No voy a relacionar los sufrimientos ocasionados al pueblo de Cuba, desde el triunfo de la Revolución hasta la fecha, por las agresiones desde Estados Unidos; han sido muchos, crueles, muy conocidos y muy divulgados. Una fábrica para la subversión, un negocio con raíces y redes muy profundas y actores de varias generaciones e intereses económicos y electorales, se ha instalado en la política doméstica de los poderosos vecinos para atacar a la Isla. Han necesitado echar mano a todo, a veces bajo formas realmente imaginativas, desde el rumor del retiro de la patria potestad a los padres, hasta los supuestos ataques sónicos a diplomáticos en La Habana, pero siempre con la meta de crear confusión y establecer una matriz de opinión internacional negativa.

Ahora la ofensiva se prepara contra todos los cubanos que apoyan a la Revolución —unos cuantos millones, por cierto—, que tradicionalmente Estados Unidos ha querido desconocer. El objetivo ha sido claro desde el principio: derrocar al gobierno. En los primeros años se engañaban a sí mismos con datos falsos; después se han empecinado en negar una realidad: la inmensa mayoría del pueblo apoya a la Revolución, aun cuando parte de esa mayoría manifieste, en privado o en público, muchas inconformidades e insatisfacciones con la gestión de no pocos políticos, gobernantes y funcionarios.

“La inmensa mayoría del pueblo apoya a la Revolución, aun cuando parte de esa mayoría manifieste, en privado o en público, muchas inconformidades e insatisfacciones”.

Al inicio, los planes para “derrocar a Castro” se mantenían en secreto; después se buscaban pretextos para justificar sanciones y medidas: “Cuba es satélite de la Unión Soviética”, “Cuba exporta revoluciones”… Aunque en los últimos tiempos más de una vez los políticos norteamericanos han actuado como si no necesitaran argumentos y disimulos para mantener y hasta recrudecer el bloqueo económico, comercial y financiero, y quedaran en el pasado aquellos de “Cuba está involucrada en el negocio de las drogas” o “Cuba auspicia las armas químicas”, todavía de vez en cuando ponen alguno de moda: “Cuba apoya al terrorismo”, “Cuba trafica con las personas”. El propósito se mantiene invariable: el “cambio de régimen”.

Los cambios en Cuba, desde hace 62 años, se han hecho desde la Isla. No todos han sido los mejores, incluso algunos, a mi entender, han sido equivocados, o erráticos, y han costado mucho; otros, no han sido readecuados o completados; sin embargo, la Revolución no cayó y los yanquis no pueden explicarse nuestros giros y transiciones para avanzar más o mejor en un complejo escenario de transformación y en el difícil proceso de emancipación, para derrotar la incultura, eliminar el abandono, erradicar la servidumbre, instaurar la justicia social, descartar la subordinación, prescindir de la dependencia y avanzar en las garantías a la dignidad plena del ser humano. Ese camino ha estado y está sembrado de peligros, desde los planes y campañas destinados a hacer fracasar el proyecto revolucionario, hasta las incapacidades, insuficiencias y equivocaciones propias.

Si en otro tiempo costó sangre y predominó la agresión armada con una invasión y una guerra irregular derrotadas, o bajo diversas operaciones, como la de introducir agentes bacteriológicos dañinos, asesinar a diplomáticos, incrementar la guerra mediática tradicional con la invasión del espacio radioelectrónico, usar las migraciones y el secuestro, etc., hoy vale todo. Parece ser que la variante elegida es un primer momento de “ablandamiento artillero” con las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, y después, el paso a la resistencia pasiva y a la desobediencia civil, junto al terrorismo y la insurgencia; se comienza con la división familiar y entre amistades, pero el fin es provocar una “guerra civil” dirigida a distancia, desde refrigeradas oficinas, por quienes, incluso, no descartan una intervención armada, que ha sido rechazada desde hace décadas por los propios círculos militares de EE.UU.

“Ahora la ofensiva se prepara contra todos los cubanos que apoyan a la Revolución —unos cuantos millones, por cierto—, que tradicionalmente Estados Unidos ha querido desconocer”. Foto: Tomada de sitio del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) del Uruguay

Si bien a lo largo de la Historia se han producido muchas guerras civiles en el mundo, ahora se manipula el concepto. Guerra civil fue la de Secesión de Estados Unidos, entre 1861 y 1865, cuando se enfrentaron más de 2 millones de soldados de varios estados del norte industrializado y abolicionista contra más de un millón de efectivos del sur agrícola y esclavista; guerra civil fue la española, con decenas de miles de partidarios de la república y otras decenas de miles defensores de la monarquía, apoyados unos y otros por varias potencias. Sin embargo, en Cuba ocurrió una rebelión popular armada contra el ejército de la dictadura de Fulgencio Batista; fue una Revolución que desmintió el mito de que no podía tener éxito ningún levantamiento contra las fuerzas regulares del Estado, apoyado por el gran imperio del siglo xx.

