La Habana como escenario teatral

Marilyn Garbey Oquendo
29/10/2019

Dedicado a los 90 años del maestro Vicente Revuelta, abridor de caminos del teatro cubano, se organizó la edición 18 del Festival de Teatro de La Habana. Hombre de profunda cultura, actor de leyenda, era un director capaz de mover los resortes espirituales de los actores y conducirlos hacia la construcción de personajes memorables.

La doctora Graziella Pogolotti, testigo excepcional de su desempeño en los escenarios, fue quien lo condujo a las aulas del Instituto Superior de Arte a ejercer su magisterio: “Vicente, el eterno investigador, el eterno buscador, el que siempre está deslumbrado por la necesidad de conocer y de ahondar en ese misterio profundo que es el acto de la creación del teatro y también el acto de formar un actor. Y ciertamente Vicente nos trajo a Stanislavski, a Brecht, pasó después por el Living Theatre y también por Jerzy Grotowski…” [1]

Acto de justicia teatral fue esta dedicatoria, pues Vicente es el actor y director al que sucesivas generaciones han elegido como maestro. La doctora Pogolotti explica el por qué: Rebelde ante lo hecho, ante lo establecido, ante sí mismo, ante su propia obra. [2]

El Festival se inició con Misterios y pequeñas piezas, una obra en la cual Carlos Celdrán, discípulo de Vicente, ventila en público la relación con sus maestros. Es una mirada desacralizadora a las intimidades de un grupo teatral, al tiempo que revela las contradicciones que impulsan a los teatristas y los presenta como seres humanos enrolados en procesos creativos que van en busca de sus interlocutores. Fabula el autor-director con las posibilidades de redención que porta el oficio del teatro, y lo hace desde la perspectiva minimalista, sin afeites escenográficos, apoyado en el trabajo de los actores.

Misterios y pequeñas piezas. Foto: Buby/Cubaescena
 

Peer Gynt es una de las obras más sugerentes del noruego Henry Ibsen, dramaturgo venerado en el gran teatro del mundo. Se ha rumorado del deseo de Carlos Díaz de llevarla a escena, y algunos espectadores recuerdan la versión unipersonal, extraordinaria, del actor chileno Franklin Caicedo, quien asistió a una edición de la cita habanera en los 80 del siglo pasado. Ahora llegó Jorge Ferrera, discípulo de Vicente, radicado en España, habitual presencia en los Festivales habaneros, con el clásico de Ibsen.

Un viaje muy personal emprende Peer Gynt por el mundo, matizado por los sueños, la relación con la madre y con las mujeres que encontrará a lo largo de su vida. Capaz de romper todas las convenciones sociales para encontrar la libertad, el personaje dará rienda suelta a los goces, y alcanzará la vejez en plena soledad. Jorge Ferrera confirma que es un actor extraordinario, con una especial sensibilidad para comunicarse con el público. Asume todos los personajes con su cuerpo y su rostro, el único elemento escenográfico es un palo del que extrae pañuelos y que tiene múltiples usos. Tan solo debo objetarle que el montaje se extiende innecesariamente, cuando ya sabe el espectador quién es Peer Gynt.

Podría enumerarse una extensa lista de discípulos y colaboradores de Vicente que engrosan las filas del teatro cubano, pero solo nombraré a algunos de los presentes en el Festival. Flora Lauten formó parte del elenco de La noche de los asesinos. Carlos Pérez Peña integró el grupo Los Doce. Alexis Díaz de Villegas era parte de la tropa juvenil que acompañó a Vicente en sus últimos días. Alejandro Palomino y Arturo Sotto recibieron su magisterio en las aulas del Instituto Superior de Arte. José Antonio Alonso le ha dedicado su más reciente montaje.

