Cien, ¡y seguimos contando!

Ana María Domínguez Cruz
1/4/2019

Aquel cartel en manos jóvenes decía 100 conciertos de amor y una guitarra desesperada, y otro reflejaba los miles de kilómetros que un grupo de colombianos había viajado para ver, escuchar, querer desde cerca. Unas banderas agitadas, unos teléfonos celulares encendidos hasta el final, unas palmas que no cesaban de batir, el vaivén de los cuerpos al compás de cada canción, unos niños expectantes, una petición de matrimonio acompañada de Quién fuera, unos acordes salidos de cada pecho… ¡Gracias!, ¡Te queremos!, ¡Otra, y otra!

Otro cartel reflejaba los miles de kilómetros que un grupo de colombianos había viajado para ver, escuchar,
querer desde cerca. Fotos: Jorge Villa

 

Confieso que nunca había asistido a ninguno de los conciertos que, como parte de la Gira Interminable por los Barrios, Silvio Rodríguez y sus músicos le regalan al público. Pero estuve allí, en la calle Quiroga, entre San José y Reyes, en el municipio de Diez de Octubre, en su concierto número 100. Y fue grande, y fue emocionante.

A ratos miraba al escenario, donde estaba Jorge Aragón en el piano, Niurka González en la flauta y clarinete, Jorge Reyes en el contrabajo, Maykel Elizarde en el tres, Rachid López en la guitarra, Emilio Vega en el vibráfono y la percusión, y Oliver Valdés en la batería. En realidad, el verdadero concierto estaba del otro lado.

De todas aquellas gargantas brotaban las letras de las canciones, el brillo de las miradas no cabía en las fotos tomadas a la par de la música y los brazos, felices, entrelazados. Tal vez muchos veían al cantautor por primera vez así, tan cerca. Tal vez otros no creían que estuviera ahí, en el barrio, en plena calle. Se respiraba felicidad, y de eso se trata siempre.

29 de marzo de 2019. Concierto número 100. Santiago Feliu hubiera cumplido 57 años… ¿Cómo olvidarlo? Silvio Rodríguez no pudo. Por eso, después de la presentación de Yoruba Andabo y antes de cantar sus canciones, lo recordó. Silvio, en primer lugar, agradeció a cada uno de los que le han apoyado para realizar cada uno de los conciertos, y rememoró también al poeta y profesor Guillermo Rodríguez Rivera, que presenció el concierto en la Timba; a Jaime Sarusky, que estuvo en el de Coco Solo y a Carlos Ruiz de la Tejera, que lo acompañó en el de Buena Vista.

“Siempre he preferido calidad antes que cantidad, es lo que siento que merece el pueblo”, dijo, y aclaró que no considera que sea algo extraordinario lo que hace porque su generación ha cantado en muchos lugares, impensables algunos.

Recordó que Federico García Lorca hizo algo parecido con La Barraca, al llevarle, en un camión, teatro y poesía a los más pobres, y que él mismo pudo asistir por primera vez a una función de ballet frente a la Escalinata universitaria, gracias a una iniciativa de Alicia y Fernando Alonso. Incluso el cine, significó, llegó a las montañas porque Alfredo Guevara mandó a subir en mulos las plantas eléctricas y los proyectores.

Y aunque lo que hacen “ya estaba inventado”, cada experiencia en los barrios es irrepetible. Lo ratifica Niurka González cuando recuerda la reacción de las personas durante el concierto en La Jata, Guanabacoa, ante el repertorio de música clásica de la agrupación invitada.

También lo asegura Emilio Vega, a quien no se le olvidará nunca aquel hombre que pedía a gritos el tema Ojalá, y al subir al escenario a solicitud de Silvio, solo agradeció que él tocara en la cárcel donde cumplía sanción “porque fue como mi Dios, al otro día me liberaron”.

Jorge Aragón no olvida que justo un 29 de marzo, hace seis años, se sumó a la banda por invitación de Oliver Valdés, “y cada concierto es una historia nueva porque entregamos emociones y la energía viaja en todos los sentidos”.

Oliver, quien está desde el primero de todos, entiende lo que significa para las personas residentes en estos barrios poder asistir a un concierto al que, siendo en otro lugar, ni siquiera pensarían en ir. “Pero yo lo agradezco mucho, porque mi mejor recuerdo es la felicidad de las personas. Que me abracen, que me regalen flores, o me inviten a tomar un trago, ver los niños jugando… No importa si estamos en el Carnegie Hall o en un barrio pobre… Somos los mismos”.

Jorge Reyes lo sentencia. “Esta Gira, como dijo Silvio, no se detendrá. Y lo mejor es lo que recibimos, más de lo que damos. No creo que se pague mal a quien algo tan bueno regala, por eso somos dichosos, y esta ha sido una experiencia tremenda”.

En presencia del ministro de Cultura, Alpidio Alonso, y del primer secretario del Partido en La Habana, Luis Antonio Torres Iríbar, entre otras personalidades, la Asamblea Provincial del Poder Popular entregó el sello 500 aniversario de La Habana, recibido por uno de los fundadores de Ojalá, Orlando Núñez. Fue este momento también oportuno para entregar el Premio Pablo y, una hora antes del concierto, donar libros de las editoriales Capitán San Luis, Martin Luther King, Casa de las Américas, Ojalá y Pablo de la Torriente Brau.

 “Orgulloso debe sentirse entonces el mayor José Alberto Álvarez López, quien tocó a la puerta de la casa
del cantautor tiempo atrás para pedirle que ofreciera un concierto en el barrio La Corbata”.

 

Orgulloso debe sentirse entonces el mayor José Alberto Álvarez López, quien tocó la puerta de la casa del cantautor tiempo atrás para pedirle que ofreciera un concierto en el barrio de La Corbata. “Allí trabajaba como jefe de Sector y habíamos identificado una serie de problemas a nivel social. La cultura puede salvar y la música es una de las más grandes emociones. Silvio me dijo que me ayudaría, y estuvo allí, y fue una experiencia maravillosa. Luego se le ocurrió la idea de repetir esa vivencia en otros barrios y mira el resultado… Ahora, al cabo del tiempo, yo soy el jefe de la Policía Nacional Revolucionaria en San Antonio de los Baños, donde Silvio nació. ¡Tantas vueltas da la vida!”.