Exposición fotográfica de Karl Lagerfeld en La Habana

Roberto Medina
13/5/2016
Fotos: Kike
 

Dentro de la abarcadora programación este año de la celebración de la cultura francesa en Cuba, durante el mes de mayo se exhibe en la capital una muestra de la creación artística de Karl Lagerfeld, uno de los más sobresalientes diseñadores en Francia, promotor indiscutible de la moda internacional. A su presencia habanera se ha sumado en el céntrico Paseo del Prado la espectacular presentación de los nuevos diseños de su colección Crucero 2017 para la próxima temporada. Junto a ese desfile, Lagerfeld ha traído una muestra de sus proyectos fotográficos, otra de las vertientes creativas de su arte que, unida al diseño de moda, ha contribuido acrecentar y solidificar aún más su fama. La exposición de fotos abarca las tres plantas de Factoría Habana, en una panorámica representativa de los intereses temáticos y expresivos que le han ocupado en ese campo a lo largo de las dos últimas décadas.

Su carrera fotográfica comenzó relativamente tarde en 1987, cuando de la directiva de Chanel le pidieron asumir las fotos para un dossier de prensa. Desde entonces realiza todas las campañas publicitarias de las marcas en las que es diseñador, tanto en esa como en otras firmas prestigiosas. Al paso del tiempo la fotografía se ha convertido en una de sus grandes pasiones.


 

Sus fotos evidencian un notorio conocimiento de la pintura europea durante siglos, de cuya visualidad ha absorbido el refinamiento y la elegancia. Están trabajadas a la manera de un orfebre, con la destreza de quien proyecta hacia la fotografía las pericias técnicas de la manualidad en el acabado y la terminación detallada de la alta costura. Sabe que en esta y en la fotografía —como en todo gran arte— se requiere de un riguroso cuidado en los detalles, en la proyección íntegra de sus efectos concebidos como una gran unidad. Por eso la fotografía y la costura no son dos campos paralelos o tangenciales en Lagerfeld.

Hay una íntima comunión entre las dos actividades profesionales, un entrelazamiento de concepciones y de las maneras de abordarlas. No cabe en ninguna de las dos la imperfección, el accidente. Responden a un minucioso estudio preliminar, aun en los ensayos de los pasos preparatorios para su ejecución, en los bocetos de los diseños de moda y en los tanteos exploratorios fotográficos para el alcance ulterior de determinados resultados concebidos y seleccionados como plasmaciones definitivas. El hecho de no hacer fotografía de ocasión, sino de estudio, se da en las campañas publicitarias de la moda que realiza personalmente, y en la organización de series fotográficas independientes siguiendo determinados temas que la exposición en Factoría Habana permite reconocer claramente. Lo confuso, lo ambiguo formal, no es meta de su arte, ni en la moda del vestir ni en la fotografía.


 

En lo axiológico, su estética fotográfica llama la atención hacia lo infinito de las manifestaciones de lo existente. Selecciona siempre determinados motivos a identificar secretamente el espectador. La muestra deja ver algunos. Entre ellos, las semejanzas entre modos de construir, de componer estructuralmente la naturaleza y el hombre, en la serie Diseñado por el hombre y la naturaleza (2010), donde guardan similitudes formales, estructurales y materiales objetos construidos por el hombre, estructuras de la naturaleza, o estructuras tecnológicas y de lo arborescente. Indicios de considerar a lo cultural en íntima correspondencia estética reproductora de los principios organizativos de la naturaleza.


 

En la serie Rügen (2008) la naturaleza permanece intacta y solitaria. Es la infinitud de lo natural en estado salvaje, en cuyo espacio el hombre pequeño en proporción aspira, con su ambiciosa y segura mirada, a poseer ese vasto dominio extensible hasta el horizonte. Solo el arriesgado aventurero accede hasta allí en la inmensidad de la naturaleza sobrecogedora. La composición retoma intertextualmente la identificación y homenaje a dos cuadros del sobresaliente pintor romántico alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), en la temática del paisaje tan peculiar a ese estilo, con El caminante sobre el mar de nubes (1817-1818) y Acantilados blancos en Rügen (1818), donde la figura del hombre se parangona a la naturaleza y se comunica directamente a través de ella con Dios.


 

Por otra parte, y en confirmación con lo anterior, la cultura —ese fruto del hacer creativo humano— es resaltada como un poder sobresaliente, casi autónomo, observable en la manera desafiante y olvidadiza de componer los espacios de espalda a la naturaleza; aunque se fundamente en ella, asomada tímidamente detrás de pequeños ventanales, en la inteligente serie The house in the tres (1998).


 

En franca explicitación del universo estético de Lagerfeld, está la referencia indirecta de Homenaje a Jawlensky a las experiencias místicas de los artistas rusos Alexei von Jawlensky (1864-1941) y Kandinsky (1846-1944), acerca de combinaciones y correspondencias ocultas entre los colores y los sonidos musicales capaces de alcanzar un acercamiento directo al alma que en su momento sostuvieran ambos. Asimismo, alude al lenguaje del color intensificado, liberado de lo real, de los retratos pintados por Jawlensky, quien en París conoció de cerca la obra de Henri Matisse, de donde se apropió del uso libre del color en un estilo exaltado cercano a los Fauves.

La manera de concebir los efectos lumínicos dramatizados apasiona profundamente a Lagerfeld. Son parte constitutiva de los principios seguidos en su arte de la moda y la fotografía, observada y expresada con sumo detenimiento y acierto en la serie Farewall to daylight (París, 2006), donde la ciudad bañada por las sombras de la noche da paso al espectáculo de los efectos misteriosos de las luces artificiales, cuando los detalles desaparecen y los bordes se hacen difusos.