Desde la República Dominicana vino Teatro Guloya, dirigido por Claudio Rivera, discípulo de Vicente en las aulas del ISA. Apostaron por La vida es sueño, el clásico de Calderón de la Barca, pretexto para pensar la realidad social de su país y expresar cómo el ejercicio del poder coarta la libertad individual, de ahí la necesidad de tomar las riendas del destino. Merengues, bachatas, música urbana forman parte de la banda sonora. La música es un elemento esencial en la puesta en escena: tanto es así que se canta el famoso monólogo de Segismundo, escena muy aplaudida al finalizar. Actores de diferentes edades comparten escena, sobresalen Víctor Contreras como el protagonista Segismundo, y el Basilio de Claudio Rivera. Fieles a los basamentos estéticos que defienden hace más de 20 años, Guloya revisita el texto calderoniano con mirada descolonizadora, sorteando los prejuicios que afronta un grupo de teatro del Caribe cuando elige un texto del Siglo de Oro.

La vida es sueño, de Teatro Guloya. Foto: listíndiario
 

Roxana Pineda, teatróloga y actriz, asistió al segundo montaje de Galileo Galilei en Teatro Estudio, bajo la dirección de Vicente, donde se encontraron dos generaciones teatrales y dos puntos de vista diferentes sobre el sentido del teatro. Roxana expone su valoración de la huella del maestro en la Historia del Teatro Cubano:

“Él ha abierto una puerta que ya no podrá cerrarse nunca más, por más tormentas que vengan, por más mediocridades que nos impongan, por más dogmatismos que temporalmente imperen, el camino de las preguntas, el vado de la curiosidad y la experimentación, lanzarse a la búsqueda de otros juegos, no dejarse amordazar por lo bien hecho o el traje bien planchado, soñar, ilusionarse y tropezar, pero siempre con ojos de niño inquieto que no hace los deberes. Esa puerta está abierta. El la abrió para nosotros todos. Allá el que quiera quedarse del lado de acá durmiendo la siesta. Yo prefiero husmear tras la puerta para descubrir qué hay detrás de ella. [3]

Dramaturgia cubana en escena

La boda, de Virgilio Piñera, fue montada por Raúl Martín para los estudiantes de la ENA, y la presencia de la obra en el Festival recordó la muerte del autor 40 años atrás. Los cuenteros llevaron a escena Cyrano y la madre de aguas, de Ulises Rodríguez Febles, en un recorrido por la mitología de los campos cubanos. Teatro D’ Dos presentó Jardín de héroes, donde el laureado Yerandy Fleites se apropia de los cánones de la tragedia griega para hablar de los conflictos de Cuba. Christian Medina contó para los retablos En el jardín durmió un vampiro, una mirada a las relaciones entre padres e hijos. Nelda Castillo, a través del cuerpo de la actriz Yindra Regueifero, cuestiona el egoísmo y el consumismo de estos tiempos. Con El modelo, Juan González Fife propone indagar en los vínculos afectivos de una comunidad de artistas.

La boda, de Teatro de la luna. Foto: Cubaescena
 

Giselle González asumió el unipersonal El vacío en las palabras, muy bien interpretado, texto de Maikel Rodríguez para Ludi Teatro, en el que parte de un personaje histórico, Irene Sendler, la mujer que salvó a 2 500 niños judíos del Holocausto, para cuestionar los procederes éticos al uso. Freddys Núñez tendió puentes entre dos realidades diferentes, la Viena de la ópera y el otoño, y su cálido Camagüey, para hablar de soledades y desencuentros. Arturo Sotto volvió al teatro para escribir y actuar Oficio de isla. Rubén Darío Salazar se inspiró en un cuento de la catalana Carmen Fernández Villalba y en las investigaciones de una sicóloga matancera para escribir Retrato de un niño llamado Pablo, raro para los estándares de su medio social. Dramaturgos como Raquel Carrió y Norge Espinosa versionaron textos clásicos para adaptarlos a las exigencias creativas de Teatro Buendía y Teatro El Público, respectivamente. Pedro Franco, de El Portazo, construyó el guión de CCPC 2 Cuban Cofee by Portazo Cooperative. La República Light. 3 temporada, a partir de textos de varios autores cubanos, para hurgar en el pasado del país.

