“Hasta después de la muerte, seguiré siendo cubano…”.[1]

El maestro Rogelio Martínez Furé (1937-2022) ha partido —parafraseando un refrán de Ghana: “Quien se va, va para un lugar mejor”—. Es verdad que se ha ido, pero lo más importante es que ha dejado una extensa obra y también proyectos como la creación del Conjunto Folklórico Nacional. Por eso, sus palabras y sus acciones seguirán latentes como un reto de una sabiduría que debemos dar a conocer de manera amplificada, para que su pensamiento pueda continuar alertándonos, mostrándonos los caminos que él exploró y trató de transmitirnos.

El homenaje en la sede de la Uneac, por su partida, estuvo acorde con su vida. Sus discípulos bailarines, cantantes y directivos de ese conjunto Folklórico que tanto amó, respondieron con la misma pasión que él les entregó con todas sus fuerzas. La participación de artistas muy jóvenes de nuevo ingreso transmitió esa fortaleza contenida en la africanidad siempre presente. Un recorrido por rezos y danzas donde una vez más el panteón yorubá recibió también el acompañamiento de voces del público.

El homenaje a Rogelio Martínez Furé en la sede de la Uneac estuvo acorde con su vida. Fotos: Tomada del perfil de Facebook de la Uneac

No fue un espectáculo, fue una ceremonia, como esas que se hacen en diversos lugares en África, cuando alguien fallece. Cantores y bailarines pusieron su energía para transmitir el mensaje de despedida, diciendo con alegría “seguirás aquí” porque su obra ya está inscrita en la cultura cubana. El tributo fue realizado con esa devoción que inculcó a través de sus clases y conferencias, por eso fue un hasta siempre. Allí se percibió una iluminación reflejada en una foto donde sentíamos su aprobación, con una felicidad desconocida pero real. Entonces me vino a la mente uno de sus poemas: “Aquí estoy. Nombro las cosas y me apodero de su esencia al nombrarlas. El ashé de la Palaba me torna Palabra. Fundadora, iconoclasta y libre”.[2]

En el jardín de la Uneac, estuvieron familiares, amistades y muchas de esas personas que asistían a sus MAKA con Furé, a conferencias, recitales y conciertos. El discurso de despedida fue leído por Miguel Barnet, quien contó con sencillez los momentos que compartieron juntos en el Seminario de Etnología y Folklor, organizado en los primeros años de la Revolución por el Consejo Nacional de Cultura. También comentó los encuentros que ambos tuvieron con el destacado intelectual Fernando Ortiz. Barnet recordó de modo conmovedor la generosidad de Rogelio Martínez Furé, unida a una disciplina creativa que no se detuvo incluso cuando la vista empezó a fallarle y continuó escribiendo con el apoyo de otras personas.

En medio del dolor por su partida no sentimos esa pesadumbre propia de esos momentos, mientras escuchábamos los tambores y los cantos. Se impuso entonces una fuerza vital, para revivir ese tesón inseparable que lo caracterizaba cuando se autodefinía como un cubano “cimarrón y rellollo”. Su cubanía raigal, asentada más allá de la vida misma, seguirá presente, porque su legado de sabiduría y espiritualidad queda en sus textos y también en una consciencia social que contribuye a fortalecer la identidad.

Desde la perspectiva conceptual de su pensamiento, Rogelio Martínez Furé consideraba que lo más importante está en convertir el yo individual en nosotros. Como filósofo, ensayista, poeta, traductor, cantante, compositor y declamador, sus cualidades performáticas le daban la posibilidad de seducir a una gama diversa de públicos. Sus estudios estaban avalados por la consulta en las fuentes, es decir, hurgaba directamente en los archivos. Temas como la esclavitud, la colonización, la historia de España, incluida la presencia del mundo árabe-berebere-islámico y judío, formaban parte de su agenda, con un particular acento en las múltiples culturas africanas y sus expresiones en la diáspora, incluido el Caribe.

Barnet recordó de modo conmovedor la generosidad del maestro Furé y su disciplina creativa.

