefiero el teatro.