De la muestra nacional

Retrato de un niño llamado Pablo, de Teatro de Las Estaciones, trae al debate público temas que merecerían más atención: la infancia en tiempos de Internet, las relaciones entre los niños y sus padres, deseosos de colmarlos de bienes materiales descuidando la espiritualidad, la necesidad de respetar la diferencia desde edades tempranas.

El director, Rubén Darío Salazar, emplea las herramientas del teatro de títeres, que domina con maestría, para exponer sus inquietudes. Diálogos ágiles, juegos titiriteros, belleza y funcionalidad del diseño de Zenén Calero, actores con excelentes desempeños, son algunas de las virtudes del montaje.

Retrato de un niño llamado Pablo, de Teatro de Las Estaciones. Foto: Sonia Almaguer/sitio AHS
 

Agnieska Hernández presentó, en la Fábrica de Arte, Jack The Ripper: no me abraces con tu puño levantado (training para Emilio, que tiene 18 años), tal vez una de las historias más desgarradoras que ha contado nuestra dramaturgia. La autora, egresada del Seminario de Dramaturgia de la Universidad de las Artes, ISA, alcanzó el reconocimiento cuando participó junto a Carlos Díaz en la creación de Harry Potter, se acabó la magia. Allí se reveló su enorme talento para escribir para la escena y una fina sensibilidad para captar los más duros conflictos humanos. También indicó su capacidad para construir personajes.

La dramaturga tomó un suceso de la vida real, de la más terrible cotidianidad, esa que, aunque no sale en los periódicos, no podemos soslayar. Es una historia digna de novela negra, con asesinato y castigos incluidos, que narra el martirio de un joven cuyos mejores años los pasará en la oscuridad de una prisión común, tras su fatídico acto en busca de justicia. Agnieska asumió el rol de directora y, cuando las circunstancias lo exigieron, el de actriz. Afrontó todos los riesgos para no suspender la función, el encuentro con los espectadores. Su montaje subraya el rol del texto y del actor y también incorpora creativamente el lenguaje audiovisual y la música al discurso teatral, apoyándose en un elenco de jóvenes y talentosos actores. Creo que esta puesta en escena debió formar parte de la Muestra oficial del Festival, por suerte se incluyó entre las múltiples opciones que la ciudad ofreció a los espectadores.

De la muestra internacional

La presencia en el Festival del Berliner Ensemble, el grupo fundado por Bertolt Brecht, marcó un hito. Quiso el azar que vinieran a La Habana cuando celebramos los 90 de Vicente, quien admiró a Brecht y montó algunas de sus obras emblemáticas. En un artículo de vieja data, el teatrista cubano valoraba la impronta del creador de Galileo Galilei:

“Creador de una poética de la tensión contradictoria, de la razón como diversión, como placer en el juego teatral, su teatro épico mantuvo en jaque la caja mágica durante un tiempo”.[4]

Sigue inquietando la fábula de El círculo de tiza caucasiano: Grusche, criada y pobre, salva la vida a un niño abandonado por su madre biológica. La madre volverá a reclamarlo y un juez deberá decidir quién cuidará al pequeño, trazará un círculo de tiza alrededor del cual se moverán las protagonistas en busca de la solución del conflicto.

Para el montaje, Michael Tallheimer despoja al escenario de elementos escenográficos, la música y las luces son presencias vivas construyendo espacios para la presentación, subrayando el drama de los personajes, propiciando que el texto de Brecht adquiera todas las connotaciones posibles. Para los actores, vayan aplausos como los prodigados por los asistentes al Teatro Martí en la noche del sábado. Mención especial merece la protagonista, la interpretación de Stefanie Reinsperger en su rol de Grusche es una lección de fuerza y fragilidad, de compromiso con el personaje. En las Notas al programa dicen: “La cuestión que aquí se trata es de una sencillez tan grande como de una gran contundencia política: ¿a quién pertenece el mundo?”[5]. Habrá que seguir bregando para encontrar las respuestas.

