Las lenguas de las hojas no murmuran de nadie: dialogar sin discutir

Estrella Díaz
25/11/2019

Del 28 de noviembre al 28 de febrero, en el Museo de Arte Colonial, ubicado en plena Plaza de la Catedral, uno de los sitios más hermosos y emblemáticos de la Habana Vieja, puede verse una exposición personal de la destacada artista de la plástica Alicia Leal, una mujer que aunque nació en la central provincia cubana de Sancti Spíritus reside en la capital desde hace décadas, y se siente “ligada por lazos muy fuertes” a la Villa de San Cristóbal, a la que “con pasión y veneración” dedica la muestra.

Artista de la plástica Alicia Leal. Fotos: Cortesía de la artista
 

Las lenguas de las hojas no murmuran de nadie, que es el título de la mencionada exposición, fue tomado de un poema de la reconocida poetisa, escritora e investigadora cubana Fina García Marruz, Premio Nacional de Literatura 1990, en el que se reverencia a la naturaleza, que para Alicia Leal es, también, “un culto”, según aseguró en entrevista exclusiva para La Jiribilla.

“Este es un verso de uno de sus poemas que está dedicado al árbol. Es muy curioso porque años atrás hice una muestra que se tituló Cuando miro un árbol y a la luz del tiempo, revisando estos textos de la Marruz, encontré esta frase y me estremeció, me dio un estado de ánimo, porque tiene que ver con las esencias: lo que poseemos, lo que dejamos… al final somos consustanciales a la naturaleza, somos lo que construimos, formamos parte del entorno natural, que es lo más hermoso y lo que tenemos que preservar: el medioambiente. Este texto me venía muy bien porque encierra lo que es el ser humano; es la posibilidad que tenemos de decir o no decir, de callar o de hablar: si callamos, a veces, podemos entender más lo que dicen otras personas y en este murmullo que nos envuelve —y que es tan caótico y a la vez bullicioso— no escuchamos, y no podemos entender porque no escuchamos, no podemos entender porque es demasiada la algarabía y el ruido. Hay que saber escuchar y delimitar qué es lo que importante para el ser humano: ir a las esencias”.

 

¿Todas las piezas son collages?

La mayoría son obras sobre papel (collage) y me he inspirado en lo que somos los cubanos; hay obras un poco caóticas en las que se mezclan varios aspectos como la religiosidad, la música, la literatura o aspectos generales de la sociedad. Son como fragmentos, pequeños detalles de lo que se puede encontrar en el cubano, como la sensualidad en la mujer, por ejemplo. Hay muchos elementos en estas obras que, de alguna manera, nos identifican dentro de la universalidad. Hay algunas piezas realizadas sobre maderas antiguas que han sido recuperadas. Toda esta amalgama está expresada en un sentimiento que encerró en palabras Fina García Marruz en su bellísimo libro Habana del Centro, que incluye parte de su obra poética. No es solo La Habana del centro, sino un homenaje a la Habana toda: a su periferia y suburbios, y a todo lo que engloba una ciudad que vive y palpita a orillas del mar y que pertenece al Caribe.

“Milagro de las paradojas”.
 

¿Qué puede tener de novedoso Las lenguas de las hojas no murmuran de nadie?

Pienso que la técnica del collage, que me permite ir adicionando, interponiendo, agregando elementos que expresan muchos sentimientos como la nostalgia o el sentido de pertenencia. No obstante, aunque hay variaciones, no creo que deje de ser yo. La mujer continúa siendo el centro con su sensualidad, con su relación con la ciudad y cómo nos movemos dentro de ella; hay esa sensualidad que hemos heredado de nuestros ancestros y que no se puede negar ni desestimar. También creo que, de alguna manera, soy yo misma. Lo que sucede es que es una técnica que se separa un tanto de la pintura y del grabado que he cultivado desde hace muchos años.

“En la tela de la araña tus preguntas”.
 

¿Es la primera vez que muestras collages?

