Precisamente en las Alturas de Simpson, barrio matancero que diera nombre a un emblemático danzón creado por el destacado músico y compositor Miguel Faílde, nacieron los hermanos Justo Ramón y Gerardo Pelladito Hernández, fundadores del Conjunto Folclórico Nacional. Agrupación musical danzaria que el 7 de mayo celebra el aniversario 60 de su fundación.

El ambiente en que se desarrolló la niñez de ambos hermanos propició su posterior arraigo a la música pues “nuestra vivienda estaba situada a escasos pasos de donde residía el Maestro Miguel Faílde, creador de innumerables piezas de nuestro baile. Allí surgieron sus grandes composiciones y ensaya la orquesta que él fundara y dirigía. Un poco más distante, aunque también cercanos, se encontraba la sede de la prestigiosa agrupación Los Muñequitos de Matanzas. Mi hermano y yo no solo asistíamos a los ensayos de esas agrupaciones, también participábamos con el mismo entusiasmo en sus presentaciones. Y a todo ello se añade la influencia directa de nuestro padre, quien era un músico muy versátil. Había aprendido y tocaba muy bien el piano, el bajo, el tres y todos los instrumentos de percusión. Ese ambiente musical en que nacimos y crecimos hizo posible que desde que éramos muy pequeños decidiéramos ser músicos”.

“Argeliers León, Rogelio Martínez Furé y el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes (…) nos plantearon la necesidad de crear una agrupación que fuera representativa de las raíces más autóctonas de la cultura de nuestra nación”.

Con ese gran sueño se trasladaron a La Habana donde, “por ser la capital del país, contaríamos con mayores posibilidades para desarrollar aquella vocación que ya se había convertido en nuestra razón de existir”.

La realidad, sin embargo, que encontraron en el barrio La Jata, del municipio habanero de Guanabacoa donde se asentaron, estaba muy distante de los sueños juveniles de los hermanos, quienes, Justo con catorce años de edad y Gerardo con dieciséis, “tuvimos que empezar a trabajar en una fábrica de zapatos, recomendados por un tío materno, para poder comer.”

Aferrados de todos modos a la idea de llegar a ser músicos, Gerardo y Justo se convirtieron en fervientes seguidores de los percusionistas que abundaban en ese barrio capitalino, caracterizado por su apego a la música tradicional cubana y especialmente al folclor.

“Ese ambiente musical en que nacimos y crecimos hizo posible que desde que éramos muy pequeños decidiéramos ser músicos”.

“A pesar de tener una formación empírica, sabíamos tanto de percusión como otros muchos músicos de formación académica. Fue así como con la ayuda de muy buenos amigos y nuestro gran empeño comenzamos a participar en un programa llamado Arouco, transmitido de once a doce de la noche por la emisora Radio Cadena Habana.

“En ese programa nos convertimos en músicos profesionales y también gracias a él tuvimos el privilegio de conocer a Argeliers León, quien en esa época había fundado y dirigía la mayor compañía de danza y música que existía entonces en La Habana”.

Como si el tiempo no hubiera transcurrido, Justo Pelladito conserva intacto en su memoria el día en que sostuvo aquel memorable encuentro con los que históricamente han sido reconocidos como los principales defensores de nuestras raíces culturales. “En aquella reunión participaron Argeliers León, Rogelio Martínez Furé y el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes. Ellos nos plantearon la necesidad de crear una agrupación que fuera representativa de las raíces más autóctonas de la cultura de nuestra nación. Es decir, que allí se sentaron los cimientos para el surgimiento, poco tiempo después, del Conjunto Folclórico Nacional”.

“Fuimos los fundadores del Conjunto Folclórico Nacional y teníamos desde ese mismo momento la honrosa responsabilidad de preservar y dar a conocer dentro y fuera de Cuba nuestras verdaderas raíces culturales”.

Más adelante explica que para conformar esta agrupación que hoy es motivo de orgullo para todos los cubanos, se convocaron a los músicos y bailarines de las agrupaciones folclóricas existentes en La Habana, que no eran pocas. “Como resultado de las primeras pruebas que se realizaron resultaron aprobadas cuatrocientas sesenta personas. Era una cifra demasiado grande y se impuso entonces la necesidad de hacer una segunda evaluación más rigurosa que permitiera escoger aquellos que tenían las mejores condiciones. La cantidad se redujo a cincuenta y dos personas, entre las que estábamos mi hermano y yo.

“Esos cincuenta y dos seleccionados, que incluía a músicos, bailarines y vocalistas, fuimos los fundadores del Conjunto Folclórico Nacional y teníamos desde ese mismo momento la honrosa responsabilidad de preservar y dar a conocer dentro y fuera de Cuba nuestras verdaderas raíces culturales. En esa primigenia agrupación teníamos que estar preparados para desempeñarnos ya fuera en la percusión, como bailarines o como vocalistas. Había que dominar a la perfección las tres líneas de trabajo que desarrollaría desde sus propios orígenes el Conjunto.”

“A pesar de tener una formación empírica, sabíamos tanto de percusión como otros muchos músicos de formación académica”.

Pelladito Hernández hace énfasis en la encomiable labor desarrollada en esos tiempos fundacionales por Rogelio Martínez Furé y Rodolfo Reyes, primeros directores de esta prestigiosa agrupación.

