Me picó la curiosidad y entré a ver una mesa de diálogo convocada por ciertos intelectuales. Estos llevan tiempo pidiendo diálogo, sin yo saber exactamente de qué quieren dialogar, y me dije: He aquí la oportunidad de enterarme. Entré entonces al debate, ciertamente un poco tarde, pero no pude pasar de la primera intervención que vi.

De inicio mostré interés: se hablaba de crisis cultural. Desde que Richard Hoggart fundara su Centro de Estudios Culturales hace ya casi 60 años, mucho se ha escrito sobre crisis de la cultura. Son análisis de alta complejidad, que combinan elementos propios de la teoría social, la historia del arte, la antropología cultural, la filosofía, la economía política y un muy largo etcétera.

Sin embargo, no se trataba de eso. El ponente sustentaba su llamada crisis cultural a partir de comparar la producción de libros y espectáculos artísticos entre un año y otro. Por favor, quién que esté mínimamente enterado de los complejos fenómenos que tributan a una cultura puede dialogar con eso. Imagínense, bajo tales principios Corín Tellado es mucho más importante que Shakespeare o Cervantes: publicó la friolera de más de 5 mil libros. Entre tanto, el pobre Juan Rulfo sería un mediocre: apenas publicó tres.

En fin, la burocracia estaría de plácemes tras esa pitagórica intervención que, por lo desatinada, no se le ocurriría ni al estadístico de un Centro Provincial del Libro. Por lo pronto, para desintoxicarme, me fui a dialogar con Heguel y sus lecciones de estética, especialmente con su ensayo sobre la muerte del arte.