Pocos personajes del arte y la literatura han tenido tan larga y exitosa presencia en los escenarios teatrales como Carmen, la indómita y sensual cigarrera andaluza. Surgida en 1845 de la inspiración creadora del escritor francés Próspero Merimée, quien la convirtiera en el personaje protagónico de su novela homónima, la figura de Carmen ha sido fuente de inspiración en numerosas versiones escénicas entre ellas el teatro dramático, el musical, el cine y la danza. De la literatura saltó a la música en 1875 como eje central de la ópera homónima del compositor George Bizet, también francés.

“La figura de Carmen ha sido fuente de inspiración en numerosas versiones escénicas entre ellas el teatro dramático, el musical, el cine y la danza.

En la danza también ha estado presente por más de un siglo, órbita que incluye la versión bailada por la legendaria bailarina rusa Anna Pavlova, quien con su propia compañía la paseó por Europa y América durante el primer cuarto del siglo XX, aunque lamentablemente de esa coreografía se conservan pocas y bellas fotos. Ella bailó esa versión en el Teatro Nacional (hoy Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”) el 23 de febrero de 1917 con su compañía, teniendo como partenaire a Alexandre Volinine en rol de Don José.

“La puesta en escena que durante tres noches nos brindó la compañía española desde la Sala Avellaneda del Teatro Nacional constituyó un verdadero triunfo”.

No fue hasta 1949 que la polémica cigarrera, sevillana, libérrima y rebelde encontró su gran camino en la danza escénica con la versión creada por Roland Petit para su compañía denominada Ballet de París, que fue centralizada por Zizi Jeanmaire y el propio Petit en el rol de Don José.

Años después, sería el cubano Alberto Alonso, el encargado de la realización de una nueva versión que ha sido eje permanente de elogios y polémicas comparaciones, en virtud de las dos estelares intérpretes que tuvieron a cargo el estreno de esa nueva puesta en el siglo XX. El 20 de abril de 1967 Maya Plisetskaya le daría rostro nuevo en el Teatro Bolshoi de Moscú, con un elenco que incluyó a otros célebres bailarines soviéticos como Nikolai Fadeyev, Serguei Radchenko, Alexander Lavreniuv y Natalia Kazatkina, en los roles de Don José, el torero Escamillo, Zúñiga y el Destino-Toro respectivamente. Tres meses después, el 1ro de agosto, el coreógrafo la montaría con el elenco del Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso, Azari Plisetski, Roberto Rodríguez, Ceferino Barrios y Josefina Méndez en los papeles antes mencionados. No es necesario recordar que la Alonso de adueñó de ese carismático papel y conquistó con él muchas de las más grandes aclamaciones por parte del público y la crítica en las “cuatro esquinas del planeta”.

Un equipo cosmopolita fue el responsable de esa rotunda victoria danzaria.

La polémica Carmen, en sus 177 años de vida, ha vuelto a los escenarios cubanos para cerrar el 27. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, en una espectacular versión del coreógrafo sueco Johan Inger, creada en el 2015 y que le valiera en el siguiente año el prestigioso Premio Benois de la Danza y de la que ha sido vocera la Compañía Nacional de Danza de España dirigida por el valioso bailarín, maître y director Joaquín de Luz.

Para el público cubano, como ha sucedido con los de otras latitudes, ha sido imposible desvincularse de la huella técnica e interpretativa dejada por la Prima Ballerina Assoluta cubana que la interpretó durante cuatro décadas, impregnándole todo su magisterio escénico, casi al mismo vuelo de su legendaria Giselle. Pero hay que admitir que la puesta en escena que durante tres noches nos brindó la compañía española desde la Sala Avellaneda del Teatro Nacional constituyó un verdadero triunfo.

A las interpretaciones de altos quilates en lo técnico y expresivo, se unió una impactante producción.

Un equipo cosmopolita fue el responsable de esa rotunda victoria: la japonesa Kayoko Everhart (Carmen), el italiano Alessandro Riga (Don José), el cubano Yanier Gómez (Escamillo), el francés Benjamin Poinier (Zúñiga) y la coreana YaeGee Park (en el simbólico rol de Boy). A estas interpretaciones de altos quilates en lo técnico y expresivo, se unió una impactante producción cuya escenografía, vestuario, luces y música añadida a la de Bizet-Schedrin, contribuyeron al gran éxito que obtuvieron cada noche. Un hermoso cierre para este 27 Festival, que una vez más ratificó ser sólido puente para el gran arte y la sincera amistad.