¿Diálogo o discusión violenta?

Carlo Figueroa
3/2/2021

Lo que ha venido ocurriendo desde finales del año pasado se parece más a una discusión/provocación violenta que a una conversación amable. La palabra “diálogo” se ha convertido en una cita permanente en los medios digitales, redes sociales y en cuanto espacio se nos pueda ocurrir. De tanto repetirla, da la sensación de que en Cuba no se dialoga, nadie intercambia ideas, que vivimos en un país de oídos sordos.

Los últimos sucesos ocurridos frente al Ministerio de Cultura (Mincult) en La Habana se han convertido, por obra y gracia del espectáculo mediático premeditado, en un acontecimiento que se puso a competir con las alarmantes cifras de cubanos contagiados con laCOVID-19, pero como las manipulaciones tienen patas cortas, la batalla por la vida sigue superando por mucho las incitaciones al desacato, a romper los límites de lo permitido tanto legal como socialmente. No pretendo redundar sobre lo que otros colegas y medios han explicado con tanta claridad, acaso llamar la atención sobre una verdad que nos supera, porque es en principio una verdad histórica: en todos estos años de proceso revolucionario, en el país no ha faltado el diálogo y menos en los escenarios artísticos.

Tampoco podemos ocultar el sol con un dedo y es posible que muchas cosas estén por resolverse y las causas pueden ser tan diversas como los motivos de esos diálogos. Por otra parte, está claro que el diálogo puede ser tanto una conversación amable como una discusión violenta. Aceptar las posturas del interlocutor y la disposición de los participantes a modificar sus propios puntos de vista a favor de un bien común es la esencia principal de cualquier intercambio donde difieren las visiones.

La posibilidad del diálogo seguirá ahí, pero como en todas las batallas que libra este país, siempre que no venga condicionado ni agitado desde cómodas oficinas en otros países. Foto: Escambray.cu

Sin embargo, lo que ha venido ocurriendo desde finales del año pasado se parece más a una discusión/provocación violenta que a una conversación amable. Los hechos están motivados por pagos adelantados o no a quienes aparecen como dialogantes y no son más que representantes de intereses extranjeros para crear el caos y las divisiones en el ámbito cultural, en un sector que suponen vulnerable por moverse en el campo de las ideas, que es cuestionador per se, y más en un espacio donde lo intangible tiene el mismo valor que lo palpable.

Es evidente que, al subir el tono de sus reclamos, alinearse con extremistas y vulgares opositores, la presencia de grupos y medios de comunicación pagados por agencias de los Estados Unidos y con un activismo en las redes sociales bien remunerado, hacen más difícil que nunca cualquier encuentro que traiga como resultado el bien nacional. Se busca a todas luces desequilibrar, transmitir la imagen de un país dogmático, carente de interlocutores capaces y gobernado por represores culturales.

Cuando revisas la trayectoria histórica de las instituciones y organizaciones que representan a los artistas cubanos y a otros sectores intelectuales, es fácil comprobar cuántos asuntos se han resuelto desde el diálogo, cuánto se ha fortalecido por años la institucionalidad cultural a partir de la crítica, el cuestionamiento,
los reclamos, la alerta temprana. Me atrevo a asegurar que los dividendos de esos diálogos (que en muchísimas ocasiones no han sido nada amables), superan los lunares que hoy ven quienes hacen fila o, en el peor de los casos, coquetean y hasta se toman el café con el enemigo.

Si la realidad del arte y la cultura cubana fuera tan caótica, estoy seguro que los reclamos no serían únicamente de aquellos que se apostan frente al Mincult, teléfonos en mano, periodismo amarillista por medio y dinero sucio en los bolsillos, a pedir lo que ellos mismos impiden con sus posturas arrogantes y carentes de legitimidad. Si estuviéramos ante una crisis tan agobiante, lo mismo estuviera sucediendo en el resto de Cuba, y no es así. Unos pocos, poquísimos imitadores han participado desde la lejanía. La posibilidad del diálogo seguirá ahí, pero como en todas las batallas que libra este país, siempre que no venga condicionado ni agitado desde cómodas oficinas en otros países.

La mejor respuesta está en la fortaleza de las instituciones, que no han cerrado ni apagado sus luces en medio de una contingencia sanitaria tan abrumadora. La mejor y más oportuna respuesta está en la inmensidad de los creadores que se levantan todos los días por conquistar sus sueños, fomentar el imaginario social, hacer crecer la riqueza cultural de este país, que en pocos lugares como en Cuba es un derecho conquistado. Una conquista tan válida como el no estar de acuerdo, pero con la diferencia de que somos más, muchos, muchos más los que aprovechamos los espacios para crear y disentir.
 

Tomado del perfil de Facebook del autor