Los humoristas no perdemos el don de la risa

Ana María Domínguez Cruz
27/6/2018

Ante todo es actor. Decidió seguir la tradición familiar y entonces se dedicó al humor. Y ríe, sí, también suelta carcajadas, y no es difícil arrancárselas, pero solo si se trata de un humor inteligente, elaborado, pícaro, decente, capaz de trascender.

Foto: Trabajadores
 

Es que a Octavio Rodríguez, más conocido como Churrisco, le ha quedado siempre muy claro que solo puede escaparse del paso implacable del tiempo aquello que es bueno, que está bien hecho, que no es grosero, que no saca provecho de los demás… aquello que está bien pensado y que tiene un fin noble.

Cuando el próximo 5 de julio se le entregue el Premio Nacional del Humor junto al caricaturista Pedro Méndez en la gala del XXIV Festival Nacional del Humor Aquelarre 2018, se reconocerá también su trascendencia no ya como actor humorista, sino como digno representante de la cultura cubana.

Puntual a nuestra cita, como buen Capricornio, y dispuesto a conversar todo el tiempo que yo quisiera, Churrisco accede…

Hacer reír es una profesión noble y difícil. ¿Por qué no se dedicó a otra?

Mi familia es una familia de artistas. Mi abuelo materno, Leopoldo Fernández, era coreógrafo, bailarín, compositor, actor cómico y jefe de la Policía de Jagüey Grande, un gran personaje. Estaba casado con Mamita, la mamá del otro Leopoldo Fernández, Tres Patines, una leyenda del humor en Latinoamérica, donde se escuchaba La Tremenda Corte en 16 países.

Mis primos, uno no muy conocido en Cuba, Pucho Fernández, era primer actor cómico de Puerto Rico, ya fallecido; Leopoldo Fernández Jr. Polito, que secundó a Tres Patines en sus grabaciones. Mi hermano Enrique, director de espectáculos, coreógrafo de Tropicana; mi hermano Miguel, artesano… Mi madre no pudo ser actriz cómica, pero tenía madera para eso; mis tías Leopoldina y Ofelia, un show; mi tío Joseíto, detective privado, otro show. Ser humorista es una especie de denominador común, como una bandera que se pasa de mano en mano… La comicidad es un denominador común de mi familia.

Toda la vida supe que quería dedicarme a esto. Las 3/4 partes de mi vida he estado estudiando. Estudié en la Unión Soviética, me especialicé en Traducción e Interpretación. Hice sketches —prefiero llamarlos sociodramas—, críticas bien hechas para hablar de un lugar y de lo que pasaba. Aprendí que el humor sana, cura. Cuando dices algo bien dicho, el público lo recibe, lo acepta, lo resuelve.

Trabajé como profesor de la Facultad de Lenguas Extranjeras de Traducción e Interpretación, y ahí fundamos con profesores y estudiantes de esa facultad la Piña del Humor, que trascendió a tal punto que teníamos un programa en vivo los domingos en Tele Rebelde, Mira, dirigido por Mauricio Núñez.

Luego vino Los Lunes de la Juventud en el Karl Marx con Moncada, Mayohuacán. Ahí Virulo nos vio, nos captó para los espectáculos con el Conjunto Nacional de Espectáculos, para los Miramar, los Festivales Latinoamericanos del Humor, y ahí Churrisco empezó a desviarse y a hacer las dos cosas.

¿Ya era Churrisco?

Sí. Es que participé como actor invitado en Nos y Otros, grupo que ya tenía a Armando Churrisco en la literatura. Eduardo del Llano quiso que le diera vida a ese personaje. Los personajes se buscan y salí a la calle. No se trata de disfrazarse, hay que montarlo de adentro hacia fuera. Y busqué en la calle los rasgos de este burócrata, insensible, extremista… era un llamado para que las personas que fueran así no existiesen en nuestra sociedad, aunque lamentablemente quedan algunos. Debuté en la Casa del Joven Creador en los 80. Después Churrisco apareció en Miramar 88, Miramar 89, en Sabadazo como Presidente del Consejo de Vecinos…

Con el tiempo hay que ser sabio. Hay que autoanalizarse para saber lo que hay que cambiar. Churrisco llevaba ya mucho tiempo y los personajes te atrapan y te pueden ahogar. Fui cambiando lentamente. Me quité la guayabera, me afeité la barba, me pelé diferente, dejé de hablar como el personaje. Me escapé de él pero me quedé con el nombre, y llegaron las crónicas, los monólogos. El público casi no se percató de la mutación. Sigo siendo Churrisco y el personaje sale algunas veces en el sketch La choza de Chucha huele a salchicha.