Refiere asimismo que “ninguno de los bailarines, como casi todos los músicos y vocalistas, habían sido formados en escuelas especializadas. La inmensa mayoría de los integrantes tenían una formación empírica y por primera vez usamos mallas y leotares y bailamos sobre un tabloncillo. A falta de esos conocimientos académicos, sí teníamos, en cambio, unos deseos inmensos de aprender y eso permitió, junto a la preparación diaria y a la exigencia cotidiana, amén de la disciplina; que muy pronto nos convirtiéramos en cumplidores dignos de la responsabilidad que nos habían asignado.

Subraya que el Conjunto Folclórico Nacional fue “desde su fundación una gran escuela. La preparación técnica que adquiríamos diariamente superaba cualquier falta de conocimientos. Así lo vivimos desde los primeros ensayos realizados en un local donde radica en la actualidad el restaurant El patio, en La Habana Vieja.

“Nos trasladamos después para otro local que nos cediera el ballet Alicia Alonso, en El Vedado, hasta que finalmente nos instalamos en nuestra actual sede ubicada igualmente en esa zona de la capital.

El Conjunto Folclórico Nacional fue desde su fundación una gran escuela.

“Ya con suficiente preparación técnica comenzamos con el montaje de las primeras obras. Fueron genuinas exponentes de la herencia legada por las etnias yoruba, bantú, conga, arará… En esos espectáculos, y en alguna medida los que han sido previstos durante estas seis décadas, han brillado en toda su belleza y religiosidad Oshun, Yamayá, Shango…, que fueron apreciadas por el público, inicialmente, en el cine-teatro Payret, también en el Teatro Nacional y posteriormente en lo que después se convirtió en el habitual y principal escenario de las presentaciones del Conjunto Folclórico Nacional, nuestra casa, el Teatro Mella.

“Dos años después de su fundación, en abril de 1964, el Conjunto Folclórico realizó su primera gira que se extendió por seis meses y que incluyó espectáculos de una calidad y belleza artística extraordinarias, presentados en España, Francia, Bélgica y Argelia. Aunque después vinieron otras muchas giras, esa primera tuvo una significación muy especial.

“Esa relevancia no está dada solo por ser la primera gira al extranjero, también porque al declararse el carácter socialista de nuestra Revolución, Cuba quedó prácticamente aislada del resto mundo cuando muchos países rompieron sus relaciones con el nuestro. El Conjunto Folclórico fue una de las pocas agrupaciones artísticas invitadas a presentaciones en escenarios internacionales. Y se convirtió entonces en una especie de embajador de la cultura cubana en el extranjero”.

Fundador de la Cátedra de Percusión en la Universidad de las Artes (ISA) y del primer curso de música y danza para extranjeros organizado en nuestro país, Gerardo Pelladito Hernández creó las condiciones para la creación de los Talleres Internacionales dirigidos a la enseñanza del folclor y que con carácter anual auspicia el Conjunto Folclórico Nacional.

A pesar de su convicción de que es como percusionista donde tiene su mejor desempeño profesional, “porque es algo que aprendí desde la infancia”, en su larga y fructífera carrera sobresalen de la misma manera sus vastos conocimientos y experiencias en la celebración de talleres, conferencias y clases magistrales impartidas en Cuba y en más de una veintena de países.

Del mismo modo en la asesoría brindada a numerosas agrupaciones folclóricas radicadas a lo largo y ancho del territorio nacional y en la creación de otras, como el grupo Afroamérica que fundara hace treinta años.

“Esta agrupación es el principal resultado de los conocimientos adquiridos en esa primera y excelente escuela que fue el Conjunto Folclórico Nacional”.

Acerca de esta agrupación, integrada en sus inicios por cuatro mujeres percusionistas profesoras del ISA, subraya: “ya es un grupo muy sólido que tiene actualmente diez integrantes, intérpretes de un amplio repertorio en el que están representados al unísono la música y la danza. Considero que esta agrupación es el principal resultado de los conocimientos adquiridos en esa primera y excelente escuela que fue el Conjunto Folclórico Nacional. Otras muchas tareas emprendidas y las que forman parte de mi cotidianeidad, son también fruto de ese aprendizaje. No obstante, Afroamérica es el más importante, el más palpable y duradero”.

Y concluye sus declaraciones con el siguiente mensaje: “En sentido general y específicamente en el folclor, Cuba es en el mundo uno de los países de mayor diversidad musical y danzaria. Es un logro incuestionable. Como también es muy loable que el árbol crezca, que florezca, que se haga cada vez más frondoso, pero que nunca, nunca se separe de su raíz”.

El Conjunto Folclórico Nacional se convirtió en un embajador de la cultura cubana en el extranjero.

Galardonado, entre otros muchos premios, con la Distinción por la Cultura Nacional, Al Mérito Artístico y la medalla Raúl Gómez García, este hombre, portador de una humildad y sencillez que sobrecogen, ha dedicado toda su vida a preservar y dar a conocer lo más autóctono de nuestras raíces culturales. Lo distingue ciertamente su profesionalismo, pero más que ello su grandeza humana, reflejada en la formación de varias generaciones de percusionistas nacionales y foráneos.

1