El Martí de Quintanilla

Mabiel Hidalgo Martínez
20/7/2020

De profundo impacto, de fascinación ante el arte capaz de convertir el metal en vida, y sobre todo de reverencia, nos resulta la contemplación de la escultura en bronce de nuestro Héroe Nacional José Martí que se erige en la Sala General de la Biblioteca Nacional de Cuba que lleva su nombre, y hacia la cual se encaminan nuestros pasos tan pronto cruzamos el umbral de una institución donde el saber y la cultura se integran para dar la bienvenida a estudiantes, profesionales, maestros y cuantos cubanos o extranjeros sienten el cosquilleo de aprender, de saber más, de nutrir el intelecto.

La obra, acerca de la cual se puede decir que es el rostro más grande bajo techo y tal vez menos conocido de José Martí, es creación del escultor cubano Juan Narciso Quintanilla (Pinar del Río, 8 de febrero de 1950), portador de sensibilidad y de la capacidad y destreza necesarias para representar al Maestro y colocarlo, rodeado de simbolismo, en la principal institución bibliográfica cubana.

La obra  es el rostro más grande bajo techo y tal vez menos conocido de José Martí.
Foto: Internet

 

Juan Quintanilla tiene en su haber un currículum extenso, avalado por premios y menciones, y un significativo número de piezas escultóricas de diferentes formatos y contenidos expuestas en Cuba y el extranjero, además de ser profesor y fundador del Instituto Superior de Arte, miembro de la Uneac y ostentar la Distinción por la Cultura Nacional. 

Más de un año de faena les llevó a Quintanilla y sus ayudantes —el joven escultor Víctor Viera y el arquitecto Rómulo Fernández— culminar la escultura que, hasta el presente, es la mayor de su tipo bajo techo, con más de dos metros de altura.

La fecha seleccionada para su inauguración coincidió con la de la acción revolucionaria de la que fue Martí autor intelectual: el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953. El día de la Santa Ana, pero de 2009, concurrieron al acto de develación el entonces director de la Biblioteca Nacional, doctor Eduardo Torres Cuevas, el doctor Eusebio Leal, representantes de la Oficina del Programa Martiano, especialistas de la institución y su creador, Juan Narciso Quintanilla, a inaugurar la escultura del Apóstol.

“El pensamiento del Maestro continúa siendo la principal fuente de inspiración nacional en este siglo; por ello, ubicar el monumento en el centro de la Biblioteca constituye un legado inapreciable para nuestra juventud y las futuras generaciones”. El Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, resumía en su discurso inaugural el valor de la obra y la atinada selección de la institución que la acogía.

El Martí de Quintanilla renace de la Mayor de las Antillas, bañado por el mar Caribe que nos distingue culturalmente como región. Su cuello se eleva cual la esbeltez de la palma real, símbolo de cubanía, y nos convida a ahondar en lo profundo de la esencia humana, un sentimiento que la figura martiana nos transmite. La frondosidad de su cabeza representa la magnitud de su pensamiento, su ilimitada capacidad de creación, su elocuencia. El artista conjuga los elementos de la naturaleza para acercarnos a uno de los hombres que amó por encima de todo a su patria.

Esta no es la primera escultura de Martí en la Biblioteca Nacional. En la década del ochenta, con la dirección del doctor Julio Le Riverend, le fue entregada a la institución una escultura en bronce de José Martí, de cuerpo entero, réplica de la que se alza en el Paseo de la Reforma y Plaza José Martí en Ciudad México. Esta permaneció varias décadas a la entrada de la Biblioteca Nacional, y hoy se encuentra colocada muy próxima a la Sala Circulante.

Otras representaciones escultóricas del Apóstol existen en la capital: el majestuoso Martí del Parque Central de La Habana, el Martí colosal de la Plaza de la Revolución, el adolescente aherrojado de la Fragua Martiana, la estatua ecuestre del Parque 13 de marzo que lo representa mortalmente herido en su caballo, el Martí denunciante de la Tribuna Antimperialista y tal vez algún otro que escape a nuestra memoria.

Escuelas, parques, centros laborales e instituciones enaltecen la figura y el ideario martiano en disímiles materiales y formatos; pero el Martí de Quintanilla, en la Biblioteca Nacional de Cuba, además de honrar al Maestro, es símbolo de cubanidad y amor a ese tronco frondoso tan bien representado por el artista Quintanilla.