El desafío del bisiesto

Thais Gárciga
3/2/2017

Es el 1ro. de enero de 2016. En la capital cubana muchos aguardan con ansias por que llegue la noche. Ese día el Gran Teatro de La Habana reabre sus puertas —luego de un trienio de cierre por reparación—, con el añadido de incluir el nombre de la bailarina cubana más importante del siglo XX: Alicia Alonso.

Como ya es tradición anual, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) presenta una gala dedicada al aniversario del Triunfo de la Revolución cubana. La función titulada Tríptico Clásico muestra fragmentos de piezas del repertorio de la compañía: Giselle (acto I), El lago de los cisnes (acto II) y Coppélia (acto III).

Días después, La Jiribilla acudió una mañana, de modo casi imprevisto, para conocer sobre la reinauguración del otrora Teatro Tacón. Nos preguntábamos, como la mayoría que anhelaba ingresar nuevamente a sus salas, qué mostraría de diferente la cartelera, qué valor agregado le otorgaba el hecho de ostentar el nombre de una de las últimas primas ballerinas assolutas en el planeta. A muchas personas también les preocupaba si continuarían las interminables filas de antaño en la taquilla por adquirir las entradas para el ballet.

La bienvenida que a la sazón nos brindaron consistió en un recorrido por los diferentes espacios y salas donde tendrían lugar las funciones, conciertos, presentación de publicaciones, exposiciones, conferencias, entre otras acciones. Al unísono, escuchábamos la explicación en síntesis acerca del complejo proceso de restauración, al ser este un edificio patrimonial que posee valores museístico, arquitectónico, histórico, artístico y también político.


Intervención del inmueble durante el periodo de restauración. 

Esta manzana privilegiadamente céntrica ha sido escenario de relevantes eventos culturales, incluso, de acontecimientos trascendentales para la nación. Fue este el lugar donde Barack Obama, el primer presidente afroamericano en la historia de EE.UU. y también el primero en visitar la Isla en más de 50 años, pronunció el discurso dirigido a la sociedad civil cubana, durante su visita a la Isla en marzo de 2016.

Al cabo de un año, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso (GTHAA) celebra su retorno a la vida cultural del país, tras un periodo de inactividad entre 2012 y 2015. Regresamos a él como hace más de 300 días, solo que ahora con mucho menos escepticismo.

(Re)encuentro divino

El año 2016 fue singular para el GTHAA, un periodo difícilmente olvidable para quienes allí laboran, sin horario fijo de entrada o salida. Junto a los nuevos equipamientos tecnológicos y materiales, se sumó al equipo de veteranos un colectivo de jóvenes, varios de ellos totalmente inexpertos en el área de las artes escénicas.

Raisa Martínez es una de las empleadas de mayor antigüedad. Forma parte de la plantilla desde el 11 de diciembre de 1998, y es la jefa de auxiliares de sala a día de hoy. Cuando clausuraron el teatro temporalmente, a ella la reubicaron en el Centro Cultural Bertolt Brecht y a una parte de sus compañeros los enviaron al Teatro Nacional. Hacia allí también se dirigió buena parte de los asiduos al Coloso de Prado, puesto que las funciones del Ballet Nacional las trasladaron para la Sala Avellaneda de esa institución.


Montaje del escenario de la Sala García Lorca, Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, semanas antes de su reinauguración.
Foto: Cortesía Ernesto González.

“El día que reabrió el teatro fue muy emocionante, a pesar de que no vino el público orgánico. La función se ofreció a personalidades y dirigentes del país y la cultura en general. El 3 de enero sí asistió el público habitual. Ese domingo fue el mejor para mí”, recuerda.

 

“Para los que llevábamos más tiempo significaba no solo el reencuentro entre compañeros, sino con este lugar. Teníamos tremenda alegría porque nos veíamos en nuestra casa, rodeados de gente, en un ambiente que extrañábamos. Este teatro tiene algo que te hala. Uno logra olvidarse de los problemas a pesar de que aquí tienes que lidiar con situaciones difíciles, principalmente con el público, porque hay gente muy complicada”.

Para las acomodadoras resulta harto difícil controlar a los asistentes cuando comienza la función. Martínez afirma que los días más tensos son cuando se presenta el BNC. “Es cuando más se llena la sala. Vienen muchos extranjeros y tenemos que estar atentas para que no tomen fotos ni videos.

