me mira con cara de asesino 

porque sabe que jamás 

podría masturbarme al imaginar 

su pene erecto 

o su sonrisa. 

Si una noche pone un arma bajo mi cuello 

tendré que abrir las piernas sin remedio, 

y evocar la tímida lengua de su esposa 

convidándome a través de la cortina, 

mientras él, ajeno al golpe, 

me mira con cara de asesino.