Caminar La Habana. Pasear sus calles, conocer a su gente, repetir las costumbres y las rutinas. Respirar, en un acto de nobleza, la ciudad y su historia. Todo ello, y un poco más, confluye en el libro La Habana nuestra de cada día, de Laidi Fernández de Juan.

El material, de Ediciones Boloña, es un regalo que, a través de las estampas del costumbrismo, hace revivir y resonar cada parte de La Habana.

“Vivo enamorada de La Habana desde que nací (…)”, asegura Laidi Fernández de Juan.

“Cuando recibí la propuesta de reunir artículos de costumbres en homenaje a La Habana, creí que sería tarea fácil dado el hecho de que llevo varios años escribiendo estampas. Sin embargo, cuando me dediqué a la tarea de seleccionar las crónicas más habaneras, para mi asombro encontré que muchas no abordan asuntos relacionados directamente con la llamada ciudad cortesana del sol, sino más bien con temas comunes a cualquier provincia cubana”, acotó Laidi en la obra.

“Este es un libro que decidí dividir en secciones. Sobre todo, pensando en el lector, que no tiene que navegar por todo el volumen si le interesa un tema en específico. Así encontramos capítulos como ‘La Habana en sí′, ‘Tipos sociales′, ‘Actitudes sociales′, ‘Humor nuestro′, ‘Lo cubano′, ‘Nuestra economía′, entre otros.

“Hay reflexiones dedicadas al humor cubano. De lo cubano se ha hablado mucho, con antecedentes como Emilio Roig, Jorge Mañach. Yo doy mi visión desde la amistad cubana, el cubaneo, cómo son las casas de los cubanos, los vecinos…”, explicó la autora.

“Una encuentra en La Habana muchas cosas reunidas: la belleza geográfica, el mar, el eclecticismo arquitectónico, la vida palpitante…”.

Una de las crónicas dice que “La Habana es un misterio que nos supera”. ¿Encontró Laidi ese misterio para escribir estos pasajes?

La Habana es una ciudad de una belleza extraordinaria, que solo se acepta por nosotros, sobre todo por la juventud, cuando nos alejamos de ella.

Ocurre como con el amor, como respirar, que de tan cotidiano dejas de verlo. Te parece que forma parte del paisaje humano natural. Pero no es así. La cantidad de ciudades que no trasmiten la calidez de La Habana es infinita. Yo vivo enamorada de La Habana desde que nací. Cuando he tenido que salir, la añoro, la extraño, la necesito. Me doy cuenta de cuán importante es para mí, no solo como ser humano, sino como creadora. Yo sin La Habana me apagaría, me secaría.

“La Habana es un misterio que nos supera”.

Una encuentra en La Habana muchas cosas reunidas en sí misma: la belleza geográfica, el mar, el eclecticismo arquitectónico, la vida palpitante de La Habana, el bullicio, las distintas zonas. Es un amor que siento auténtico, genuino; pero que también he heredado, mis padres amaban mucho a La Habana.

¿Por qué a través del costumbrismo?

El costumbrismo llegó a mí a través del estudio. Empecé a estudiar el humor literario en general y tuve que llegar al costumbrismo y me fascinó.

“Mi única pretensión es ser cronista de mi tiempo”.

A la literatura costumbrista casi nadie se dedica. Creo que ha sido mal reconocida, subvalorada. Me llamó mucho la atención porque es un género nutricio, que dice tanto y encuentras en él una época, un descalabro económico o una victoria social.

De tanto leer las crónicas de Emilio Roig, Jorge Mañach, Enrique Núñez, Zumbado, me aventuré. Un poco escribo lo que yo misma quisiera leer.

Mi única pretensión es ser cronista de mi tiempo…