Lo primero que llegó a Colombia desde Cuba fue la música, en la década de 1920, a través de las emisoras Radio Progreso, CMQ y RHC Cadena Azul. La puerta de entrada principal siempre fue Barranquilla, destino obligado de los artistas de moda. Además, muchos trabajadores cubanos residían en ese país: en la construcción del muelle del Puerto Colombia participaron los cubanos desde finales del siglo XIX y el XX. También entró la literatura a través de las revistas Bohemia y Carteles. “Los mejores informados —escribe Gabriel García Márquez— sabían que Cuba había sido la colonia más culta de España. La única culta de verdad, y que la tradición de las tertulias literarias y los juegos  florales permanecían incorruptibles”.

“En la venidera edición de la Feria Internacional del Libro tendremos la oportunidad de encontrarnos con valiosos escritores colombianos contemporáneos, y la música estará presente en estas veladas inolvidables”.

Las primeras agrupaciones musicales que llegaron a través de la radio y los discos fueron el Septeto Habanero, el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, el Trío Matamoros y el Cuarteto Mayarí. Ya en el diario La Prensa del jueves 15 de marzo de 1934 se anuncia el debut de Los Matamoros y sus doce presentaciones durante dos semanas. Desde entonces dicho trío ha formado parte del sonido musical de esa década.

El suceso más potente se logra con la llegada de la orquesta Casino de la Playa, con el cantante Miguelito Valdés, en el teatro Rex, donde al final resonó la atractiva conga cubana. Ello ocurrió entre el 19 y el 26 de agosto de 1939. Otra visita memorable fue la de la música campesina y el rey de la música campesina de salón Guillermo Portabales. Le siguieron varios conjuntos soneros como el de Arsenio, los Jóvenes del Cayo, el Cuarteto Marcano, y las atrevidas Mulatas de Fuego con Celia Cruz, Elena Burke y Vilma Valle. Todo un  escándalo del espectáculo musical.

“El cantante de plantilla Bienvenido Granda era el preferido de Gabriel García Márquez”.

En los años 50 se destapa la fuerza del conjunto de la Sonora Matancera, con una serie de cantantes estelares como Celia Cruz, en 1955. Recordemos que el cantante de plantilla Bienvenido Granda era el preferido de Gabriel García Márquez.

El cantante barranquillero Nelson Pinedo se integra en La Habana a la Sonora Matancera. En 1954 se alza con el Premio del Artista Extranjero más Popular, para ese entonces las vitrolas (traganíqueles) no dejaban de reproducir a los intérpretes y músicos cubanos.

La apoteosis llega con Dámaso Pérez Prado y su mambo sensacional, unido a la voz del símbolo de la música cubana: Benny Moré. Después arrebata el chachachá con la orquesta América, luego La Aragón, Sensación, Fajardo y sus Estrellas, y toda la cohorte de charangas.

“La apoteosis llega con Dámaso Pérez Prado y su mambo sensacional, unido a la voz del símbolo de la música cubana: Benny Moré”.

Con los cambios sociales de 1959 comienza el arrobo de bandas más renovadoras, como los Van Van, Dan Den, Revé y otras agrupaciones que siguen visitando constantemente Colombia. En la década de 1960, Cien años de soledad,de Gabriel García Márquez, se vendió como pan caliente y era leído por las multitudes. Así, literatura y música han fundido a Colombia y Cuba a través de los tiempos. En la venidera edición de la Feria Internacional del Libro tendremos la oportunidad de encontrarnos con valiosos escritores colombianos contemporáneos, y la música estará presente en estas veladas inolvidables.

Bibliografía:

Gabriel García Márquez: “Mi primer viaje a La Habana”, Juventud Rebelde, 27 de diciembre de 2009.

Rafael Bassi: “La música cubana en Barranquilla”, Melómanos, Cali, abril-junio de 2002.