Mozart y Mambo es de las propuestas más sugerentes que podemos encontrar en el ámbito musical actual. Desde el título mismo es ya una provocación a conocer; descubrir qué tanto pueden tener en común una personalidad artística, llamémosle de ese modo, de la talla del maestro Wolfgang Amadeus Mozart, con un género caribeño como el mambo. Sin embargo, los nexos son establecidos desde otra perspectiva: la que ensalza el paradigma de lo clásico, pero con una mirada diferente en tanto establece un diálogo cultural trasatlántico entre Europa y el Caribe.

“¿Quién iba a decir que un instrumento como el corno podía empastar tan bien en géneros bailables de la música cubana desde el rol de protagonista?”

La interpretación de Sarah Willis, perfecta e históricamente bien informada, es apreciable en la manera en que la cornista asumió ambos repertorios, uno ya asimilado por la tradición que la precede, y otro absorbido por la pasión que profesa a la cultura cubana. ¿Quien iba a decir que un instrumento como el corno podía empastar tan bien en géneros bailables de la música cubana desde el rol de protagonista?

Sarah Willis ha hecho historia, no solo por lo novedoso de situar al corno en este papel, sino también por su labor de gestión, al aunar a una serie de compositores con el mismo propósito, de crear obras originales para este instrumento, poco común en la actualidad —al menos— en nuestro ámbito latinoamericano, caribeño y en especial, cubano. A pesar de que hay una serie de obras que fueron inspiradas en géneros de la música popular cubana, y a más de uno se le ha visto mover los pies al escucharla, toda la música de este álbum es, sin duda alguna, música de concierto.

El corno de Sarah, parafraseando el coro de Sarahchá, sonó y seguirá sonando a ritmo de guaguancó, chachachá, son, danzón y hasta de changüí. Sarah Willis ha demostrado una vez más su virtuosismo y destreza técnica en su instrumento, así como su gran sensibilidad en la interpretación de repertorios clásicos, en el más amplio sentido de la palabra, entendiendo clásico, no solo como aquello enmarcado en un periodo de tiempo convencionalmente asociado a la época de la Ilustración, o a lo clásico, entendido como la música académica en general; me  refiero a una Sarah Willis capaz de asumir la esencia de aquello que, por su trascendencia e implicación social, cultural, es considerado como clásico en tanto canon, o patrón estético, es el caso del conocido chachachá “El bodeguero” de Richard Egües o “Veinte años” de María Teresa Vera. En esta ocasión, ambos arreglos a cargo de Jorge Aragón.

El corno de Sarah sonó y seguirá sonando a ritmo de guaguancó, chachachá, son, danzón y hasta de changüí. Foto: Tomada de la Orquesta Filarmónica de Berlín

Es aquí, precisamente, donde encontramos ese valor añadido de la propuesta de Mozart y Mambo en su segundo volumen que, más allá de un título comercialmente hablando, bastante atractivo, es un excelente “producto” artístico que recomiendo a todos los públicos independientemente de sus edades y procedencias.

No se debe perder la oportunidad de escuchar la calidad de una orquesta como la del Lyceum Mozartiano de La Habana, dirigida por José Antonio Méndez. De hecho, en la actualidad, la mejor de nuestro país, cuando de música clásica se habla. Esto sumado a los invitados que intervienen en la propuesta como Carlos Calunga, Enrique Lazaga y las estrellas de la Sarahbanda, hacen de Mozart y Mambo, una exquisita obra para el disfrute.