Actualmente, los errores de comunicación, en las redes sociales digitales conllevan a complejas situaciones, aún más, si las publicaciones provienen del sector empresarial o de los jefes de Estado y sus respectivos gabinetes. Crear campañas de comunicación responsables y ejecutadas por profesionales constituye un requisito indispensable para lograr objetivos específicos y de impacto social positivo. Este no es solo un debate socio-cultural, constituye, sobre todo, un asunto político que en ocasiones determina los resultados de elecciones o sepulta la reputación de un gobierno o institución.

Ignacio Ramonet, periodista y catedrático español.

Las administraciones se enfrentan a un panorama diferente al de décadas anteriores, por lo cual, reflexionar sobre un asunto de semejante importancia encarna una obligación si deseamos ganar la batalla frente a un escenario internacional hostil. En el contexto de la actual Feria Internacional del Libro de La Habana, Ignacio Ramonet, el reconocido periodista y catedrático español, autor del libro Cien horas con Fidel, expresó a La Jiribilla, consideraciones sobre los retos que tienen los gobiernos de izquierda en materia de comunicación:

“Todos los países hoy tienen el mismo problema desde la comunicación: De repente todo ha cambiado muchísimo y por consiguiente todo el saber que se había elaborado en términos de comunicación y que esencialmente se aplicaba a lo que llamamos los medios dominantes, es decir: la prensa, la radio, sobre todo la televisión. Hoy día eso ha envejecido enormemente, en la medida en que la comunicación principal la tienen las redes, si se quiere la comunicación oficial, la comunicación de Estado, tiene que integrar a las redes —como en otro tiempo se integró a la televisión— y puede haber en un país canales privados y también canales del estado, donde el estado se expresa. Hoy es necesario desarrollar una reflexión sobre cómo utilizar las redes sociales, sin dejarse desbordar ni impresionar por ellas, pero teniendo en cuenta que ellas son las que hacen la comunicación hoy, las que transmiten los verdaderos mensajes.

“Hoy es necesario desarrollar una reflexión sobre cómo utilizar las redes sociales, sin dejarse desbordar ni impresionar por ellas, pero teniendo en cuenta que ellas son las que hacen la comunicación hoy”.

”Ahora la mayoría de los dirigentes tienen su propia red social. Un presidente se expresa ahora como lo hacía Trump. Pero prácticamente todos los presidentes de América Latina tienen su Twitter, comunican en directo, aunque tengan una oficina que puede elaborar y ocuparse de eso. Un ciudadano lo que recibe es un mensaje del presidente o la presidenta. Igual en Instagram o Facebook, o sea, ellos mismo ahora hablan de forma directa con la gente. Esta es una transformación muy importante porque cuando ellos se expresaban, hasta ahora, a esos mensajes uno no les podía contestar; pero ya sí se puede hacer, se pueden ridiculizar, alguien puede burlarse de ellos, antes no. Cuando ellos hablaban en la televisión, no sabían lo que la gente hablaba en sus casas. Ahora no, ahora es público también, entonces eso ha creado un mecanismo en el que la palabra de la institución ya no está sacralizada, no hay institución. De hecho, la institución ha venido a situarse al nivel del ciudadano, no habla desde arriba.

“Aún queda la idea de que el personaje principal del Estado —puede ser el primer ministro o el presidente— tiene como un derecho natural a expresarse sin que lo contradigan: eso hoy no es posible; la opinión pública, hoy, es la opinión de las redes”.

”Hasta el momento, nosotros en la tradición cultural, estábamos acostumbrados a que el poder hablara desde arriba, desde la cátedra, como lo hacía la Iglesia. O cuando un jefe de Estado se expresaba en la radio, nadie le contestaba, o hasta en la televisión: una declaración y punto; tal vez había un periodista, una periodista, pero en general estaban allí para ayudar a que el presidente se expresara, no para criticarlo u oponerse a él —bueno, en algunos países donde hay conferencia sí—. Pero entonces vemos que el lado sagrado de la autoridad se ha derrumbado y, de eso, en algunos países no se han enterado. Aún queda la idea de que el personaje principal del Estado —puede ser el primer ministro o el presidente— tiene como un derecho natural a expresarse sin que lo contradigan: eso hoy no es posible; la opinión pública, hoy, es la opinión de las redes”.

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