Las misteriosas conexiones de Bruzón

Luis Rey Yero
25/4/2019

En el centro del habanero bulevar de San Rafael hay una galería que se define por las inusitadas propuestas pictóricas. Se trata del Estudio-taller Bruzón. En su interior es habitual encontrar lienzos de gran formato que mantienen la línea abstracta definida por las sólidas composiciones y la factura impecable. Allí se refugia el artista José Bruzón Ávila, quien pinta con la mano diestra del demiurgo. Sus propuestas semejan el equilibrio cósmico de las constelaciones. Pareciera como si se estuviese en pleno nacimiento de nuevas galaxias. Sumergirnos en esos lienzos constituye una aventura, es adentrarnos en una cosmogonía sui generis donde el tiempo y la ingravidez se transmutan perfectamente.

José Bruzón, Boulevar. Fotos: Cortesía del autor
 

Pero, ¿dónde está la esencia de sus creaciones? Más allá del virtuosismo compositivo se siente al artista que vibra ante cada obra, la dota de aliento vital para darle personalidad independiente. Diríase entonces que el artista cuenta con numerosa prole con identidades propias, irrepetibles, pero con la marca paterna. De sus manos han surgido cientos de propuestas irrepetibles. Ya sea a través del uso de fondos monocromos negros, azules, amarillos, verdes, rojos o mediante la combinación de esferas, cuadrados, rectángulos rodeados de envoltura como crisálidas que se multiplican en espacios que producen extrañamiento.

Por tal razón, Bruzón no se repite. Cada acto de creación constituye un peculiar modo de descubrir nuevos elementos cromáticos y compositivos. Hay una intensa vocación por la identificación única, lograda con esa mente y espíritu inquietos, insatisfechos, que desborda la simple demostración del buen oficio. Tal cualidad revela autenticidad y originalidad expresiva. Diríase que continúa, con nuevos ímpetus, la herencia de los abstractos de la década del 50 del pasado siglo al enriquecer su caudal con novedosos cuadros donde fusiona diversos estilos.

Como expresara el crítico de arte Maikel Rodríguez Calviño “en su ya extensa carrera como abstraccionista, Bruzón ha buscado establecer sin cansancio un sutil equilibrio entre formas y conceptos. De un lado, estudia y construye universos imposibles cargados de gran lirismo y musicalidad; del otro, canaliza y refleja sentimientos, anhelos y satisfacciones, pues su trabajo es un referente directo de todo lo que ve y siente, de su estrecho contacto con el mundo”.   

Julia Valdés, ST, acrílico tela.
 

Y continúa afirmando: “sus pinturas deben ser valoradas como un sistema de signos que cohabitan, se superponen, anulan o complementan hasta alcanzar cada uno el justo lugar que le corresponde. Luego habrá que acercarse para degustar al detalle lo que contienen cada una de ellas, y diseccionarlas centímetro a centímetro, cual diestro cirujano, siguiendo líneas, contorneando áreas, deteniéndose allí donde reinan las texturas. No tardarán en emerger puntos de contacto entre piezas ejecutadas con días o meses de diferencia, pues el dibujo que comienza en una no alcanzará su máximo valor expresivo sino en otra, o aquella misteriosa circunferencia que vimos por allá se desdobla y esparce aquí como esporas de algún viejo sortilegio”.

Rigoberto Mena, ST, mixta tela.
 

Constituye un verdadero misterio cómo Bruzón combina colores, texturas, formas, para crear esa delicada dialógica entre referentes consustanciados a la abstracción lírica y la abstracción geométrica. Quizás por esa peculiar forma de crear el espectador pueda construir sus propios relatos. El contrapunto visual deviene amplísimas posibilidades imaginarias. Porque el autor permite al observador adentrarse en el paisaje interior que modela para darle la libre elección de recomponerlo mentalmente desde su propia sensibilidad y experiencia personal.

Pedro de Oraá, Duple 1, acrílico tela.
 

El día que Bruzón decidió abandonar la tendencia paisajista que cultivó durante años con reconocimiento y cosecha de varios lauros, se lanzaba a una nueva aventura pictórica. Dejaba muy atrás la impronta realista para sumergirse en las infinitas posibilidades expresivas del informalismo. Quizás de su anterior experiencia paisajística perviva, en su actual disposición abstracta, el aprovechamiento de las diversas gradaciones de la luz y la sombra que posee el entorno tropical cubano.

Muy lejos de toda arrogancia factual, ese conjunto de misteriosas conexiones que brinda el artista deviene un intenso ejercicio mental de profundos matices semánticos. Ante la inicial catarsis que provoca el conjunto de su obra, hay un posterior proceso de sedimentación espiritual. Estamos ante la representación escénica del nacimiento del propio imago evocador de asociaciones inefables y de permanentes analogías. Son como conexiones misteriosas de múltiples resonancias visuales.

José Bruzón Ávila, tunero radicado en la capital, ha incursionado en la escultura y la fotografía, aunque su labor creativa de más de un cuarto de siglo ha sido la pintura, donde ha obtenido sus mayores reconocimientos en Cuba y el extranjero. España, Portugal y Estados Unidos conocen de su labor artística a través de muestras personales. Durante su trayectoria profesional ha formado parte de diferentes colectivos de creación en su tierra natal, como Confluencias y Proyecto Horizontal.

Ecos de la Bienal

Como parte del proyecto comunitario creado por Bruzón desde el 2012, donde han expuesto importantes artistas de la plástica cubana y extranjera en su espacio galerístico, está abierta durante la Bienal una muestra colectiva de pintores cultores de la abstracción bajo el sugerente título X más…, como deseo expreso de multiplicar esta tendencia. Exponen Pedro de Oraá, Raúl Santos Serpa, Julia Valdés, Rigoberto Mena, Bárbaro Reyes, José Bruzón, Kender Luis Santiago y Manuel Comas. Todos con una amplia ejecutoria, unos más conocidos que otros, entre ellos tres premios nacionales de las artes plásticas, quienes mantienen un discurso coherente y muy personal.

Raúl Santos Serpa, Un mundo de luz para el poeta, acrílico tela.
 

Con una cuidadosa museografía realizada por el propio Bruzón, la exposición se caracteriza por el excelente montaje de las obras distribuidas según los modos de hacer de cada artista. El público podrá disfrutar entonces de una variada propuesta donde prima la abstracción lírica y la geométrica, con algunos usos gestuales que le dan balance entre tensión y suavidad propositiva o el chorreado que salpica los fondos que definen áreas compositivas. Hay para todos los gustos, desde la vertiente más íntima hasta aquella donde se advierte la explosión del color, la línea y las figuras.

Como expresa Pedro de Oraá en las palabras del catálogo, donde abunda la diversidad de estilos, estos “afiliados al abstraccionismo procedían, casi sin excepción, del figurativismo tal la base práctica de su iniciación profesional”. Y a continuación se pregunta “¿por qué lo abandonaron? Quizás la respuesta aceptable sea que, el artista, como ser colectivo, obedece al dictado de su tiempo imbuido por la convicción de ver el presente además en futuro”. Bajo esa convicción, cada propuesta se define por la autenticidad y el rigor de quienes apuestan por un arte abstracto fiel a su tiempo, sin coqueteos con la efímera comercialización complaciente.