José Martí: entre la luz y la voz

Jorge R. Bermúdez
4/2/2020

Thomas Alva Edison fue el paradigma de hombre de ciencia para nuestro José Martí. Como es notorio, Edison fue un avezado experimentador en las ramas de la electricidad y la telegrafía de rápida impresión. Entre 1877 y 1878, patentó dos de sus más trascendentales inventos: el fonógrafo y la bombilla eléctrica. Al primero llegó mientras desarrollaba un mecanismo para perforar una tira de papel y grabar así el código Morse. Edison observó que cuando la tira se pasaba de prisa, emitía distintos sonidos. La idea se adaptó a la grabación, empleando una aguja que vibraba cuando se exponía al sonido, y a su vez perforaba el papel de estaño que envolvía un tambor rotativo. Hacia 1880 el fonógrafo era un hecho. Mientras que la bombilla incandescente, el más notorio de sus inventos, lo llevó, en 1882, a fundar la primera estación de luz eléctrica, que convirtió a Nueva York en la pionera de las ciudades iluminadas con electricidad.

Tales inventos, así como muchos otros, los concibió Edison en su refugio de Menlo Park, Nueva Jersey. Instalado en él desde 1876, dedicó la mayor parte de su tiempo a experimentar en su nuevo laboratorio científico, que empleaba a más de sesenta personas. Allí trabajó durante una década, etapa en la que llegó a solicitar cientos de patentes.

Thomas Alva Edison. Foto: Internet
 

Martí visitó Menlo Park en su condición de periodista de La América. De esta visita dejó testimonio en un artículo para dicho medio impreso fechado en junio de 1883. En él se refiere al laboratorio de las lámparas de Menlo Park en los siguientes términos:

Visitar el laboratorio de las lámparas es como entrar en encantada gruta; acá espejos se encienden, allá ramos de flores; a un golpe de un botón, surgen mil luces, y a otro golpe se apagan. Por debajo del agua, como estrella caída en el mar, la luz fulgura: se pasa por debajo de arcos encendidos. Y si se ve luego a Edison, se entiende el invento, porque lo lleva en los ojos.[1]

Si se tiene presente que para esta fecha ya Edison había patentado el fonógrafo, cabe preguntarse: ¿Llegó Martí a grabar su voz? Se dice que en dos ocasiones, aunque no hay testimonio escrito alguno que avale tal suposición. No obstante, atento siempre a los últimos acontecimientos en los campos de la ciencia y la técnica, de haber tenido la posibilidad de hacerlo, no la desaprovechó.

Una pista en tal sentido se encuentra en el boletín de El Partido Liberal de México del 12 de marzo de 1890, donde se extiende sobre las bondades del fonógrafo para poetas y periodistas. ¿Quién si no? “Hasta los poetas han empezado a mirarlo con favor; porque en las altas horas de la noche, cuando las ideas echan alas (…) habla por la trompeta al rollo que recoge sus imágenes: y a la mañana siguiente (…) los versos salen cantando”. [2]Mientras que “en los periódicos, donde se debe vivir al minuto, el escritor dicta el editorial en el instante en que recibe la impresión que se lo inspira, y emplea en preparar otro (…) el tiempo que el cajista tarda en tomar del fonógrafo el primero, y parar las letras sobre la caja…”[3] Pero, si tal comprensión e identificación con el fonógrafo desde su condición de poeta y periodista no fueran razones suficientes para dejar grabada su voz, aún quedaría una última y muy personal razón para hacerlo: el gran orador que era. De hecho, “el fonógrafo, manso y veloz, recibe impaciente la palabra imponente del orador”.[4] Desde esta condición, sin dudas, se le habría hecho imperdonable privarse de tal experiencia.

¿Ocurrió durante la visita que hiciera a Menlo Park o en Nueva York? Según los testimonios orales que dan por cierto el hecho, coinciden en que fue en el laboratorio de Edison; aunque existe la posibilidad de que la grabación ocurriera en la gran urbe, donde la compañía del inventor puso a disposición del público casetas de grabación para autofinanciar el invento a un coste de 25 centavos dólar —otra opción resultante de la comercialización del fonógrafo de Edison, fue su alquiler al precio de 40 dólares al año—.

