José Villa Soberón: Arte desde y para Cuba

Roxana Romero Rodríguez
19/2/2021

Los sesenta años que cumplirá, en agosto próximo, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba motivan nuestra visita al estudio-taller en La Habana Vieja. Llegamos temprano, cámara en mano. Amanece en la calle que lleva el nombre del país y es, a decir verdad, la más pura representación del archipiélago mismo. Lo confirmarán después las múltiples pausas en la entrevista, para ceder lugar a la banda sonora que acompaña el espacio de creación a cargo de José Villa Soberón…

“Tras cada una de las esculturas figurativas hay investigación, acercamiento a la historia, al personaje y sus contextos…”. Fotos: Roger Álvarez Castillo y Carlos Ernesto Morales
 

Presentaciones. Café. Al fondo, luces que emanan de una máquina de soldar, y el sol que se desliza entre la construcción inacabada de puntal altísimo. Figuras y mesas de trabajo se descubren, poco a poco, en tanto llegan los jóvenes que acompañan en su quehacer a uno de los más experimentados escultores cubanos de las últimas décadas.

Nuestro andamiaje trastoca las posiciones habituales, nos adueñamos de sus mesas, sus lámparas, su espacio. Todo allí tiene cierto misterio que quizás no logren captar las cámaras…

Inspiración, talento, formación, esculturas…

Villa Soberón es un hombre de pocas palabras, lo sabíamos de antemano. Le resulta difícil hablar de sí mismo. “La verdad —revela— es que no sé de donde viene la necesidad de crear…”

Eso, en realidad, no es difícil de entender. La concepción de una obra, sobre todo en las artes plásticas, suele ser un proceso solitario. No obstante, por sus propias características (dimensiones, peso, materiales, instalaciones), puede que sea la escultura el proceso que demande más personas, un equipo de trabajo… “Quizás es uno de los más complejos, difíciles, caros, y largos”, refiere el escultor.

Los estímulos para la creación, muchos. “A veces es el creador quien escoge un tema que le resulta de interés, y puede llegar a convertirse en una línea de trabajo. Y está también el encargo, en ocasiones subestimado, porque se piensa que el artista aporta menos que en la obra puramente individual. Sin embargo, a mí me parece válido, no es una camisa de fuerza que va en detrimento del vuelo artístico. Cuando nos encargan una figura, lo hacemos con la mayor profesionalidad y responsabilidad posible”.

Tras cada una de las esculturas figurativas hay investigación, acercamiento a la historia, al personaje y sus contextos… Se nota en los detalles de las obras que reposan en el estudio-taller de Cuba y Teniente Rey: Cervantes, Martí, Alicia Alonso. O en las que ocupan sitio en espacio urbano, El Caballero de París, John Lenon, el Preso 113 en la Fragua Martiana.

Para Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas 2008, “el espacio natural de la escultura es precisamente el espacio urbano…”.“Aunque hoy, con todos los recursos existentes, cualquier tipo de arte puede ser capaz de comunicarse y movilizar, la escultura tiene una virtud especial, que es la de comunicarse en el espacio urbano, posicionarse e identificar ese sitio, incluso a través del tiempo… Con el trabajo del escultor, una materia que no tiene forma, que no tiene expresión, es capaz de transformarse y transmitir emociones, ideas…

“Al insertar en la ciudad imágenes, esculturas figurativas, es vital tener primero, que sea eficiente la inserción de la escultura en el entorno, que no resulte una cosa añadida; y sobre todo cómo las personas la van a leer… La escultura tiene su propio lenguaje, pero el público la percibe de maneras diferentes. Los artistas concebimos una idea, que resulta ampliada, mucho más, por el espectador, quien la carga de significados que uno mismo no previó”.

El proceso…

De recorrido por el taller, seríamos testigos de varios procesos, inimaginables hasta entonces… Modelado en barro —con asombroso grado de detalle— revestimientos en yeso, fibras de vidrio y resina… Se van moldeando las formas, relieves, detalles, cuerpos… De inicio a fin, puede tardar meses.

El proceso no está exento de limitaciones, las propias de la realidad socioeconómica cubana. “Pero se buscan soluciones” —afirma Soberón, mientras localiza con la mirada, sobre los puestos de trabajo, los instrumentos de ensamblaje propio. “Eso lleva mucho esfuerzo y tiempo, pero creamos el mínimo de condiciones necesarias. Tratamos de sustituir las herramientas que no tenemos… Una sierra, una cizalla, las luces que ahora sirven a nuestro improvisado set de televisión”.