 

El acercamiento al ideario estético de Lagerfeld dejaría ausente una zona muy importante si no se considerasen sus observaciones artísticas sobre el cuerpo masculino como asiento de la furia de lo sensorial, no en la lucha perenne entre Eros y Tánatos, sino desde la violencia sicológica ejercida por las Keres, espíritus femeninos de la muerte —incluso violenta— a ejercerse simbólicamente sobre la desnudez y la fragilidad masculina. En la admirable representación alcanzada por la serie instalativa The beauty of violence (2010), la violencia ejercida sobre el personaje masculino desnudo le hace retorcerse en las delicadas telas translúcidas donde están impresas sus imágenes.


 

No cabe dudas, Karl Lagerfeld es un espíritu investigador, un genuino creador de talento. Sus exploraciones en los campos de la moda y la fotografía le conducen a pensar y repensar los modos más favorables de alcanzar determinados resultados. Concilia lo mejor de la reflexión alemana de su origen, y de la francesa de su formación profesional. La indagación investigativa, la proyección mental y luego su ejecución, son indisolubles en esas dos manifestaciones de su arte. Ambos perfiles profesionales se dan la mano. Pretenden situarse en condición de pares. No hay en él subvaloración de la fotografía ante la moda, aunque se sirva de esta para una parte de su expresión fotográfica.

Las campañas publicitarias diseñadas por él van encaminadas a promover un producto de consumo cultural para públicos capaces de percibir sus intenciones desde una sensibilidad educada, instruida. Ni moda ni foto son para públicos comunes, aun cuando puedan llegar a sentirse atraídos por esas imágenes. Están dirigidas a buscar la efectividad en el manejo diestro de sus lenguajes técnicos, formales y conceptuales. Por eso se encarga directamente de las fotografías publicitarias de sus diseños. Él sabe a dónde dirigir la cámara, con qué intencionalidad, con qué fines comunicativos. No necesita de intermediarios a los cuales debería explicar cómo alcanzar sus propósitos más sensibles.

La fotografía en Karl tiene numerosos centros de interés. En cualquiera de las situaciones, hace corresponder las aspiraciones artísticas de sus imágenes con la disposición compositiva en el campo fotográfico de las figuras de los supermodelos, de los elementos arquitectónicos, tecnológicos o naturales — solos o combinados entre sí—, o de la ciudad nocturna ocultándose en las máscaras de las sombras.  La composición es el nudo primordial de su poética, de su estética, sea fotográfica o de la moda. Todo ha de estar controlado, ordenado según determinados presupuestos. Nada es dejado al azar; este es aprovechado cuando revela zonas de permisibilidad, de descubrimientos azarosos, pero se sienten previstas sus imágenes, ideadas y buscadas con ese fin. 

Su fotografía deja ver indagaciones conceptuales en franca interrelación de elementos desiguales en aspecto y esencia, sea la ingeniería, la arquitectura, la ciudad, las personas representadas por modelos, o la naturaleza no sometida a la mano del hombre. Todas son colocadas siguiendo un orden, un propósito. Todo está arreglado. Detrás de lo disímil, su mirada encuentra con serena sagacidad acercamientos llamativos, y los pone al desnudo sin miramientos. No se trata de ocultar: su filosofía es revelar aspectos sutiles con una intencionalidad conceptual en su presentación.

Para su cámara han posado supermodelos contratadas especialmente para campañas publicitarias de la moda realizadas por diseñadores y marcas de gran prestigio internacional. Pueden verse en la exposición habanera imágenes realizadas por Lagerfeld a actrices y supermodelos que han trabajado en sus campañas publicitarias, como la holandesa Saskia de Brauw, la brasileña de ascendencia alemana Gisele Bündchen, la modelo canadiense Linda Evangelista y el modelo masculino Baptiste Giabiconi, protegido personal de Lagerfeld. Sus trabajos son para famosas revistas de modas orientadas a las nuevas tendencias, como la edición alemana de Vogue o la prestigiosa norteamericana Harper’s Bazaar.


 

Es admirable el modo de hacerles expresar a sus modelos una elegancia, un toque distintivo, dejando al observador cautivado sin poder desprenderse de mirar la imagen. Es un poder continuado de seducción el alcanzado por sus fotografías.

Usa de modo dominante el blanco y negro. Si lo requieren los ambientes teatralizados o mitológicos, emplea un tratamiento diferente de suaves tonalidades, a los cuales les imprime gradaciones adecuadas a la iluminación de los palacios elegantes, o un duro aire de atemporalidad.

Sus fotografías se dan en la inmediatez de la mirada, pero no se dejan desnudar fácilmente, no descubren sus secretos. Dejan rozar el sentido sin entregarlo. Son indómitas. Seguirán allí provocando admiración, traspasadas de incertidumbres conceptuales. Son ejercicios de composición artística de la visualidad, sedimentadas en los principios de la historia del arte.  

Hay que aprender a verlas, dejarse llevar por ellas, mirar con cierto desapego como si se tratara del recurso técnico de la cámara fotográfica, su instrumento favorito para crear imágenes fuera de los textiles.  


 

Los efectos vaporosos de disolución de las formas definidas rebasan lo técnico para ser uno de los motivos expresivos de sus fotos. Busca preservar las impresiones fugaces, el desvanecimiento. La fotografía ha de hurgar en la captación de lo fugaz toda vez que solo le asiste el poder de captar apenas una fracción, un instante, no la continuidad. Lo permanente es la actitud de permanecer fijada la imagen fotográfica.

Sus fotografías son provocaciones. Retos. Dejan en suspenso su ser más profundo.  Se rodean de un extraño poder seductor a imponerse por su visualidad. Son impulsos estimuladores a sujetos receptivos, capaces de mirar con detenimiento y detenerse en la percepción meticulosa de las formas.