Hace muchos años hice una exposición que era muy introspectiva e iba más hacia el sentimiento personal, a la nostalgia, quizás, por lo que uno fue de joven y lo que uno ha ido arrastrando con el paso del tiempo, con el transcurso de la vida. Esa fue una muestra que, personalmente, me marcó y me gustó mucho el haber trabajado en esa técnica. Las lenguas de las hojas no murmuran de nadie es como recuperar aquel sentimiento, lo que ahora es más maduro. Abrí el diapasón e incluí elementos mucho más abarcadores que nos trascienden como individuos.

Tu obra, entre otros temas, se ha basado en las leyendas espirituanas que disfrutabas en tu niñez. ¿Acaso esta exposición es más habanera? ¿Te has abierto a otras miradas?

Sencillamente estoy apostando a una visualidad, a un momento en el que, quizás, hago una reflexión de dónde estoy y dónde he estado durante muchos años. La visión del artista es siempre muy reservada, así que hay que esperar la respuesta del público cuando contemple las piezas: en ese momento se devela el misterio y es algo que, al menos a mí, me asusta un poco y a la vez me satisface.

Tu pintura tradicionalmente ha sido un poco plana y ahora al hablar de collage pienso en texturas, en cierto volumen…

En estas piezas le echo mano a muchos elementos y materiales que considero me pueden servir y que aportan al discurso. La muestra, creo, es mi personal reflexión de dónde he estado, dónde he sentido y dónde he vivido durante décadas; pero también es nuestra historia y nuestra cotidianidad. Utilizo, por ejemplo, palabras que aparecen en el periódico, pero a su vez esas palabras van conformando un discurso: una palabra puede sugerir muchas cosas porque es lo que estamos viviendo y es a lo que nos estamos refiriendo cada día cuando leemos la prensa y escuchamos los noticieros.

“El camino es la vieja costumbre de estar solos”.
 

¿Estos 15 collage tienen algo de recogimiento?

Pienso que sí porque el pueblo cubano es muy religioso; hay un sincretismo muy fuerte en el que todo está unido. No pretendo plasmar la religión como tal, pero quiero que haya elementos de la religiosidad porque sobre esa base nos movemos y eso lo estamos percibiendo todo el tiempo. Estas mujeres sensuales se acomodan a los ambientes que creo a partir de texturas y empleando diversos materiales. También, desde algún punto de vista, son parte de la religiosidad que es explícita, pero que no está mostrada religiosamente.

Desde el punto de vista curatorial, ¿cómo están colocadas estas piezas en la galería?

Dialogando unas con otras. Todo el espacio está concebido para que respiren, para que tengan su propio tiempo y su aire. No quiero recargar. Aspiro a que incite a la meditación y que cada obra tenga su propio escenario. En otras palabras, dialogar sin discutir.

Maderas recuperadas… ¿se asoma un espíritu escultor?

Esto de la escultura es algo oculto que, poco a poco, se va desenvolviendo, se va mostrando. En los días de la XII Bienal de La Habana, en mi estudio taller hice una exposición cuyo soporte era el hielo. Y, como el hielo se derrite y no se puede conservar, traté de buscar un elemento, una materia, un soporte que fuera perdurable, pero que pareciera hielo. Las hice en resina, que no se derrite, pero da la misma sensación como si fueran piezas confeccionadas a base de hielo. Continuando por ese camino tengo en mente unas próximas obras que van a ser como atrapar fragmentos de la historia: quizás sean collage tridimensionales. Son piezas que están aún en proyecto, en estudio. Veremos. En cuanto a esta muestra, lo que expongo es pintura sobre maderas recuperadas de muebles antiguos y son como fragmentos que van a estar platicando con los collages porque al final todo tiene que ver con mi obra: soy quien las está construyendo y yo quiero que participen también.

Y en cuanto a la fotografía, ¿has dejado a un lado la cámara que en un momento tantas satisfacciones te trajo?

Es que la vida no alcanza para todo lo que quiero hacer y, por otra parte, he estado inmersa en proyectos concretos que no me han permitido desarrollar muchas ideas que se sustentan en la fotografía. Pero la fotografía está ahí y en su momento, nuevamente, florecerá.