Mucho menos hubo “guerra civil” en el escenario de la agresión a Playa Girón en 1961, cuando todavía algunos engañados creían que el tránsito de la ciénaga de Zapata a La Habana sería una “Caravana de la Libertad”, como la que se produjo en los primeros días de enero de 1959. La Revolución se proclamó socialista el día en que fue atacada militarmente. Fue una torpeza yanqui enfrentarla con métodos tradicionales aplicados en América Latina con relativo éxito. No conocían a Cuba. El embajador Smith se autoengañó o engañó a su gobierno en su alianza con Batista, al afirmar que los rebeldes nunca tomarían el poder y se debía seguir apoyando al sátrapa. También Kennedy fue engañado y se “embarcó” con las falsedades de la administración anterior para dar curso demócrata a planes republicanos de invadir a la Isla. Este mismo presidente reconoció la derrota de Playa Girón y se adjudicó la responsabilidad. Estuvieron y continúan estando mal informados y asesorados; su prepotencia les hace perder la objetividad y evalúan a la sociedad cubana sin conocerla. No se la explican.  

Proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana en abril de 1961. Foto: Tomada del sitio del Minrex

Solamente dos mandatarios de Estados Unidos, James Carter y Barack Obama, han tratado de cambiar los métodos de enfrentamiento a la Revolución cubana, quizás porque se dieron cuenta de que contra el apoyo mayoritario del pueblo a la construcción socialista es muy difícil actuar. Los dos buscaron otras vías para lograr el mismo fin, pero no les dio tiempo a recorrerlas según sus planes. Estados Unidos tiene hoy embajada en La Habana gracias a ellos, y ahora sus gobernantes están más cerca de la conspiración en Cuba debido a las redes de comunicación creadas en el último período de Obama.

En las contiendas de este siglo, para que el chantaje y las sanciones obtengan resultados, se necesita una constante guerra cultural, que incluye una fábrica con tres turnos al día de falsas noticias, una sucesión de campañas y ataques para desacreditar al contrario, la sistemática presión en todas direcciones para desprestigiar al país agredido, la difamación constante de sus dirigentes ante cualquier desliz, la humillación y el rebajamiento de la autoestima del pueblo atacado, la depreciación de sus símbolos culturales y patrióticos hasta anularlos, la contraofensiva hacia éxitos logrados y su reducción a fracasos, la manipulación de la historia y la aniquilación de la memoria, la continuación cruel e inhumana de sanciones económicas hasta asfixiar… Y después, la guerra armada “salvadora”.

“Pero Cuba no es Serbia, ni Libia, ni Irak, ni Afganistán… Cuba is different.

Pero Cuba no es Serbia, ni Libia, ni Irak, ni Afganistán… Cuba is different. De raíces españolas, no somos hispanófilos ni antiespañoles; de cultura propia forjada en las luchas independentistas, no somos antinorteamericanos, sino antimperialistas; somos, orgullosamente, latino-africanos, bantú-andaluces, chino-ararás, congo-caucásicos… Nos enorgullecemos de ser un pueblo alfabetizado, con más del noveno grado de escolaridad como mínimo, y no solemos dejarnos engañar; nos percatamos rápidamente de la manipulación de las noticias, vengan de donde vengan; nos tenemos una alta estima porque hemos derrotado militarmente y sin odio a imperios autoproclamados invencibles como España y Estados Unidos; hemos probado más de una vez nuestra enorme capacidad de resistencia, quizás ya incorporada al ADN criollo, junto con la irreverencia y el sentido del humor; hemos recibido la gravitación de líderes de la talla de Martí y Fidel; nuestros símbolos patrios están unidos de manera entrañable a la cultura, lo que resulta un patrimonio muy difícil de desarraigar; es muy difícil renunciar a esta Historia.

Guardamos en la memoria las satisfacciones y las alegrías, pero tampoco olvidamos ofensas o escarnios; estamos operados de los nervios; nadie nos quitará festejar los éxitos logrados con tanto sacrificio. Más del 85 % del pueblo cubano apoyó la constitución socialista; algunos de los que votaron a favor no son ni siquiera revolucionarios, y del 15 % que votaron en contra, los hay que están más cerca del socialismo de lo que ellos mismos creen. Cuba is different. Allá los que prefieran el amo a la patria; los esperan, como diría el poeta, las oscuras manos del olvido.

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