 

“El público es bastante indisciplinado en ese aspecto, a veces hasta tiran fotos con flash; antes de cada función se anuncia por audio que está prohibido, pero la gente se olvida de esa advertencia y nosotros tenemos que ir a llamarles la atención; incluso, ha sucedido que al poco tiempo la misma persona vuelve a tirar la foto con flash. Esa situación es bastante molesta tanto para nosotras como para los que están alrededor”.

Ernesto González, subdirector técnico-artístico y uno de los jóvenes que se incorporó a la plantilla, explica que “en ocasiones las personas quieren entrar con bebidas; eso provoca que después dejen las lunetas manchadas, mojadas, y queden los desechos en la sala. De igual modo, hemos tenido que lidiar con periodistas y fotógrafos que ni siquiera son serios y cometen la misma indisciplina. No se dan cuenta de que un flashazo puede provocar la caída de un bailarín en medio de una variación. Definitivamente, tienes que tener temple para este trabajo y soportar los malos tratos de las personas que no aceptan ser requeridas”.

A pesar de esos momentos desagradables y el agotamiento, Raisa confiesa que “cuando trabajamos en conjunto se nos olvida el cansancio y lo disfrutamos. En temporadas intensas de función nos apoyamos mucho unos a otros para que todo salga bien. Ha habido días en que los técnicos han amanecido aquí. Con la visita de Obama tuvimos una preparación tensa, igual que con la Gala Ballet Royalty, la premiere de la compañía de Carlos Acosta, el Festival Internacional de Ballet, el ensayo para el concierto de Plácido Domingo. En esas semanas se unían el día con la noche”.

Ernesto reafirma que han logrado una buena química entre las distintas generaciones. “Ayudar a los demás a realizar una tarea, aunque no tenga relación directa con tu contenido de trabajo, habla de la complicidad que existe en el colectivo. Las funciones llevan muchas horas de preparación. Cuando un espectáculo termina, hay que desmontar todo el equipamiento escénico y eso puede tardar hasta una madrugada”.

La mística de la escena

Álvaro Zúñiga, de 31 años, es actualmente jefe del área técnica. Al Gran Teatro llegó con nula experiencia en esa materia. “Me gradué de Comercio, pero nunca lo ejercí, ni había trabajado antes en nada relacionado con el ámbito cultural.

“Durante los meses previos a la reapertura, específicamente en la etapa de montaje del escenario, nos enseñaron el funcionamiento de los nuevos equipos de sonido y luces. Así empecé como luminotécnico. Fue un aprendizaje desde cero, tanto para mí que acababa de llegar como para los veteranos. Igualmente, hemos pasado cursos y talleres, nos hemos nutrido de la experiencia y el intercambio con los artistas y técnicos extranjeros.


Alrededor no hay nada. Acosta Danza

“Al principio, mi vínculo con las compañías se limitaba al personal técnico. Ahora, como especialista principal, soy un mediador entre ellas y nosotros en ese aspecto. Los grupos tienen exigencias y respondemos a esos pedidos según las posibilidades con que contamos. Mi objetivo es coordinar los horarios para organizar al personal de las compañías y el teatro, de manera que el montaje sea satisfactorio.

“También hay que tener en cuenta que somos un solo equipo técnico y que trabajamos ininterrumpidamente durante todo el año para atender a los grupos que se presentan. De ahí que tenemos que negociar con los artistas porque tampoco podemos sobrexplotarnos, y ellos a veces demandan planes de trabajo que no podemos satisfacer. Hay grupos que tienen temporadas más largas o una escenografía más compleja que otros. Para eso estructuramos esquemas de trabajo: hora de entrada de los bailarines, qué locales van a utilizar, etc…

“Este lugar te compromete emocionalmente. Aquí sientes que las personas no son solo tus colegas, sino también tus amigos. Nosotros terminamos de trabajar y salimos a despejar a otro lugar. No sé si es algo místico, pero me siento feliz cuando llega el viernes y sé que la función va quedar bien, que todo está listo al cien por ciento”, confiesa Álvaro con alivio.