Eléctrico Carlos Marx es protagonizado por Manuel Santos Iñurrieta, quien también es autor y director del unipersonal que trae al filósofo alemán al siglo XXI. La obra transcurre entre las reflexiones marxistas sobre el contexto, la música de los Rollings Stones, los audiovisuales que presentan a Lenin en plena acción revolucionaria o al pensador Atilio Borón como el taxista que pasea a Marx por Buenos Aires, hasta llegar a los mensajes que transmiten las redes sociales. Excelente actor en un montaje que, casi al final, se vuelve reiterativo.

Final de partida es un texto hermoso y duro de Samuel Beckett presentado por Performa Teatro/Brancalyone, de Brasil. Una familia en franca decadencia —un hijo ciego, padres ancianos con las piernas mutiladas— asistidos por un sirviente, el único que puede ver y moverse, quien ejerce el poder despiadadamente. Actores de altísimo nivel interpretativo contando un drama de absoluta vigencia.

Javier Aranda se ganó el fervor del público con su destreza en la animación de muñecos, con su gracia para narrar una historia muy sencilla, repetitiva en ocasiones. Las manos del titiritero crearon un universo de sensaciones y emociones, con fino sentido del humor que arrancó aplausos y carcajadas.

Fruto de una coproducción, entre la compañía sueca Memory Wax y la cubana Danza Teatro Retazos, es la coreografía El país de las sombras. Dirigida a los niños, representada por tres bailarines que juegan en el mundo de las sombras, recreando escenas de gran belleza convoca a la participación de los espectadores.

En el país de las sombras, coproducción entre la compañía sueca Memory Wax y la cubana Danza Teatro Retazos. Foto: Ricardo Rodríguez Gómez/Cubaescena
 

El retorno de la actriz Vivian Acosta en Elektra, bajo la dirección de José A. González, y el montaje de Venus y el albañil, de Nara Mansur, por la agrupación puertorriqueña Casa Cruz de la Luna, fueron aciertos de la programación del evento, pues permitieron apreciar la obra de teatristas cubanos asentados en otros contextos teatrales.

Lágrimas amargas, pero muy teatrales

Hace más de diez años, Las amargas lágrimas de Petra vont Kant subieron al escenario del Trianón. Mientras volvía a la sala de la calle Línea recordé a mi querido Abelardo Estorino, quien decía que ese era uno de los mejores montajes que se habían hecho en Cuba. Esta vez asistí a una función en la cual Yailene Sierra encarnó el rol de la diseñadora de moda perdidamente enamorada de una modelo. Actriz extraordinaria ella, vuelve al teatro cubano con toda la grandeza de su talento, acompañada por un elenco de jóvenes actrices que también merecen elogios.

Me dice Norge Espinosa, autor de la versión sobre el original de Rainer Werner Fassbinder, que, como hace diez años Fernando Hechavarría y Yanier Palmero, arrancaron ovaciones. Las colas en el Trianón son extensas, el público quiere ver todos los elencos. Me alegra comprobar el fervor por el teatro, ver a tanta gente atenta al retrato que proponen Carlos Díaz y su tropa sobre la pasión amorosa, me estimula comprobar que la obra sigue viva, hablando libremente de lo que somos como seres humanos.

La clemencia de Tito. Foto: Enrique (kike) Smith
 

Oficio de isla fue el gran suceso del Festival. Presentada en un viejo muelle del puerto de La Habana, la obra convocó a bailarines, músicos, actores, escritores, artistas plásticos para contar un suceso: el viaje de 1 273 maestros cubanos a la Universidad de Harvard en 1900. A partir de ahí, se expondrá el diferendo Cuba-Estados Unidos, que hoy adquiere nuevos matices, pero sigue siendo una fuerte confrontación de ideas. Con dirección de Osvaldo Doimeadiós, texto de Arturo Sotto, diseños de vestuario de Oscar Bringas, instalación plástica de Guillermo Malberti, coreografía de Grettel Montes de Oca, con las interpretaciones de la Banda de Gaitas Eduardo Lorenzo y la Banda Municipal de Rancho Boyeros, y las actuaciones de un numeroso elenco entre los que destacan Rebeca Rodríguez, Osvaldo Doimeadiós, Raysel Cruz, Daliana B. González, Carlos Busto, Arturo Sotto, Amaury Milián, Iván Balmaseda, Jonathan Navarro. El público desafió los problemas con el transporte para viajar hasta La Habana Vieja y aplaudir este retrato límpido de la Cuba de hoy.

