Yuyachkani en el Mayo Teatral

Isabel Cristina López Hamze
26/5/2016
Fotos: Abel Carmenate y Yeins Cordero 
 

La Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral, dedicada esta vez al teatro de grupo, convocó a colectivos imprescindibles del panorama escénico de nuestra América. El evento se sumó a los festejos por los aniversarios cerrados de varios agrupaciones, como Teatro La Candelaria, de Colombia; Teatro Gayumba, de República Dominicana; y los cubanos Argos Teatro y El Ciervo Encantado.

El Grupo Cultural Yuyachakani, fundado en Perú en 1971, celebra este año su 45 aniversario. La creación colectiva y el interés por dialogar con la memoria y el contexto peruano son algunos de los ejes del grupo. Su director Miguel Rubio conduce los procesos de escritura escénica y las investigaciones de cada actor, quienes parten de sus propias vivencias y su cuerpo como principal material de expresión. Desde el Perú, en disímiles condiciones sociales, han confiado siempre en el teatro como acción política y como reservorio de la cultura popular peruana.

La creación colectiva y el interés por dialogar con la memoria y el contexto peruano son algunos de los ejes del grupo.Como todo grupo que trabaje sobre la creación colectiva, Yuyachkani tiene en sus actores la fuerza viva y tenaz que le permite seguir creando. Sus intérpretes poseen un vasto entrenamiento corporal y habilidades musicales para interpretar músicas y danzas de las regiones andinas. El grupo se alimenta de diversos referentes culturales y teatrales, como las indagaciones de Grotowski y Barba, pero sobre todo posee una especial sensibilidad artística y humana que le permite develar las historias personales a través de sus creaciones.

Este año llegó a Mayo Teatral con tres espectáculos que evidencian la línea de investigación del grupo en la actualidad. Dos unipersonales dirigidos por Miguel Rubio: Confesiones, interpretado por Ana Correa, y Vibraciones, con la actuación de Julián Vargas; además del espectáculo de creación colectiva Cartas a Chimbote. Las tres puestas en escena tienen como eje común la presentación más que la representación, todas parten de los actores y su experiencia vivencial, los personajes son convocados desde sus voces y sus cuerpos, estos llegan y se van dejando a los actores, otra vez,  solos en escena. 

Confesiones es una acción escénica unipersonal de Ana Correa, quien comparte con los espectadores sus procesos creativos y evoca personajes concebidos para las obras de Yuyachkani durante el período de la violencia política en el Perú. Desde el espacio se evidencia el carácter expositivo del espectáculo, pues el centro de la escena es un cuadrado bien delimitado con trazos blancos y una pequeña abertura por donde la actriz entra y sale del espacio sagrado de la representación. A un costado del escenario se coloca una silla y un atril con el cuaderno que recoge las narraciones personales de la actriz. Ana siempre vuelve a ese punto, desde allí, desde los márgenes, ella relata la construcción de cada personaje que interpretará después.


Confesiones
, Grupo Cultural Yuyachkani
 

La actriz ubica en el contexto de creación a los espectadores y explica las motivaciones para cada personaje. Lo más interesante es que en ese diálogo hace una especie de espiral invisible que transita por la historia del Perú, por su historia personal, por la historia del grupo y termina en el personaje. Se mezcla lo anecdótico con la reflexión técnica, metateatral, de una actriz que crea a sus personajes desde la escena.

Conmueven sus anécdotas y su diálogo sincero desde la humildad de la actriz que comparte su vida y su arte. Luego, interpreta a sus personajes y podemos advertir, tras el artificio teatral, la conexión profunda de ellos con la historia personal de Ana. La maestría de Correa se expresa en energía desbordada de la extraña mujer que deambula y reparte estampitas a los caminantes; en la calma y la serenidad espiritual de una devota religiosa; en los momentos de la maestra dogmática con su carga irónica e hilarante, y en la sensualidad y añoranza de la mujer que espera por su esposo en el apartamento a punto de caer para concebir un hijo.

El vestuario de todos los personajes está sobre su cuerpo, a medida que va interpretándolos se despoja de esas ropas y ahí abajo está apuntado el próximo ser. Más que una solución escénica que permita el rápido cambio de vestuario, este recurso alude también a la esencia de Confesiones. Como las capas de una cebolla, todos los personajes forman parte de ella, que lleva sus marcas. Esas marcas invisibles que luego exhibe su cuerpo semidesnudo en un acto de rebeldía y homenaje a las mujeres indígenas.


