Ciertamente, este nuevo programa de la Televisión Nacional rima con las dos acepciones de la palabra estilo. No solo con la referida a cierta peculiar y empática manera de informar —en tanto llega con fuerza y escapa de moldes propios de la comunicación política tradicional—, sino además con aquella que la relaciona con el estilete que pincha globos y rasga costuras de la manipulación mediática contra Cuba.

Tan solo a finales de septiembre, hace apenas un mes, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) destinó otros 6.7 millones de dólares para promover la subversión en nuestro país. Una buena tajada de este dinero tiene como objetivo potenciar la labor tóxica que realizan los llamados periodistas independientes (dependientes, como se sabe, de las orientaciones oficialistas de Estados Unidos), que en un entramado de más de 20 medios se ocupan de fabricar noticias y matrices de opinión contra Cuba.

La táctica comúnmente empleada es antigua, pero suele ser efectiva para el receptor no avezado. Hace más de 400 años, ya Shakespeare anunciaba su idea en La tragedia de Macbeth: “Mira que el diablo nos engaña con la verdad”. O sea, por lo común se toma un hecho anecdótico real, y mediante diversas técnicas de desinformación y manipulación mediática se trata de presentar este como la generalidad de las cosas.

“El programa televisivo constituye un efectivo antídoto contra el aparente monopolio que sobre la crítica parece ejercer la contrarrevolución”.

Así, el aislado asesinato de una mujer por su marido es presentado como el ordinario y sistemático abuso contra las mujeres; la puntual separación de un trabajador en determinado centro, como la falta total de garantías laborales, y, lógicamente, ante ese supuesto estado de cosas —de aparente caos y violación de derechos humanos— se trata de justificar el endurecimiento del bloqueo contra Cuba, y hasta se promueve la posible invasión militar.

Tanto como la Ley Helms Burton, que tiene un nombre “pacífico”: Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática; o las promocionadas marchas para el 15 de noviembre, que también son presentadas como “pacíficas”, las nuevas partidas de dinero tienen, asimismo, un supuesto fin “pacífico”: “Construir objetivos comunes para la democracia”.

Sin embargo, cuando se analiza la estructura de tales partidas, y medianamente se conoce nuestro contexto, es fácil ver el verdadero objetivo: difamar de sectores claves para nuestra economía como son el turismo y la colaboración médica internacional, exponer la supuesta carencia de un estado de derecho, y la generosa manutención de quienes promueven protestas públicas. 

El joven conductor de ConFilo, el licenciado en Derecho y colaborador de Granma Michel E. Torres Corona, ha explicado lo que es, sin dudas, un efectivo antídoto contra el aparente monopolio que sobre la crítica parece ejercer la contrarrevolución: “Es perentorio que abordemos temáticas o sucesos escabrosos, difíciles de digerir, antes que dejar ese espacio a nuestros enemigos, que contarán la historia a su manera. Toda laguna que dejemos en el relato mediático de nuestra realidad será utilizada en nuestra contra: no tenemos derecho a callar”.

La efectividad lograda por ConFilo —programa realizado en colaboración por Cubadebate y La Pupila Asombrada, y que se transmite cada martes y jueves por Cubavisión antes de la novela— es inversamente proporcional a las reacciones de odio que ha provocado en Miami. Desde allí se pide públicamente el asesinato de su conductor, al tiempo que se publica su número de teléfono para que se le envíen mensajes amenazantes.

Pero no solo los ataques vienen del exterior, también desde aquí dentro —incluyendo ciertas figuras a quienes jamás se les ve criticar las agresiones contra nuestro país— se ocupan, redes sociales mediante, de deslizar adjetivos sibilinos y señalar supuestos errores de la forma, sin jamás referirse a la solidez del contenido. A propósito de tales “críticas”, yo recuerdo una anécdota que atribuyen a Carlos Marx. Alguien le cuestiona que tenga un ayudante tartamudo, referido a Engels, a lo que Marx responde: “¿Sabes?, el problema es que esa persona tartamudea en más de 20 idiomas”.

Y ya que empecé este artículo hablando de rimas, ahora mismo también recuerdo un sexteto de José Hernández, en su famoso Martín Fierro, que vendría muy a propósito.

He conocido cantores
que era un gusto el escuchar,
mas no quieren opinar
y se divierten cantando,
pero yo canto opinando,
que es mi modo de cantar.

Tomado de Cubasí

13