En realidad, era poseedor de una cultura universal muy vasta; podía comentar lo mismo sobre el impacto de la ilustración, que hacer cualquier referencia a la cultura francesa, británica, germánica. Recuerdo que en ocasiones mencionaba a Goethe con la frase “conócete a ti mismo…”. Su dominio de varios idiomas le permitía leer las versiones originales de los diferentes autores, lo cual aportó un valor notable a sus estudios, incluidos dialectos africanos, que le facilitaban comunicarse con más profundidad. Esa virtud desempeñó un papel importante en uno de sus temas preferidos: la oralidad, como un espacio de saberes decisivo para rescatar historias prácticamente perdidas, tanto en Cuba como en otros países, expresiones, a veces, despreciadas por las elites.

Poseedor de una amplia erudición como pocas personas, el maestro Furé estaba dotado de ese carácter enciclopedista poco frecuente en la actualidad. Los estudios que realizó sobre el racismo en sus diversas manifestaciones evidencian una sólida conceptualización como conflicto de impacto mundial, incluida Cuba. Y lo más trascendente, visualizó propuestas renovadoras, destinadas a proteger la identidad nacional. Asimismo, analizó el papel de las culturas populares, como expresión fundacional, que corre por la sangre de los pueblos donde están aquellos conocimientos, aparentemente inexistentes pero que representan las raíces identitarias que él revelaba y se esforzaba por socializar.

El maestro Furé, con un pensamiento precursor, hablaba de la recuperación de la memoria y de la necesidad de asumir el olvido como un impedimento. Sus testimonios y reflexiones, convertidos en textos, narran esas manifestaciones perdidas que, sin embargo, forman parte del patrimonio fundacional.

“Nos queda el gran desafío de socializar sus saberes, pero como una cultura viva, no solo la lectura de sus textos”.

El antropólogo, físico nuclear y político panafricanista senegalés Cheikh Anta Diop (1923-1986), autor del libro El origen africano de la civilización: mito o realidad, también un precursor y una de las voces más consagradas al estudio de África, expuso en sus tesis una tarea que Martínez Furé cumplió:

Es la consciencia histórica la que permite a un pueblo distinguirse […] por el sentimiento de cohesión que crea, constituye la relación de seguridad cultural más sólida y segura para el pueblo. […] lo esencial para el pueblo es encontrar el hilo conductor que lo liga a su pasado ancestral, el más lejano posible. Ante todo tipo de agresiones culturales, ante los factores disgregantes del mundo exterior, la más eficaz arma cultural con la cual se puede dotar a un pueblo, es este sentimiento de continuidad histórica.[3]

El Maestro representó a Cuba en foros del más alto nivel cultural internacional, de los cuales regresaba con una humildad conmovedora, como si simplemente hubiera ido a la vuelta de su casa. No hacía gala de esas experiencias en tertulias para no ensombrecer a quienes no habían tenido esas oportunidades, por decencia y respeto a personas cercanas a él. Porque para él la “vida y muerte” […] forman parte de una misma cosmovisión, donde como seres humanos tal vez mañana podremos ser un árbol, un pájaro, un pez, piedras en el fondo de un río.[4]

Lo recordaré sobre todo por las largas conversaciones telefónicas de los últimos años, cuando se hacía difícil encontrarnos personalmente. En esas charlas a distancia me daba siempre la alegría de escuchar sus canciones, a capela, como un regalo de su voz inconfundible. Tenía en esos momentos la posibilidad de compartir mensajes orientadores, aconsejándome siempre trabajar sin descanso, es decir, que continuara escribiendo, como la tarea más importante de la vida.

Mientras comentaba de sus quehaceres escribiendo e investigando en esos temas que nos unían con fuerza extraordinaria, tuve el privilegio de tenerlo como consultor excepcional de mi tesis doctoral. Sus ideas eran elaboradas a partir de estudios de una amplia gama de temas diversos, pero que al mismo tiempo él lograba enlazar entre sí, y aportaba una producción de conocimiento absolutamente original y reveladora de esas culturas que la historiografía clásica ha tenido a bien ocultar.