Confesiones
, Grupo Cultural Yuyachkani
 

Vibraciones es una puesta que sigue una línea semejante a Confesiones, ya que Julián Vargas también nos habla de su experiencia personal y profesional. Lo singular de este espectáculo es que el actor narra su historia desde la musicalidad y su relación intensa con los instrumentos de percusión. Se enlazan en la obra fragmentos de sus personajes, con testimonios de su biografía y momentos musicales.

La música no acompaña este espectáculo, es ella quien guía la acción escénica y traduce las historias del actor en vibraciones. No hay barreras idiomáticas ni obstáculos en su comprensión. La percusión no solo se emplea como instrumento, sino como concepto de sonoridad y gestualidad. La voz y el cuerpo del actor parecen adquirir la habilidad de vibrar y comunicar mediante un ritmo percutido que aflora por momentos en la escena.

El grupo se alimenta de diversos referentes culturales y teatrales, como las indagaciones de Grotowski y Barba, pero sobre todo posee una especial sensibilidad artística y humana que le permite develar las historias personales a través de sus creaciones.La relación de Julián Vargas con sus instrumentos de percusión no es solo musical, sino también mágica. El cajón, el tambor, el Tom y las baquetas son medios para convocar, como en un acto shamánico, a sus personajes. Son también un medio para confesarse, para purgar los males y una herencia cultural de sus ancestros. Herencia entrañable que luego pasará a sus hijos, quienes son testigos de su vibración.

Cartas a Chimbote, la más reciente creación colectiva de Yuyachkani, es un espectáculo que evoca a José María Arguedas, escritor, poeta y antropólogo peruano. La obra presenta a los actores en diálogo con su escritura y sus ideas, denotando el interés por el folclore peruano, la música andina y sus esfuerzos por la revalorización del arte indígena.

Los materiales empleados para la creación del espectáculo ofrecen una visión muy particular de Arguedas: las cartas a la sicoanalista Lola Hoffmann y al antropólogo rumano John Murra, los diarios del poeta y fragmentos de su novela póstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo. Resulta muy particular que estos materiales no solo se muestran como fuentes de investigación, sino que, en la mayoría de los casos, se presentan tal cual, respetando el valor del documento.

Al comienzo del espectáculo los actores Ana Correa, Augusto Casafranca, Débora Correa, Julián Vargas, Rebeca Ralli y Teresa Ralli están sentados en una gran mesa de conferencias donde cada uno, desde su conexión con Arguedas, lee un texto poético, un fragmento de carta, o canta en quechua. Esta especie de conferencia en la que se habla directo al público, sin mostrar personajes ni artificios, se va deconstruyendo poco a poco y permeándose de ficción. Así llegan Tinoco, La Orfa y otros personajes de El zorro de arriba y el zorro de abajo, que revelan el rostro múltiple y convulso del puerto de Chimbote.

La austeridad es una marca en este espectáculo, se traslada la acción a la palabra y es ella quien conduce al espectador. Sin embargo, también aparecen imágenes hermosas que son símbolos identitarios de la poética de Yuyachkani, como la calavera que representa la muerte o la sonoridad especial de los instrumentos tradicionales del folklor peruano. 

La relación de José María Arguedas con la muerte es trabajada en el espectáculo desde la seducción o el deseo indefinido e inexplicable por transitar a otro estado. No existe un regodeo en el dolor, en el sufrimiento provocado por su depresión, sino más bien el ánimo por recordarlo tal y como fue: “un demonio feliz, que habla en castellano y en indio”.

El día de su entierro, como Arguedas había pedido en su diario, se tocó violín, arpa y se bailó la Danza de las Tijeras. Para recordarlo, los actores de Yuyachkani ofrecen sus cantos y un banquete con alimentos tradicionales del Perú. Cartas a Chimbote termina con ese espíritu de ceremonia alegre y bondadosa que elogia la cultura peruana y los valores ancestrales de los pueblos indígenas.

El intercambio fecundo entre Yuyachkani y los teatristas y el público cubano, se consolidó en esta Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral. Con las puestas Confesiones, Vibraciones y Cartas a Chimbote, Yuyachkani sigue trazando puentes entre Perú y el mundo.