Fidel Morales: La batería es ritmo, armonía, melodía y orquestación

Ana María Domínguez Cruz
8/1/2020

¿Timbero? ¿Jazzista? Fidel Morales se define hoy como “un músico cubano que busca cómo integrar sus vivencias con todo lo que originalmente somos”. Tiempo atrás, el percusionista, compositor, arreglista y educador acompañó y fue director musical de espectáculos con Ela Calvo, Omara Portuondo, Elena Burke, Celeste Mendoza y muchos lo recuerdan, al frente de la agrupación de salsa y timba Orquesta Layé, como autor de “La expresiva” y “Mamina”.

Fidel Morales. Fotos: Cortesía del entrevistado
 

Sin embargo, y para su propia sorpresa, integró la Orquesta Sinfónica de Panamá, desde 1997 hasta 2006. Y su vida musical ha estado plena de oportunidades en diferentes ámbitos, aunque hoy desanda los caminos del jazz.

“Tengo gratos recuerdos de mi vida musical, por ejemplo, cuando en 2007 acompañé al bajista Eddie Gómez en el primer concierto que tuve en Puerto Rico;  cuando fui maestro visitante en una de las universidades más reconocidas de jazz en Boston, el Berklee College of Music, en 2012; mi concierto en Cuba en 2017, y mis conciertos en la Percussive Arts Society, uno de los más importantes eventos de percusión a nivel mundial…”.

¿Qué propones para esta edición 35 del Festival Internacional de Jazz en La Habana?

Tengo previstos dos conciertos: el 16 de enero, en el Teatro del Museo de Bellas Artes y, al día siguiente, en el Teatro América, en el que incluyo música del disco Omio y del segundo disco en el que trabajo ahora, Camino a casa.

“Cuento con muchos invitados cubanos y de Puerto Rico. Estará mi hermano, Bobby Carcasés y su hijo, Robertico; Adel González, Ángel Bonne, Annie Batista, Jorge Luis Lagarza, Rubén Bulnes, Germán Velazco, Julito Padrón, Yasek Manzano y, de Puerto Rico, Ángel David Matos, Gabriel Rodríguez y Norberto Tico Ortiz.

“Nosotros haremos jazz cubano en estos conciertos. Empecé haciendo eso cuando era joven, en los primeros festivales de jazz en La Habana. Después tuve la oportunidad laboral de integrar y dirigir una agrupación de música bailable, que me interesaba mucho. El grupo Layé tuvo mucho reconocimiento, fue una buena etapa.

“Quise luego regresar al jazz, estudiarlo, desarrollar el instrumento en ese género, y combinarlo con la música cubana. Es lo que he hecho. En el 2017 fue nominado mi primer álbum al Cubadisco, Omio, y me trajo la motivación para continuar por ese camino. En esa producción me acompañaron el bajista Eddie Gómez, el trompetista Charlie Sepúlveda, la cantante Ana María Perera, los pianistas Luis Marín, Yan Carlos Artime y Eduardo Zayas, los bajistas Ramón Vázquez y Gabriel Rodríguez y los guitarristas Isaac Lausell, Fernando Mattina y L. Raúl Romero, entre muchos otros.

“El álbum se grabó en San Juan, Puerto Rico, y se mezcló y masterizó en Cuba, bajo la supervisión del productor Germán Velazco. El nuevo disco en el que trabajo ahora va por esta línea musical también.”

Nacido en Cuba, con residencia actual compartida entre La Habana y San Juan, Fidel se ha mantenido muy ocupado en los últimos meses dirigiendo sus propias agrupaciones —el Fidel Morales Afro-Cuban Band y su trío—, trabajando en la publicación del segundo volumen de su libro Técnicas afrocubanas para batería y percusión, impartiendo clínicas de batería por diversos países y enseñando en su cátedra de Batería Jazz, en el Conservatorio de Música de Puerto Rico, donde también fungió como director del Departamento de Jazz y Música Caribeña, en 2014.

¿No podía ser otro instrumento el protagonista de tu vida?

