Escritor para la radio, el teatro y la televisión. También maestro del periodismo y del humor. Un comunicador por excelencia. Tal fue Enrique Núñez Rodríguez (1923-2002). Su texto semanal en el diario Juventud Rebelde fue la manera de llegar a los más jóvenes lectores que no le conocieron en las restantes facetas. Además escribió muy amenos libros, reveladores no solo de su vida sino de su tiempo.  

Numerosas publicaciones nacionales recogieron los textos periodísticos de Núñez Rodríguez, caracterizados por un estilo sencillo, muy cubano…

Por azar, esa es la verdad, quien escribe se ha topado con una simpatiquísima anécdota suya recogida en la página 62 de la edición del semanario Bohemia del 27 de noviembre de 1949. Damos la ficha bibliográfica completa como invitación no desperdiciable de acercamiento a una publicación emblemática del periodismo cubano de todos los tiempos.

Su texto semanal en el diario Juventud Rebelde fue la manera de llegar a los más jóvenes lectores. Imágenes: Tomadas de Internet

Por la fecha de la edición en cuestión, tenía Enrique 26 años y el texto lleva por título “Original apuesta”, lo transcribimos íntegramente y observe el lector que ya por entonces recibía Enrique el tratamiento de humorista:

Enrique Núñez Rodríguez, que con Vergara es responsable de los libretos de Cascabeles Candado, decidió, no hace mucho, pasar un fin de semana en Miami.

Al llegar al aeropuerto, el escritor recibió una agradable sorpresa al toparse con un coterráneo, Ángel Pintado, que iba, en su mismo avión, a la propia ciudad floridana. Dijo Enrique Núñez Rodríguez

-Yo nunca pensé que en Miami se pudiesen reunir dos hijos de Quemados. ¡Esto es inconcebible!

A las palabras del escritor respondió el amigo: -Te apuesto veinte pedazos de billetes, a buena cara, a que en Miami nos encontramos a otro de nuestro pueblo.

-Va la apuesta —contestó rápidamente el humorista, seguro de que ya tenía en su bolsillo las diez fracciones.

Llevaban tres días en Miami, y el otro vecino de Quemados de Güines no había aparecido por ninguna parte.

Núñez Rodríguez, jubiloso, le ponía de vez en cuando la mano en el hombro a su compañero de viaje, y le decía:

-Los billetes que me compres quiero que tengan el terminal 25.

La hora del retorno se acercaba. Los dos amigos decidieron aprovechar el poco tiempo de que ya disponían para hacer varias compras. Apenas habían entrado en el establecimiento escogido, Núñez Rodríguez sintió, a sus espaldas, una voz conocida:

-¿Qué pasa, Enrique?

Se volvió rápidamente y reconoció al que le había hablado:

-¿Qué hubo, Farrés— exclamó.

Él y ‘el compositor que nunca pasa de moda’ se estrecharon en un fuerte abrazo. Antes de que hubieran roto el clinch afectuoso Pintado se dejó oír:

-Enrique, tienes que pagarme los billetes.

-¿Por qué?

-¿Ya no te acuerdas que [Osvaldo] Farrés es de Quemados de Güines?

Efectivamente, Enrique Núñez Rodríguez acababa de perder la original apuesta, porque para desdicha suya —de él, del escritor—, el autor de Quizás, quizás, quizás, y tantas otras bellas melodías, había venido al mundo, una noche, en Quemados de Güines.

Numerosas publicaciones nacionales recogieron los textos periodísticos de Núñez Rodríguez, caracterizados por un estilo sencillo, muy cubano, en que la anécdota y la historia se entremezclan para el enriquecimiento cultural del lector.

Los últimos años del autor fueron de gran fecundidad literaria, los dedicó a escribir varios libros de memorias que nos dejó como prueba de que fue un ser humano no perfecto pero sí profundamente sensible, imbuido de amor y responsabilidad hacia sus compatriotas, poseedor de sabia cultura, conocedor de la psicología y el carácter del cubano.

Premio Nacional de Periodismo José Martí, Premio Nacional del Humor y Premio Nacional de la Radio, Enrique nunca perdió su condición de hijo humilde de vecino. “Nací bajo el signo de Morse. Un signo que no figura en los horóscopos, ni forma parte del Zodíaco”, afirmó en alusión a su padre telegrafista.

Sube, Felipe, sube (1980), Yo vendí mi bicicleta, (1989), Oyee como lo cogieron (1991), Gente que yo quise… (1995), A guasa a garsín,… integran una bibliografía que se disfruta de principio a fin, como esta anécdota que esperamos que al lector le haya resultado tan simpática como a nosotros.

2