El triste vicio de ficcionarse

Antonio Rodríguez Salvador
28/4/2020

Cierta vez Mario Vargas Llosa escribió: “Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores”. En otra ocasión, dijo: "El periodismo es como una arena movediza, lo odias, pero estás dispuesto a lo que sea por conseguir una noticia. Es un vicio”.

Pues nada, al parecer tristeza, nostalgia, sueño y vicio se le han juntado al peruano en su refugio español, y acaba de escribir una arena movediza donde el mayor logro formal es haberlo hecho en coautoría con otros 150 tristes nostálgicos.

Como colaboradores de la nueva ficción ha logrado reunir, entre otros, a los exmandatarios José María Aznar, Ernesto Zedillo, Mauricio Macri, Álvaro Uribe y Federico Franco: todo un gran ejercicio de arqueología neoliberal.

Arranca Varguitas (y cia) diciendo: "Los abajo firmantes compartimos la preocupación por la pandemia de Covid-19 que ha provocado gran cantidad de contagios y muerte en todo el mundo, y hacemos llegar nuestra solidaridad a las familias enlutadas".

Uno lee las palabras “luto”, “Covid-19”, “solidaridad”, y de inmediato se dice: Caramba, a continuación vendrá la generosa donación de estos señores nostálgicos. Lógico, todos ellos exhiben abultados números en sus cuentas bancarias, y ya sabemos por la historia que las indulgencias y los perdones divinos siempre han intentado comprarse.

De muchas culpas tampoco carecen. No voy a relacionarlas, obviamente: cómo simplificar, por ejemplo, el inventario de abusos que almacena Uribe, responsable de miles de civiles muertos en Colombia, contados luego como guerrilleros caídos en combate.

Y Ernesto Zedillo y su nunca esclarecida matanza de Acteal. Y Federico Franco y Mauricio Macri, campeones en arruinar sus respectivos países al tiempo de birlar sus buenos milloncitos. Y, por Dios, el impresentable Aznar, benemérito mentiroso de las Azores: cuántas muertes de iraquíes cargará en su conciencia (suponiendo, desde luego, que tenga conciencia).

Igualmente pensé que, tras la palabra solidaridad, el Nobel nos presentaría el extraordinario ejemplo a Cuba. ¿A quién se le ocurre, en estos tiempos, hablar de solidaridad y no mencionar a Cuba? Imaginé entonces a un Vargas Llosa conmovido por la noticia de una brigada de médicos y enfermeros cubanos lista para combatir la Covid-19 en Perú: una mano generosa que ya es tradicional.

Foto: Internet
 

Hace 50 años que la primera brigada de la Isla llegó a ese país: en 1970 cuando un terremoto segó la vida de unas 70 mil personas. Otro contingente médico estuvo allí en 2007, también tras un terremoto, y otro más en 2017 cuando las grandes inundaciones en la región de Piura. Actualmente Perú tiene más de 27 mil afectados por la Covid-19, consecuencia de lo tal han fallecido más de 700 personas.

Días atrás el renombrado lingüista Noam Chomsky apuntaba que Cuba era el único país verdaderamente solidario en este mundo. De algún modo —grandeza moral, apunto yo— había logrado sobrevivir el cerco económico que por 60 años le ha impuesto Estados Unidos: la más larga y sistemática violación de los derechos humanos que registra la modernidad.

A pesar de sus escasos recursos, la Isla ha enviado un total de 1450 especialistas de la salud en 22 brigadas médicas para enfrentar la Covid-19, lo cual se suma a otros 29 mil que, desde mucho antes, ya estaban en 60 países.

Pero no. No se trataba de un acto de constricción ni tampoco de un súbito agradecimiento. Resulta que, con su declaración, este colectivo jurásico lo que pretende es condenar a Cuba, dizque por restringir derechos y libertades básicas.

Guao. ¡Qué lo haga Vargas Llosa desde España, país que le otorgó ciudadanía! ¿Sabrá que, por ejemplo, España es el país con más artistas presos en este mundo?  Según el Primer informe anual sobre el estado de la libertad artística de Freemuse —organización internacional independiente que cuenta con el soporte de la Unesco— España lidera el encarcelamiento de músicos a nivel mundial con 13.

Por otra parte, la Plataforma en Defensa por la Libertad de Información (PDLI) presentó en octubre pasado un informe de balance de la situación de la libertad de expresión en España que arroja, a juicio de esta entidad, "un panorama vergonzoso y desolador".

La PDLI señala que el Código Penal español es el principal causante de los ataques más serios contra la libertad de expresión. Menciona más de diez artículos en los que no se están respetando los parámetros de la ONU.

A esto hay que sumarle la Ley Orgánica de la Protección de la Seguridad Ciudadana, conocida como “Ley Mordaza: un instrumento universalmente condenado por las severas restricciones que impone a las libertades básicas. Desde su puesta en vigor, en julio de 2015 —por iniciativa del PP, el partido de Aznar— se han impuesto bajo su amparo un total de 766.416 multas, con una cuantía total de 416 millones de euros.

Y de Perú qué decir. Basta mencionar que es un país donde se asesinan y desaparecen periodistas. ¿Cuándo ha ocurrido eso en Cuba?

Nada, que con interés de enlodar el ganado prestigio de Cuba, otra vez el ilustre Nobel peruano-español se mete a sí mismo dentro de una novela de ficción: refugio de tristes, nostálgicos y soñadores. Al parecer ha olvidado el famoso verso de Calderón de la Barca donde se avisa que los sueños, sueños son.