Un nuevo golpe brutal ha encajado la música cubana: en horas de la tarde de este lunes un paro cardíaco tronchó, a los 70 años de edad, la existencia de José Luis Cortés, uno de los mayores íconos de la cultura popular cubana.

El muchacho del barrio del Condado, de Santa Clara, que llegó a la Escuela Nacional de Arte con sus inquietudes creativas a flor de piel y que por usar un calzado rústico de una talla mayor a la suya le apodaron el Tosco — epíteto que alcanzó nombradía universal—, que se movió con igual soltura y altura en la flauta clásica y popular, fichado por Juan Formell para Los Van Van y por Chucho Valdés para Irakere —quién no recuerda su fabuloso “Rucu rucu a Santa Clara”—, protagonizó uno de los más intensos procesos renovadores de la música cubana cuando en 1986 y 1987 grabó cuatro discos en los estudios de la Egrem: Siglo I a.n.e, Siglo II a.n.e, Abriendo el ciclo y A través del ciclo, en el que agrupó los más brillantes ejecutantes y vocalistas del momento, muchos de ellos de nueva promoción.

José Luis Cortés, uno de los mayores íconos de la cultura popular cubana.
Foto: Tomada de Granma

Ese fue el germen de NG la Banda —la Nueva Generación—, orquesta que estrenó en 1988 y con la que tejió una impresionante saga de hallazgos. Si el son derivó en la llamada timba, movimiento que cristalizó y definió la música cubana bailable a partir de los 90, se debió en gran medida al talento de el Tosco como compositor, orquestador y director orquestal, y a su olfato para encauzar oficios y voluntades en torno a su proyecto. La prueba está en la consistencia de la sección de vientos —los metales del terror—, la eclosión ritmática de la sección percutiva, y el sabor de sus vocalistas, encabezados por el siempre leal Tony Calá.

Los músicos, los bailadores y todo aquel que se sumergió en sus invenciones sonoras coincidieron en otorgarle a José Luis el puesto conquistado en la vanguardia de nuestro tiempo. Orlando Vistel, presidente de la Asociación de Músicos de la Uneac, al comentar el suceso luctuoso, expresó: “Hemos perdido a un creador de la más alta jerarquía, cuyo legado encierra un valor incalculable que estoy seguro se acrecentará con los años”. En 2017 fue reconocido con el Premio Nacional de la Música y la Universidad de las Artes le confirió el diploma de Mérito Artístico.

Los músicos, los bailadores y todo aquel que se sumergió en sus invenciones sonoras coincidieron en otorgarle a José Luis el puesto conquistado en la vanguardia de nuestro tiempo”.

NG comenzó a dejar una huella discográfica notable apenas un año después de su fundación con No te compliques. En la década de los 90, “Échale limón” y “Veneno” hicieron época. La crónica social más enardecida convivió desde entonces con las instrumentaciones imaginativas, al estilo de “Mambo Murakami”. Esa fue una constante en la obra de José Luis; en el álbum doble Mis 22 años, que lanzó en 2011 y al que convocó a decenas de brillantes colaboradores, se puede escuchar junto a “Lucha luchador” y “Si yo tuviera” una extraordinaria versión jazzeada de la Danza del fuego, de Manuel de Falla. En las noches de la Casa de la Música de Miramar, por largos años su plaza, antes de complacer a los bailadores, solía abrir la tanda con “España”, de Chick Corea.

Tomada de Radio Bayamo

El músico siempre se asumió como patriota. Ahí está la imagen suya entonando una melodía con la flauta ante el lugar que guardan las cenizas de Fidel en Santiago de Cuba. “Gracias a Fidel Castro yo tengo una carrera y por eso vine a regalarle esta Canción para un amigo. Gracias a su idea de crear un sistema de enseñanza artística al alcance de todos”, dijo aquella inolvidable mañana en Santa Ifigenia.

Tomado del diario Granma