El Festival de Teatro de La Habana se clausuró en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, con un montaje que, al mismo tiempo, inauguraba el Festival Mozart Habana. La clemencia de Tito, la penúltima ópera firmada por el genial Mozart, también aunó talentos. Norge Espinosa es el autor de la versión. Carlos Díaz dirigió la puesta en escena. Norge Cedeño es el coreógrafo, acompañado de los bailarines de Otro Lado. Como solistas se presentaron Gustavo Quaresma, Anyelín Díaz, Kirenia Corzo, Cristina Rodríguez, Lesby Bautista y Ahmed Gómez. El Coro de Cámara de la Universidad de las Artes y la Schola Cantorum Coralina asumieron la parte coral. José Antonio Méndez condujo la Orquesta del Lyceum Mozartiano de La Habana. El maestro Ulises Hernández asumió la dirección general del magno proyecto.

Debo resaltar la manera en que convergieron en escena diferentes lenguajes: cantantes y actores, bailarines, músicos, en perfecta armonía creativa. Reunir a tanta gente talentosa es otro de los méritos del montaje, suerte de bálsamo para el alma en tiempos tan convulsos como los que vivimos. Es una puesta en escena hermosa en su visualidad, con magistrales interpretaciones de cada uno de los artistas, que subraya la necesidad de ser generosos y de desplegar la bondad entre nuestros semejantes. El final de la ópera fue verdaderamente espectacular, y la bondad de Tito se transformó en música vibrante.

La clemencia de Tito. Foto: Enrique (kike) Smith
 

Uno de los invitados al Festival fue el maestro Miguel Rubio, director del grupo peruano Yuyachkani, referente para varias generaciones de teatristas latinoamericanos, amigo de Vicente Revuelta. Miguel recordaba la primera vez que vino a La Habana: “… fue para el primer encuentro de teatristas. Vine invitado por el entrañable Manuel Galich y pude compartir en mi grupo de trabajo con Enrique Buenaventura, Graziella Pogolotti, Sergio Corrieri, Atahualpa del Cioppo. Fue increíble compartir con maestros fundadores de la moderna tradición del teatro latinoamericano y del Caribe”.[6]

Y contó algunas de las experiencias vividas en esta ciudad:

“Los músicos ambulantes, la obra emblemática de Yuyachkani, salió del Perú por primera vez para venir a La Habana. Conservo miles de historias entrañables, personales y sociales, como la formación de la Escuela Internacional del Teatro de la América Latina y el Caribe (EITALC)”.

La Habana, a la altura de sus 500 años de vida, es un escenario propicio para los encuentros teatrales. Se acabó el Festival, pero la pasión por el teatro no cesa. El público exige a los teatristas continuar el diálogo.

 

Notas:
[1] Pogolotti, Graziella: Elogio a Vicente Revuelta en la entrega del Premio Nacional de Teatro, 22 de enero de 1999.
[2] Idem
[3] Pineda, Roxana: Se escapó del zoológico, sí. Publicado en el sitio web de Habana Radio.
[4] Revuelta, Vicente: “Martí, Artaud, Brecht: hacia el teatro como participación y síntesis de significantes poéticos”. En Tablas 2, 1990.
[5] Notas al programa de El círculo de tiza caucasiano, del Berliner Ensemble.
[6] Garbey, Marilyn: “De Lima a La Habana, el teatro como punto de encuentro. Entrevista a Miguel Rubio”. En Perro huevero, n. 1, 2019.