También, por la época de la visita de Martí a Menlo Park, en estas casetas el soporte de la voz fue un tambor cilíndrico rotativo revestido con una capa de cera, el cual podía llevarse una vez terminado el breve tiempo de grabación. Este sería el soporte que recibió la voz de Martí, y del que da cuenta en el citado boletín, al destacar que “un rollo, en que caben dos cartas, vale unos centavos, y puede usarse varias veces: el fonógrafo mismo borra lo escrito y queda el rollo como nuevo; pero ¿quién borrará la frase de la madre, la canción de la novia (…) el balbuceo del hijo muerto?”.[5] Con esa capacidad muy suya de poetizarlo todo, incluso, aquellos pasajes donde la técnica y la ciencia parecen mostrarse en extremo frías, cabe preguntarse: ¿qué de poesías no nos habría dejado Martí de haber conocido la tecnología digital y la comunicación por móvil? De ahí la importancia que aún tienen esas ansias por oír su voz; esa misma voz de la que dieron testimonio sus amigos más cercanos, la fuente de la que se informó la poeta chilena Gabriela Mistral —martiana notoria y primer Premio Nobel de Literatura de Hispanoamérica— para decir en una conferencia impartida en el Instituto Hispanoamericano de Cultura de La Habana, el 28 de julio de 1934: “Una de mis pérdidas en este mundo fue no haber escuchado el habla de Martí. Es pura maravilla una voz que, siendo viril, se quede dulce”. [6]

Martí, admirador confeso de Edison, lo fue, ante todo, por ser el inventor de la bombilla eléctrica. Su luz, “menos deslumbrante acaso que la de Brush, aunque menos confusa; menos blanca que la de Yablojkov; pero pura, sostenida, penetrante, libre de todo riesgo, –en lo que aventaja a todos sus rivales‒, susceptible de múltiples aplicaciones, sumisa a la mano del hombre, bella y discreta, como cosa de hadas”,[7] terminó por imponerse. Si atendemos a los adjetivos empleados por Martí en el citado párrafo, la luz de Edison, sin dudas, no solo fue la luz ideal para él, sino que la vio y la sintió como a una mujer. Ella es pura, sostenida, penetrante, bella, discreta… Además,

Prospera y gana ciudades (…). En Chicago, adóptanla bancos, teatros y talleres; en Boston establecen una dirección central, que derramará por la ciudad 20 000 luces; y son de ver aquellas máquinas esbeltas y sencillas, a la par pesadas y graciosas, ¡como juguetes de héroes! Parecen esas lindas fábricas maravillosas llenas de espíritu femenil: entrar en las factorías donde las trabajan, es como entrar en fábrica de espíritu. Queda una impresión doble y suave; de encumbramiento, y de delicadeza.[8]

Y, como si todas estas cualidades no bastaran, tiene como valor añadido un hecho incidental, que no debe pasarse por alto: “La policía de Boston ha declarado que se nota rebaja en los crímenes desde que la nueva luz fue introducida en la ciudad”.[9]

Foto: Internet
 

Para Martí la luz eléctrica, más que un recordatorio o punto situacional del texto o del contexto, es un tópico —por demás, literario— devenido símbolo de las aspiraciones humanas por elevarse a una dimensión y belleza superiores. Incluso, en sus críticas de arte, este sentimiento se pone de manifiesto en su preferencia por aquellos pintores que hacen de la representación de la luz su recurso expresivo esencial. Por ejemplo, prefiere la luz naciente de Lorrain a la mística de Rembrandt, porque desdeña la luz del sol. Igual posición se observa en relación con el tema que nos ocupa. A su amada luz natural —de la que fue hijo—, más que oponerle, le suma, cual intangible símil, la de una bombilla incandescente: sol de esa “segunda naturaleza” nacida del hombre y acrecentada por siglos de civilización. Él mismo la ha visto nacer y crecer a su paso por las más importantes ciudades donde ha vivido, sea Madrid, París o Nueva York. Mientras que, en la Torre Eiffel o en el puente de Brooklyn, la luz eléctrica deviene asunto generador de la metáfora que culmina su crónica, como si a través de ella quisiera darle a su prosa el fulgor que ilumina su interior. Porque, a fin de cuentas, “entre los sueños del hombre, hay uno hermoso: suprimir la noche”.[10]

Notas:
 
[1]José Martí. Obras. Completas., t. 28, p. 185.
[2]O. C., t, 13, p. 510.
[3] Ibídem.
[4]Ibídem, p. 509.
[5] Ibídem, p. 510.
[6]  Véase: “Pistas sobre posible grabación de voz de Martí, I y II”, en Prensa Latina, 4 de febrero de 2012 y 10 de febrero de 2012, de la autoría del periodista Randy Saborit Mora. Ambos artículos recogen las entrevistas hechas al Lic. Jorge Lozano, asesor de la Oficina del Programa Martiano; Lic. Pedro Pablo Rodríguez, director de la Edición Crítica de las Obras Completas de José Martí, y la Dra. Nuria Nuiry, Profesora Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
[7]O. C., t, 28, p. 184-185.
[8]Ibídem, p. 184.
[9]Ibídem, p. 280.
[10]O. C., t. 8, p. 353.