 
 “Para Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas 2008, ‘el espacio natural de la escultura es precisamente el espacio urbano…’”
 

Pero las carencias no son cosa de ahora y, de hecho, parecen conjugarse en futuro… Por eso, explica el también profesor de la Universidad de las Artes, “entre las primeras cosas que aprenden los estudiantes, es hacer una proyección particular para cada idea… Tenemos que saber, primero, los recursos disponibles, y de ahí qué podemos obtener…

“Sin embargo —argumenta— probablemente la manifestación de la cultura que más se ha desarrollado en los últimos años son las artes plásticas (…) han alcanzado reconocimiento internacional y conseguido espacios como la Bienal de La Habana, donde participan especialistas de todo el mundo…”

Un sueño mayor

El origen de todo ese desarrollo es la enseñanza artística, apunta Villa Soberón… Las escuelas de arte son, en su opinión, uno de los aportes más importantes del líder del proceso revolucionario cubano Fidel Castro a la cultura nacional. No solo por su rol en la formación artística, sino por el vínculo creado con la sociedad cubana.

“Las escuelas de arte transformaron la cultura de la sociedad, de los cubanos en general, artistas o no… y eso se le debe a ese sueño que empezó por transformar el Country Club en una escuela para que jóvenes se convirtieran en creadores de diferentes manifestaciones”, recuerda, mientras trae a la memoria la preocupación del Comandante en Jefe por el estado constructivo de las Escuelas de Arte, que eran un gran sueño suyo, durante un Consejo Nacional de la Uneac, en la década de los noventa. 

“Fidel Castro era un soñador. Recuerdo cuando inauguramos la escultura de Lenon, que para mi sorpresa llegó Fidel; y empezó a preguntarme en relación a la escultura… Se puso a leer las palabras que están a los pies de Lenon ‘…dirán que soy un soñador, pero no soy el único…’ Y dijo: ‘Yo pienso igual que Lenon. También he sido un soñador, pero no quiero ser el único’”.

Por ello, para el maestro que también es Villa Soberón, “disponer, en un momento determinado, de escuelas de arte en todas las provincias del país, posibilitó el desarrollo de varias generaciones extraordinariamente talentosas… Las escuelas de arte le han dado oportunidad a los jóvenes para que tengan acceso al conocimiento, a la instrucción y al desarrollo para formar su espíritu creativo…”

“La escultura tiene su propio lenguaje, pero el público la percibe de maneras diferentes”.
 

Con tal confianza en los jóvenes, se explican muy bien las repetidas citas de clases, las menciones al ISA, el hablar pausado, casi pedagógico… No solo por lo que es capaz de enseñar un escultor multipremiado como José Villa Soberón, cuyas obras han conquistado espacio en varios países; sino porque —señala el artista— “al estar entre los jóvenes, los más viejos nos nutrimos mucho.

“Cada generación —reconoce— trae una manera de percibir el arte, de expresarse a través de la creación. Hay que dar oportunidades a los jóvenes, y estar cerca de ellos para tener también la oportunidad de aprender.

“Traen una mirada nueva, desprejuiciada; capacidad cuestionadora. Tienen que ganarse un espacio para sus ideas, y me parece normal que, en ese proceso, exista un cuestionamiento natural a lo que existe. Eso tributa al desarrollo. Es imprescindible el espíritu joven para la creación”.

La Uneac

En ese camino de acompañar a los creadores con una obra sólida, pero también de preocuparse y ocuparse de la formación, ha dado necesarios pasos la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. En seis décadas “la Uneac se ha trasformado, aunque la idea original continúa vigente y es, de hecho, el sentido y la fortaleza de la propia institución.

“Probablemente ni siquiera la propia Uneac —comenta Villa Soberón— ha reflexionado en lo importante que ha sido para la propia cultura, para evitar errores que amenazaron la creación artística… De una manera muy particular la Uneac ha sabido, con dificultades y no siempre con aciertos, pero sí con un resultado positivo, evitar, desde el arte, errores a la sociedad cubana.

“Eso continúa siendo un reto, más cuando tiene la fortaleza de abarcar todo el país… La Uneac tiene que ser, para las próximas generaciones, la institución importante como ha sido para la nuestra; de respaldo, atención, comprensión sobre la creación, y un espacio para dialogar y expresar preocupaciones. Así ha sido el perfil de los Congresos —y puede ser que no todo haya sido escuchado— pero siempre ha sido ese el espíritu de la Uneac”.

Al final, el aporte de cualquier gremio, de cualquier organización, de cualquier artista, es contribuir desde el arte al bienestar social… “Yo soy cubano, uno es Cuba —sentencia— pienso desde la identidad, desde la perspectiva del ser cubano que es también universal. Me gustaría mucho que el trabajo que uno hace pueda contribuir a enriquecer al cubano, es una aspiración que tenemos todos los artistas”.

Hasta siempre (calle) Cuba…

Al filo del mediodía, ya parecen familiares las formas inacabadas, y las figuras de grandes dimensiones fijadas en lo alto, a la pared… También los olores penetrantes de los químicos, los folclóricos ruidos de la calle con nombre de país y el sereno e inmutable quehacer de los jóvenes creadores —muy talentosos a decir de Soberón— que en una escuela taller allá por la Vieja Habana, hacen arte desde, por y para Cuba.