“Sus comentarios de la vida cotidiana expresaban conceptos que podían pasar inadvertidos para muchas personas, pero donde él calaba hondo, con enfoques esclarecedores”.

Recuerdo momentos junto a él en su casa, en la mía, o cuando coincidimos en algún evento, como fue un cumpleaños de Manuel Mendive celebrado en el Habana Libre, donde bailé con él un danzón, con el ritmo que debe ser ejecutado. Escuchar sus conferencias, clases magistrales, y entrevistarlo, fue un privilegio. En algunas actividades, trataba de sentarme a su lado para oír sus comentarios, cuando elogiaba o censura algunas ideas. Creo que con pocas personas, más allá de familias extendidas, he tenido esa sincronización de pensamientos. Por eso trataba de no perder un detalle de sus palabras para captar ese conocimiento que fluía espontáneamente.

Los comentarios de Rogelio Martínez Furé sobre la vida cotidiana expresaban conceptos que podían pasar inadvertidos para muchas personas, pero donde él calaba hondo, con enfoques esclarecedores. Sus pensamientos transmitían ese latir popular que anunciaba acontecimientos que de un modo u otro apuntaban a la formación de la idiosincrasia callejera, que él percibía con sentido de anticipación. Creo que ahora nos queda el gran desafío de socializar sus saberes, pero como una cultura viva, no solo la lectura de sus textos; sino con acciones culturales para seguir develando su legado, donde está inscrita esa africanidad profunda que se transforma en sentimiento de resistencia, sin angustia.

Sus saberes son como los cantos de las personas esclavizadas que transformaban el dolor en fuerza y vitalidad, allí donde está la tenacidad maceísta, en la invasión de Oriente a Occidente. Con la alegría que sustituye a la tristeza, porque en esa dicha de compartir con amor el orgullo identitario, que está más allá de cualquier fenotipo, habita el sentimiento de humanidad más profundo.

Querido Rogelio, al despedirte, intentaremos socializar tus enseñanzas, transmitiéndoselas a la juventud cubana con acciones culturales, porque tu legado no puede ser solo lecturas, sino que será imprescindible exponer tus ideas junto con aquellas acciones culturales que nos transforman, llevarlas a las comunidades, a esos lugares donde la sabiduría popular enriquece la cultura con su aporte continuado. Incluso tratar de extender esas enseñanzas más allá de la Isla por su cubanidad, pero también por tu amor a África y su cultura, como nos enseñaste. Seguiremos expandiendo tus ideas, maestro excepcional, gracias por siempre.

¡Ibae…!,[5] querido hermano…

Entre sus obras se destacan, Poesía Yorubá (1963), Poesía Anónima Africana (1968), Diálogos imaginarios (1979), Diwám africano. Poetas de expresión francesa (1988), Diwán. Poetas de lenguas africanas (1996), Diwán Africano. Poetas de expresión portuguesa (2000), Briznas de la memoria (2004), Eshu (Orikí a mí mismo) y otras descargas (2007).

Recibió la condecoración Doctor Honoris Causa, del Instituto Superior de Arte, la medalla Alejo Carpentier, la Orden Félix Varela, el Premio Nacional de

Danza, el Premio Internacional Fernando Ortiz, la Medalla Toussaint Louverture que concede la Unesco, entro otras distinciones.                           


Notas:

[1] Cimarrón de Palabras (Descargas). Rogelio Martínez Furé 2011. Ed. Letras Cubanas. Carné de Identidad. Pág. 40

[2] Idem. Proemio En De. pág. 17.

[3] De la Identidad Cultural. Cheikh Anta Diop. 1977. Ed. Payot. París. Pág. 60.

[4] Idem. Rogelio Martínez Furé. Pág. 54.

[5] ¡En yorubá te despedimos con todo nuestro amor! Traducción consultada a Lázaro Cuesta, Babalawo, Masón grado 33.