Declaración de los miembros de la sección de crítica e investigación de la Asociación de Artistas Escénicos de la Uneac.

Durante las últimas semanas, una serie de circunstancias han puesto nuevamente en zona de debate la relación entre algunos creadores de las artes escénicas y los representantes de la crítica. Forjados en el espíritu que nos inculcaron nuestros principales maestros (Rine Leal, Graziella Pogolotti y Ramiro Guerra, como ejemplos imprescindibles), quienes ejercemos el arduo oficio de la crítica no solo somos responsables de comentar lo que aparece en nuestra cartelera escénica. Es también parte esencial del “oficio de la crítica” y derecho inalienable analizar a fondo las virtudes y las fallas de una puesta en escena y dar seguimiento analítico a la trayectoria de actores, actrices, coreógrafos, bailarines y directores, como un ejercicio de acompañamiento que nos enlace a sus trayectorias.

Testigos y parte de eso que llamamos el “movimiento teatral cubano”, pertenecemos a una tradición que, no exenta de polémicas y desacuerdos, ha dejado una línea clara de estudios acerca de nuestra escena, de cómo nos representamos y nos reconocemos en la diversidad de estéticas y modelos que son el presente de nuestra vida teatral —y no solo de ella—.

Es por eso que respondemos, con esta Declaración, a un conjunto de arremetidas que, desde posiciones ajenas a la ética profesional, han recibido recientemente algunos miembros de nuestra Sección. Desde hace ya muchos años, mediante estrategias como el Taller Itinerante de la Crítica, los paneles mensuales en la sede de la Uneac y nuestra presencia franca en distintos eventos y festivales, hemos apostado por un diálogo transparente entre creadores y críticos de disímiles formaciones, en el que se respeten y escuchen las voces de unos y otros. No pocos artistas y colectivos han sido parte también de ese empeño.

Sentados a la misma mesa, poniendo a prueba nuestros estudios y entrenamientos, hemos intentado saltar por encima de las incomodidades y resquemores que dañaban esa relación como si estuviéramos en bandos opuestos. De ahí ha surgido un grado de respeto mutuo, afianzado en la ética de nuestros oficios, que defendemos como eje de nuestras conversaciones, en pro de saludar lo mejor de la escena cubana contemporánea. Y así como estamos conscientes de que falta mucho por lograr en ese proceso, saludando logros, pero sin edulcorar defectos ni carencias, hemos hecho de ese diálogo un eje de trabajo que ha permitido dejar atrás esa idea de falso enfrentamiento que tanto nos ha lastrado.

Desde hace ya muchos años, mediante estrategias como el Taller Itinerante de la Crítica, los paneles mensuales en la sede de la Uneac y nuestra presencia franca en distintos eventos y festivales, hemos apostado por un diálogo transparente entre creadores y críticos de disímiles formaciones, en el que se respeten y escuchen las voces de unos y otros.

Como prueba de que aún hay mucho por hacer están esos ataques, mediante los cuales algunos creadores han pasado de la invitación a que comentemos algunas de sus puestas a acosar mediante mensajes y comentarios en redes y plataformas públicas a críticos y periodistas, de manera poco profesional. Y a lo cual se añaden insultos y maniobras de supuesta confrontación entre las opiniones de uno y otro crítico cuando los elogios no parecen suficientes a los creadores de esos espectáculos, con aires de emplazamiento y linchamiento en esos espacios. No son los únicos ejemplos. El afán de protagonismo, el recelo al aporte que el estudio y la investigación pueden hacer a la visión integral del legado de un maestro, han desatado también reacciones amargas en un espacio que ya creíamos ganado y libre de tales estrecheces.

En el Consejo Nacional de la Uneac, celebrado el 8 de julio en el Palacio de las Convenciones, abordamos este asunto con extrema claridad y franqueza, alertando sobre el peligro que esto conlleva. La preocupación fue compartida por miembros de las otras secciones de la Asociación de Artistas Escénicos y los representantes de la presidencia de la UNEAC y otras instituciones.

El resumen del informe del debate, leído en la Plenaria final del Consejo, no pudo recoger en su amplitud y profundidad, por su necesidad de síntesis, lo que allí planteamos y acordamos como una postura común frente a estas acciones regresivas.

Esta Declaración quiere servir esencialmente como apertura a nuevos diálogos acerca del rol de la crítica, tan demandada y necesaria en este momento. Crítica, insistimos, como ejercicio de acompañamiento, desafío de cada uno de sus representantes y apuesta consciente y útil a favor de la mayor calidad y jerarquías verdaderas, ganadas a golpe de talento y crecimiento. Como un gesto que nace del compromiso ético y no empañado por concesiones ni oportunismo, ni como halago banal.

Crítica que también debe ser asimilada como parte de un clima de debate sistemático, establecido desde el respeto de todas las partes implicadas y no como un comentario de paso —que es lo que lamentablemente abunda—. De esos vacíos en nuestros principales medios nacen estas acometidas, de esa incapacidad para asumir el ejercicio de la crítica como una voz natural entre nosotros, no infalible ni entendida como sentencia, pero sin dudas sí imprescindible en una idea mayor de la cultura.

Rechazamos esos ataques a quienes, con roles ya reconocibles en nuestro ámbito artístico, defienden el papel de la crítica a conciencia. Y lo hacen con la preparación cultural, investigativa y puntual que cada crítico debe tener como sus mejores argumentos.

Rechazamos también el intrusismo que ha ido desplazando a esas voces autorizadas en espacios de amplia difusión y reclamamos que se convoque a los especialistas en estos asuntos en esos medios. Desde esa voluntad, nuestra Sección planea ya un conjunto de acciones y encuentros, desde la Uneac, que consoliden nuestra presencia y nuestro quehacer en este contexto tan complejo que es la Cuba de ahora mismo.

Críticos desde la crítica misma, sabemos cuánto nos falta en la creación de puentes para un diálogo más sólido con los creadores, pero tampoco aceptamos retroceder en lo ganado, en la posibilidad de una conversación diáfana y provechosa en la que también hemos invertido tiempo, aprendizaje y sacrificios. Es nuestro deseo que los artistas, instituciones y colaboradores que nos han acompañado en este largo proceso sigan a nuestro lado, no como una voz unánime y sin diferencias entre sus representantes, sino como parte de ese acompañamiento respetuoso en el cual son la verdad y el rigor, y no otra cosa, lo que cultivamos y defendemos.

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