Despedir a una personalidad del rango de un musicólogo como Jesús Gómez Cairo, más que un privilegio representa el honor de exponer las relevantes condiciones humanas y profesionales que le han caracterizado en su extensa trayectoria laboral.

Quizás, el hecho de haber compartido la época de Gómez Cairo en su desempeño como presidente del Jurado del Comité del Premio Cubadisco, junto a un nutrido grupo de distinguidos colegas durante seis años, nos permitió conocer de sus habilidades para hacer confluir los criterios más diversos en torno a los discos en concurso; siempre en búsqueda de la calidad superior que distingue a cada una de las obras premiadas.

No son pocos los galardonados en este evento. El haber accedido a semejante reconocimiento cultural, se lo deben en buena medida al rigor y la depurada exigencia de Gómez Cairo al frente del jurado. Como investigador, sus publicaciones dedicadas tanto al Benny Moré como a Ernesto Lecuona y en particular, aquella que aborda la historia de nuestro Himno Nacional, constituyen de hecho, una lectura obligada.

“Como investigador, sus publicaciones dedicadas tanto al Benny Moré como a Ernesto Lecuona y en particular aquella que aborda la historia de nuestro Himno Nacional, constituyen de hecho, una lectura obligada”.

Sin embargo, el mayor legado de la obra de Gómez Cairo, es su gestión como director al frente del emblemático Museo Nacional de la Música. Desde que se entra al recinto, nos percatamos que en realidad estamos en medio del templo sagrado de la música cubana, donde en cada rincón que posemos la mirada, será motivo para sentir un sano orgullo por lo nuestro. Ya sea en el piano de Bola de Nieve, en la guitarra de Sindo Garay o en la mascarilla mortuoria de Juan Formell, todo nos revela el consagrado cultivo de la cubanidad con que Jesús Gómez Cairo impregnó a los distintos salones del museo en cuestión.

Es tan elevado el sentido de pertenencia que ahí se respira, el suficiente para dedicarle en su memoria, esta reflexión martiana que pareciera como si estuviera hecha a la medida: “Los hombres solo entienden aquello de que son capaces”.