Aún nos cuesta asimilar la noticia. Duele profundamente su pérdida. Muchos nos descubrimos a ratos rememorando cada momento importante de nuestra vida en que se hizo presente e imprescindible, en que nos hizo sentir valorados como profesionales y queridos como seres humanos.

Nunca pude agradecerle lo suficiente por la humildad y la gentileza con la que me permitió llegar a él, cuando era apenas una estudiante del Instituto Superior de Arte que aspiraba a graduarse de Musicología, estudiando a Los Van Van. La vida me permitió tenerle cerca muchas veces. Y él me regaló el privilegio de llamarme “su hija”.

En mi obstinado y a veces irracional optimismo esperaba que pudiera rebasar su delicada condición de salud. Esperaba un milagro, aun cuando la ciencia decía lo contrario. Me aferré a la idea de volverle a ver, de disfrutar sus incontables anécdotas, de seguir aprendiendo con sus testimonios y el enorme caudal de información que atesoraba; de escribir junto a él la historia nunca contada de aquella orquesta a la que dedicó más de tres décadas de su vida.

“Te deseamos eterna luz, maestro del piano, hijo de Nené, sandunguero de Pogolotti. Viaja en paz,
y que la música te acompañe dondequiera que estés”. Imagen: Tomada de Cubasí

Aún me cuesta encontrar la palabra idónea. Escucho y leo tantas muestras de admiración, respeto y cariño que han aflorado en estos últimos días; las reverencias, los múltiples reportajes realizados en honor a él y que resumen su recorrido por la historia musical cubana y el ineludible aporte que con su obra y talento le legó.

Se habla de Los Van Van (de la que fue fundador y responsable de buena cantidad de éxitos; de la creación de su propia agrupación: Pupy Pedroso & Los que Son Son, y del acierto con el que la lideró hasta el momento de su despedida. Se habla de su estilo inconfundible de realizar los tumbaos en el piano, que fueron esenciales en la sedimentación del songo desde 1969, y a la vez una escuela para las generaciones de pianistas que protagonizaron la era de la timba y las que se instauraron después. Se ha hablado sobre su perenne alegría, y aún más, sobre la que le regaló al pueblo con su música; de cuánto supo captar y devolver en canciones la realidad de su gente. Se habla de su merecido Premio Nacional de Música, que el Instituto Cubano de la Música le otorgó en el 2013, así como del galardón que le antecediera, para beneplácito e inmenso regocijo de todos los vanvaneros: el Premio Grammy 2000 por el álbum Llegó Van Van, al que había aportado (como de costumbre) temas que devinieron icónicos del repertorio vanvanero.

“Se habla de su estilo inconfundible de realizar los tumbaos en el piano”.

César Pedroso fue todo lo que se dice en los medios, en la prensa, en las redes… fue merecedor de cada homenaje, de cada señal de afecto, de respeto, de consideración. Se ganó cada una por derecho propio. Y fue también mucho más que todo aquello que se ha dicho. Fue un maestro para las jóvenes generaciones. Fue altruista, generoso, y junto a su insuperable talento, dio también lecciones de humildad y sencillez, una detrás de otra. No por gusto fue nombrado Maestro de Juventudes, la más alta distinción que otorga la Asociación Hermanos Saíz.

Acudió solícito a cada petición para colaborar con los pinos nuevos, no importa si les conocía o no, si la propuesta estaba más cerca o distante estilísticamente de los códigos que él dominaba, en los que era líder y maestro, si aquello para lo que había sido convocado lo movía de su zona de confort, como sucedió con la grabación y el videoclip del tema “Pa’ que se sienta”, que agrupaba 15 jóvenes raperos y al maestro Pancho Amat, coloso del tres. Pupy se entregaba por igual. Y daba gusto y sembraba más admiración ver su rostro de asombro y hasta de temor ante lo desconocido, pero nada de ello quebrantó la voluntad de estar y de aprender, aún con sus 74 años. Soy testigo de ello.

La cultura nacional ha perdido a uno de sus más queridos hijos, un compositor sin igual, un pianista excepcional, un pilar imprescindible de la música popular bailable cubana. Asistimos a una nueva era, desprovista de otros grandes colosos a los que en tiempos recientes también hemos dicho adiós. Preservar su legado es y será, sin dudas, un gigantesco desafío. Nos corresponde velar por ello. Ese será nuestro mejor modo de recordarles y rendirles tributo.

Preservar el legado de Pupy Pedroso es y será, sin dudas, un gigantesco desafío.

Aquí estamos tus seguidores, querido Pupy, tus fans, tus alumnos, los continuadores de tu legado, los que supimos apreciar y aquilatar el valor de tu obra, la estela de amor y buena música que fue dejando tu existencia. Te deseamos eterna luz, maestro del piano, hijo de Nené, sandunguero de Pogolotti. Viaja en paz, y que la música te acompañe dondequiera que estés. Te quedas por siempre irremediablemente en nuestro corazón.

Y mientras tanto, te rendimos este merecido homenaje y no podía ser de otro modo sino con música, esa a la que dedicaste tu vida toda. Iniciamos con Rolando Luna, uno de los pianistas que también ha bebido de tu obra, en un tributo que desde su instrumento realizara a partir de una versión de un clásico: “Hoy se cumplen seis semanas”. Continuamos con otros reconocidos exponentes de la música popular bailable de nuestra Isla. ¡Gracias por todo, César Pupy Pedroso!

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