Eliades Ochoa: de la trova para el mundo

Reinaldo Cedeño Pineda
19/5/2016
Foto: Cortesía del autor
 

Leo en la página 57 de este libro:  “Eliades (…) nunca olvida aquella vez  cuando, aun siendo niño, se acercara a un cajón de limpiabotas, donde la gente se agolpaba para ver al señor a quien limpiaban los zapatos, y el pequeño Eliades, aprovechó para tocar la guitarra y ganar unos centavos. En esa ocasión, al terminar de entonar la melodía, el señor a quien todos seguían, le puso la mano en la cabeza y le dijo: «Todos los grandes comienzan así». El limpiabotas le dijo luego al muchacho: «Eliades, ese a quien le cantaste, es el Bárbaro del Ritmo, el señor Benny Moré»”.

El Benny  hizo de oráculo. La anécdota vale un potosí: es  lo real maravilloso de que hablara Carpentier, el azar concurrente del que escribiera Lezama. 

Permítaseme aprovechar la ocasión y traer aquí otra anécdota, que de alguna manera es su continuidad. Me ocurrió en la calle Enramadas. Por ella iba subiendo un ardoroso mediodía, tras una conferencia de prensa sobre el disco Sublime Ilusión. Me habían obsequiado una hermosa fotografía de  Eliades, en la cual aparecía en primer plano, con su inconfundible sombrero de “cowboy oriental”.

Intentaré reproducir el diálogo entre aquella señora que me salió al camino, y un servidor: 

— ¡¿Ese es  Eliades, Eliades Ochoa?!
— Sí.
— ¿Y esa foto, usted la vende?
— No, no, señora…
— ¡Ah!… es que lo admiro tanto! Yo lo he visto en España, he ido a sus conciertos en Francia…
— Bueno, señora, mire… yo  le regalo la foto…

Y vi, viví cómo los colores se le subieron al rostro, cómo la alegría le desbordó.

— No,  joven, yo voy a pagarle.
— De ninguna manera: un regalo es un regalo.
— Pero… ¿Usted sabe lo que tiene?  ¡Es Eliades!”…  
— Sí. Yo sí sé lo que tenemos.

Sin esperarlo, sin pensarlo, el mundo vino a mí. A veces, la cercanía no nos deja ver. Eliades Ochoa es, ni más ni menos, el guajiro que creyó siempre en lo que hacía; que orgullosamente arrastró, desde la médula, la herencia musical de la familia; aquel al que un día le dijeron que con esa música no iba a salir ni a La Prueba (Oriente adentro) y no hizo más que aferrarse a ella. El que afirma ser alumno de los grandes de la trova, cuando es ya un consagrado de la misma estatura.

Eliades Ochoa es el artista que ha llevado con él las calles, las serranías, las tejas, el olor de Santiago; que, en sus “dedos de oro y cuerdas de acero”, ha llevado a todos los santiagueros y a todos los cubanos, a los escenarios más insospechados del mundo. Uno de los líderes del Buena Vista Social Club, uno de los fenómenos musicales más trascendentes de las últimas décadas y que ya se despide  con su célebre gira “Adiós Tour”.   

Por eso, enaltece este texto, Eliades Ochoa: de la trova para el mundo, de  Grisel Sande Figueredo, publicado por Ediciones Cubanas (Artex). Este libro es un riesgo, cada uno lo es; pero este se presenta doble, porque viene desde la cercanía. La autora debió tomar distancia de su compromiso conyugal, para equilibrar su juicio. El empeño arrojó luces. Este es un libro justo, transparente, pleno de información valiosa, escrito con conciencia; pero sin alardes. Es un libro bien pensado.

Al modo de una descarga, de una pieza musical, de un concierto, no tiene prólogo, sino obertura, a cargo de Silvio Rodríguez. ¡Nada menos! En los capítulos siguientes, entramos en los primeros años del creador; en la génesis del Cuarteto Patria, cuya dirección asumiera andando el tiempo; y por supuesto, en la mítica Casa de la Trova santiaguera y en la leyenda del Buena Vista Social Club.

Uno de los apartados más interesantes es aquel en que la autora pudo reunir la opinión de sus contemporáneos sobre el célebre intérprete de “Píntate los labios, María” y “Estoy como nunca”. A saber, los inolvidables Rubén González, Ibrahím Ferrer y Compay Segundo; Rubén Blades, Pancho Amat, Ry Cooder, Charles Muslewhite, María Teresa Linares, y hasta el cosmonauta Arnaldo Tamayo Méndez.

Luego, aparecen artículos, datos biográficos, versos. Es una visión multilateral que, indudablemente, enriquece el volumen. Nos asombramos al ver desfilar por nuestros ojos la  increíble cantidad de galardones internacionales recibidos por el artista con sus discos de oro y platino, las nominaciones al Grammy. La autora (sabrá Dios con cuantos desvelos),  confirmó fechas, hurgó en programas, rastreó en periódicos, revistas y publicaciones digitales.

Un regalo especial lo constituyen las partituras de algunos temas, que músicos y estudiosos sabrán agradecer. Por si fuera poco, un abundante material gráfico acompaña el volumen: el Eliades de los comienzos y el Eliades de la fama universal. Y un disco adjunto que redondea todo, como verdadera gema.

Por eso, insisto,  Eliades Ochoa: de la trova para el mundo, es un libro bien pensado. Ediciones Cubanas (Artex) ha hecho bien en acoger, en apostar  por este texto de Grisel Sande Figueredo. Ella ha sabido restaurar la memoria, atrapar el eco de más de un suceso prendido en cualquier esquina del planeta. Ella ha sabido sintetizar y aquilatar la vida de un artista que es ya un clásico de la música cubana.