Cosme Proenza ya no está físicamente entre nosotros. Sin embargo, su obra pictórica permanecerá. Esta certeza no es de ahora, sino de mucho antes…, digamos que de 1994, cuando en Galería Habana hizo pública su nueva línea pictórica con la exposición personal Boscomanía I. En 1998, Argel Calcines, editor general de la revista Opus Habana, órgano de la Oficina del Historiador de la Ciudad, me pidió que escribiera un artículo sobre el pintor. Este primer número de Opus Habana en el citado año, tenía una particularidad: dar testimonio de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba. En consecuencia, la perspectiva editorial de la revista se centró en la parte propiamente cultural de su estancia en nuestra capital. De ahí el artículo que recoge la presencia de su Santidad en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, donde oró frente a la urna funeraria que contiene los restos del presbítero Félix Varela; al que le sigue el relacionado con su visita, una mañana lluviosa, a la Plaza de la Catedral —ambos con un despliegue fotográfico de primera línea— y, como colofón visual de esta triada documental, mi texto sobre la obra pictórica de Cosme Proenza, bajo el título Retorno a los confines.

La virgen de la Caridad del Cobre, Cosme Proenza.

Si bien ya conocía parte de la obra pictórica de Cosme, la escritura de este artículo me corroboró un universo visual que ya había intuido en otros pintores mucho más jóvenes que él, pero, por razones obvias, aún sin la madurez intelectual y pictórica del holguinero. Si los movimientos de la vanguardia artística de inicios del pasado siglo se definían con el sufijo ismo, los actuales empezaban a hacerlo con el prefijo pos. En efecto, la obra de Cosme respondía a una corriente historicista europea representativa de la posmodernidad. Pero, a no dudar, era mucho más que eso. A diferencia de Europa, nuestra historicidad pictórica se había iniciado con el movimiento barroco a partir del siglo XVII; a fuer de justo con lo nuestro y, de paso, seguir la rima y embromar a los que siempre acatan toda terminología proveniente de afuera, definimos su pintura como posmedieval. Una de las obras que ilustró a toda página el antes citado artículo, San Cristóbal de La Habana, le fue obsequiada por la Arquidiócesis de la ciudad al Papa Juan Pablo II. Cabe destacar, por último, que ese número de Opus Habana terminó por definir el perfil editorial de la revista, al llevar a partir de entonces en portada una obra del artista seleccionado para cubrir la sección fija “El artista y la ciudad”.

…la obra de Cosme respondía a una corriente historicista europea representativa de la posmodernidad. Pero, a no dudar, era mucho más que eso.

Dos años después, en la 7ma. Bienal de Arte de La Habana, la exposición colectiva La pintura posmedieval cubana, inaugurada por el doctor Eusebio Leal Spengler en el pórtico de entrada al patio central del convento de San Francisco de Asís, en La Habana Vieja, tuvo como figura central a Cosme Proenza. En esta ocasión, se expuso en compañía de jóvenes pintores como Ernesto Rancaño, Ángel Ramírez, Roberto González y Rubén Alpízar, entre otros posmedievales. El grupo Ars Longa ambientó con su música el espacio expositivo. La arquitectura del convento hizo el resto. Lamentablemente, aún la tecnología relacionada con la telefonía móvil no se había generalizado en nuestro ámbito mediático. No obstante, cabe decir que, de todos los posmedievales, Cosme Proenza fue el más puro. Así lo recuerdo…, y lo recordaré siempre.