No lo creo. Desde pequeño, recuerdo que era muy inquieto. Siempre tocaba algo, buscaba en la mesa o en la casa la manera de hacer ruido. Tengo buena memoria, recuerdo que viendo una película me identifiqué con un ritmo y quise buscar ese camino. Después me di cuenta de que me gustaba, además del ritmo, el panorama sonoro completo.

“A medida que fui estudiando, el piano ocupó el lugar en ese momento de crear música. No me considero pianista pero hice uso de ese instrumento en esa etapa, y creo que desarrollé esas habilidades.

“Sin saber a ciencia cierta de qué se trataba la percusión realmente, empecé a estudiarla. Yo siempre pensaba en la batería como único camino en ese campo. Sin embargo, apareció el xilófono, el tímpano, el vibráfono todos tienen notas. Me di cuenta de que no estaba tan distanciado el ritmo de la melodía.

“Hoy veo la batería como una manera de expresión totalmente integral. Son varios instrumentos a la vez, recuerda que empezó como una caja, un bombo y unos platillos que varias personas tocaban. Es la unión de diferentes instrumentos de las bandas militares. Y concibo la batería en la actualidad como esa unión de melodía, ritmo, armonía y hasta orquestación. Así veo la batería ahora.

“De hecho, hay una parte de mi vida que me encanta, que es tocar solo la batería. Existen varios lugares para eso, y se disfruta un espacio interesante que permite hacer crecer el instrumento que, como sabemos, apenas tiene un siglo, es bastante nuevo”.

Llevas adelante un rol como productor importante…

Apenas estoy aprendiendo. Tengo la suerte de que Rosalía Ortiz, mi esposa, es una excelente productora. No le agrada que lo diga pero es cierto. Aprendo mucho con ella, y ese trabajo es apasionante. Tenemos una compañía a través de la cual hemos traído a Puerto Rico a muchos artistas como Omara Portuondo, Tony Ávila, Interactivo, Buena Fe, Buena Vista Social Club, y ha sido interesante para mí adentrarme en ese mundo, en el que se aprende todos los días.

Además de su trabajo musical, es educador en el Conservatorio de Música de Puerto Rico. ¿Cómo se desempeña en esta labor, teniendo en cuenta que su formación académica básica la recibió en Cuba?

Llevo 14 años dando clases en el departamento de jazz y música caribeña en este centro, y actualmente lo dirijo. Es un trabajo enriquecedor, motivador… tengo muchos proyectos para establecer convenios entre universidades.

 

“A la gente le llama la atención la manera en la que yo aprendí música. Los colegas han estado en centros privilegiados en otros países, donde tuvieron a la mano siempre todo tipo de bibliografía, todo tipo de género… En Cuba, la formación clásica es casi lo único, es muy sólida…Pero el estudiante tiene que buscar más…

“Mi combinación natural de ser inconforme y curioso, me llevaba a indagar en otros espacios. Transcribía música de todos los géneros, me intrigaba la estructura de la orquestación, leía mucho, y así se estimulaba la creatividad.

“El único libro formal que existía cuando yo estudiaba en Cuba era de Jim Chapin, y en otros centros de estudios se tiene todo a la mano. Esa es una manera de aprender, más fácil quizás.

“En ese sentido, he publicado dos libros de batería afrocubana hasta ahora: Técnicas afrocubanas para batería y percusión” (1 y 2). Me encanta la cuestión del jazz, así que dedico mucho tiempo a investigar en ese campo”.

¿Planes inmediatos?

Después del Jazz Plaza, viajo a Panamá para ofrecer unas clases magistrales que ya he organizado. Necesito seguir trabajando en el nuevo disco, Camino a casa, y aspiro a concretar el proyecto con Horacio El Negro Hernández que tiene su antecedente en el Encuentro entre bateristas afrocaribeños que organizamos recientemente”.

“Repetiremos el evento que une la música clásica con el jazz en Puerto Rico, y estamos preparándonos para celebrar el Día Internacional del Jazz con algunas figuras invitadas”.