Adeptos, eufóricos y otros públicos

Desde hace décadas, el público habitual de este lugar se ha especializado según las preferencias por las distintas manifestaciones danzarias. Enmanuel George, especialista principal en el área de Comunicación, se percata de ello por las conversaciones e intercambios en el lobby antes del inicio de cada función. “Cada quien tiene sus bailarines favoritos, por eso las personas vienen el día que ella o él se presentan, y no por la fecha que les es factible. Uno se da cuenta de que no llegan casuísticamente o por falta de opciones a donde ir, sino que se planifican para una noche determinada poder ver al elenco que ya saben de antemano va a subir a escena”.


El fantasma. Ballet Español de Cuba.

Mas, quienes mejor pueden describir al público son los veladores de sala. Ellos conocen al detalle las características de los asiduos a este lugar. “El público del lírico, por ejemplo, no se parece al del Ballet Español", comenta Raisa. “Los aficionados del Ballet Nacional son seguidores empedernidos: los escucho discutir, oigo sus comentarios y cómo se pelean entre ellos porque cada quien tiene su favorita”.

 “Este teatro en específico tiene muchas presentaciones de ballet, buena parte de los que asisten son conocedores eufóricos de ese arte”, argumenta Ernesto. “Con algunas compañías vienen públicos afines a los bailarines por otras razones, quizá motivados por los talleres que realizan.

“En el caso de Danza Contemporánea de Cuba, atrae a muchos bailarines y estudiantes, además de gente que gusta de ese tipo de danza. Con ellos sucede algo particular: los bailarines contemporáneos son muy unidos; sin importar en qué parte del mundo estén o si ya no bailan en la compañía, vienen aquí a verse, a reunirse, porque tienen un espíritu de complicidad y camaradería muy fuerte”.


El Cristal. Danza Contemporánea de Cuba

El Gran Teatro que sigue siendo

El proceso de restauración no solo le devolvió al GTHAA la majestuosidad que de a poco se iba extinguiendo en el inmueble antes de que intervinieran arquitectos e inversionistas. En esta etapa que comenzaba, también se gestó al unísono una estrategia de programación dirigida a devolverle el esplendor que ostentaba este centro cultural.

Enmanuel ha trabajado directamente en el área de promoción de los espectáculos y eventos, que no han sido pocos en esta nueva etapa; así como tampoco los retos de pertenecer al colectivo de un centro bajo el peso de la nominación que porta oficialmente desde el 8 de septiembre de 2015.


Alicia Alonso, prima ballerina assoluta y directora del Ballet Nacional de Cuba.

“Es innegable el cambio sustancial que provocó el hecho de que el teatro reabriera con el nombre de Alicia Alonso, la figura cimera del ballet cubano, quien además es admirada a nivel global. En este caso tiene un valor singular porque se trata de una persona viva, lo cual es sumamente favorable puesto que estamos acostumbrados a los homenajes póstumos.

“Desde el inicio, el edificio entero se redimensionó por las salas y varios eventos que ha organizado, fundamentalmente de espectáculos de ballet clásico, teatro lírico y danza contemporánea.

“A la par, fueron incorporados otros de importancia nacional e internacional de un impacto mediático considerable: I Bienal de Diseño, II Semana de la Moda, XII Festival Internacional de Coros, Corhabana; además, contamos con la galería Orígenes por la que han transitado relevantes muestras colectivas y personales”.


II Semana de la Moda

Los recorridos por el Gran Teatro figuran entre las ofertas que se retomaron y superaron las expectativas, incluso en el aspecto económico. “Antes del cierre del inmueble, el número de visitas guiadas era ínfimo. En el presente es una de las mayores atracciones, gracias a la cual se han recaudado ingresos por encima de los pronósticos. Entre nuestros visitantes no solo contamos con turistas extranjeros y público local, sino también entidades interesadas que solicitan estos recorridos a modo de estimulación para sus colectivos laborales”.

Sin lugar a dudas, el GTHAA tuvo un rol capital en la vorágine de sucesos trascendentales de carácter cultural y político que acontecieron en el país durante el año precedente. En 2017 el coloso del Prado cumple 180 años de fundado, y por tal motivo planean un festejo que se prolongará todo el periodo anual. Se esperan presentaciones especiales, actividades colaterales, exposiciones, ciclos de conferencias sobre la historia del teatro… No obstante, para el día exacto del aniversario —será el 18 de abril— el equipo tiene reservado una programación diferente que homenajeará no solo la historia de esta plaza cultural de más de un siglo, sino un presente que recontinuó hace 366 días y contando.