El día después…

Marilyn Garbey Oquendo
28/12/2016

El Odin Teatret finalizaba su odisea de 2016 por Cuba, atrás quedaban las emociones y debían llegar las reflexiones al respecto. Entonces murió Fidel y el orden se trastocó. ¿Era posible pensar en el teatro en tales circunstancias?

A diario veo imágenes de los inmigrantes arribando a Europa, huyendo de las guerras y del hambre, y con harta frecuencia despido a amigos que se van a otro país. Cualquiera de ellos podría ser protagonista de La vida crónica, uno de los montajes que presentó en La Habana la tropa afincada en Dinamarca. De rara belleza, que no esconde su carácter artesanal, la acción transcurre en un pequeño espacio, con música interpretada en vivo por los actores, de estructura narrativa dislocada, nada es lineal.

“¿Recorren nuevos sueños por Oriente y Occidente?” [1]: ha sido esta la pregunta más inquietante lanzada por Eugenio Barba en esta ocasión. Porque cada encuentro con el Odin y con su director impulsa a contrastar ideas; dialogar con ellos es una invitación a romper con lo aprendido y volver a empezar.

Odin Teatret y su odisea de 2016 por Cuba
Foto: Tomada del sitio web del grupo

Ir contra lo rutinario es un duro ejercicio, por eso conmueve ver a los actores del Odin en escena, reinventándose tantas veces para propiciar un diálogo auténtico con el espectador.

Ya  no está de moda el trabajo constante, ahora se persigue el éxito fácil. Atrás quedaron las extenuantes sesiones de entrenamiento actoral para alcanzar la presencia escénica. A cualquier acción hoy puede colgársele el cartelito de “Teatro”, no importa si vienen los espectadores porque el monólogo autorreferencial suplantó al diálogo. Esa es una parte de la realidad que vivimos, de ahí que reencontrarse con viejos paradigmas de la creación y de la ética haya sido gratificante; son miembros de un grupo humano que respeta las individualidades para trabajar en pos de comunes objetivos, gente que acumula muchos años de vida y derrocha vitalidad, porque están atentos a lo que sucede en su entorno y, cada día, buscan un impulso para hacer el teatro que quieren compartir con los demás.

Ir contra lo rutinario es un duro ejercicio, por eso conmueve ver a los actores del Odin en escena, reinventándose tantas veces para propiciar un diálogo auténtico con el espectador. Roberta Carrieri conserva intacta aquella fuerza arrasadora de su Judith, matizada por el personaje que ahora interpreta, por el paso de los años en la vida y en el teatro. Y lo subrayo porque a veces percibo señales indicatorias de que el trabajo del actor parece en camino hacia la extinción. Su extraordinario desempeño en escena fue una lección de talento perseverante. 
 

Me estremeció la noticia de que el Odin se extinguiría cuando desapareciera físicamente el último de sus más veteranos miembros, pero entonces recordé la letra del bolero: “la realidad es nacer y morir”.Ha vuelto el Odin Teatret, y en talleres y conferencias sus integrantes mostraron cómo se entrenan, revelaron sus maneras creativas y refirieron su poética. A estas alturas, recuerdo los cuestionamientos que se les hacían por allá por los 80 del pasado siglo. Ahora son aplaudidos y venerados, pero me pregunto cuán útil puede ser esta odisea teatral de 2016, cuánto aportará a un medio teatral cada vez más adocenado. Me une a ellos una relación estrictamente profesional, he crecido al calor de su influencia, he visto casi toda la producción que han traído a Cuba, he leído todo lo que han escrito y ha llegado a mis manos. Sus interrogantes quedarán asentadas en mi mente por largo tiempo.

Me estremeció la noticia de que el Odin se extinguiría cuando desapareciera físicamente el último de sus más veteranos miembros, pero entonces recordé la letra del bolero: “la realidad es nacer y morir”. Así es para cualquier hombre o mujer, para cualquier grupo de teatro. Y luego supe que los habitantes de Hosltebro exigieron la continuidad del grupo, necesario para su comunidad. A las funciones del Odin en La Habana asistieron casi todos los de mi generación que seguimos empeñados en el teatro y en vivir de este lado de la orilla, y también vi a muchos jóvenes espectadores.

Asegura el periodista Ignacio Ramonet que “aunque las amenazas militares no han desaparecido, algunos de los peligros principales que corren hoy nuestras sociedades son de orden no-militar: cambio climático, mutación tecnológica, conflictos económicos, crimen organizado, guerras electrónicas, agotamiento de los recursos naturales…” [2]. De todos esos asuntos versa La vida crónica, de seres humanos que van en busca de un sueño, interrumpido por innumerables amenazas, pero que no cejan en el empeño.

Es posible que alguna vez Eugenio Barba soñara que su grupo, fundado hace más de 50 años, se convirtiera en necesidad para sus espectadores. Me he preguntado sobre las posibles razones por las que siguen en pie, con tanta irreverencia, haciendo teatro, y recordé la entrevista a un testigo incómodo del siglo XX, el escritor alemán Gunter Grass, concedida poco antes de su muerte: “El hecho de que trabaje lo máximo posible me sirve para probarme a mí mismo que he sobrevivido, que existo y que sigo viviendo, que estoy vivo”.  [3].

Ya es diciembre y casi se acaba el año 2016, marcado por la muerte de Fidel, y también por la presencia del Odin Teatret entre nosotros. Es posible construir la utopía, hay muchas maneras de hacer caminos en este mundo.

 

Notas:
1- Tomado del programa del Odin Teatret
2- Ignacio Ramonet: “Las 10 claves que explican el Nuevo sistema mundo”. Tomado de Cubadebate.
3- Gunter Grass: “el dolor es la principal causa que me hace trabajar y crear”. Tomado de El País.