¿Cuándo habla en serio?

A veces, cuando hace falta. Cuando asumo responsabilidades como vicepresidente primero de Artes Escénicas en la UNEAC, como miembro de la junta artística en el Centro Promotor del Humor, como miembro del comité nacional del sindicato nacional de trabajadores de la cultura y como presidente del consejo de vecinos de mi edificio. No tengo la habilidad de Chaflán, que se quitaba y se ponía el sombrero y con eso diferenciaba… pero se sabe, siempre se sabe.

¿Cuán difícil es escribir para el humor?

Es una virtud cuando puedes escribir tus propios monólogos. Cada persona tiene su regla. En mi caso, y creo que es lo más importante, primero investigo mucho para luego escribir crónicas de velorios, bautizos, matrimonios; estudio la gesticulación de los cubanos, la manera de hablar… Voy a la calle, me gusta ir al Boulevard de San Rafael. Veo las situaciones, busco, escucho, observo. Esas estampas funcionan, incluso en el exterior. Guillén decía que no hay nada más internacional que lo puramente nacional.

No obstante, no solo escribo para mí. Le he escrito a Carmita Ruiz, a Gustavito, a Pagola la Paga, y tengo monólogos de Enrique Núñez Rodríguez, de autores rusos…

Revele algún secreto…

No puedo decir mucho porque los secretos no pueden descubrirse. Puedo decirte que me preocupo mucho por el inicio y por el final. Trato de escribir el final antes, y me empeño en dejar un matiz educativo al final, que la gente reflexione. Es que el actor humorista en cualquier sociedad es un arma. El humor tiene mucha importancia social.

Algunos dicen que el humorista debe escribir mucho y luego editar. A mí no me gusta hacerlo así. Yo pruebo por partes y en dependencia de la reacción del público hago cambios. Lo aprendí con Tres Patines. Recuerdo que en los ensayos del teatro veía lo que él hacía. Ángel Arbolella iba por el público y le decía cuántas mujeres había, cuántos ancianos, cuántas parejas… y así él adaptaba el monólogo. Nunca sus espectáculos se parecían. Y puedes ponerme a prueba: ve a verme cinco veces y verás que nunca es igual.

Insisto en el estilo del costumbrismo y trabajo mucho la gestualidad que me enseñó Carlos Ruiz de la Tejera. Me decía que el humorista, sobre todo uno de pequeña estatura como yo, debe apoyarse en sus manos, sus ojos, en todo lo que el cuerpo pueda ofrecer para la actuación.

El silencio es importante también, y pocos actores cómicos lo utilizan. Si no hablas y gesticulas con inteligencia, también puede funcionar.

Es frecuente que se etiquete a un humorista…

He estado como actor dramático en algunas ocasiones, como en el teleplay Los convidados y en una obra durante mi estancia en la Unión Soviética. Es necesario recordar que los actores que hacemos humor podemos actuar en otros géneros.

Tanto el público como algunos humoristas “confunden” el buen humor con lo vulgar, lo grotesco, aquello que arranca la risa fácil.

El público se puede moldear. El público cubano, en particular, es muy festivo y a veces encuentra en un lugar a humoristas que bromean con las parejas interraciales, con los homosexuales, con las camisas de cuadros, con los obesos. No son los que más abundan, pero es triste. Acuden a un método fácil para hacer reír, y la burla no es humorismo.

Ese tipo de trabajo, aunque tenga su público, no va a trascender. Y es esa la mejor tarea de un artista. Los que consideran que son humoristas y ofrecen eso, no serán recordados 30 o 40 años.

Por suerte hay muchos que salvan el humor, como Osvaldo Doimeadiós, Kike Quiñones, el Primo de Guisa, Omar Franco, Pagola la Paga, entre otros.

El humor tiene que tener inteligencia, sorpresa, elaboración; hay que desarrollar facultades de oratoria, pronunciar bien, manejar un léxico correcto. Se puede usar la picardía, el doble sentido, todo lo que pueda brindar un mensaje de manera justificada.

¿Estrenará algún monólogo en el próximo Aquelarre?

Tres estrenos. El diario de Oscarito habla de la fiesta de cumpleaños que su familia le organizó por su primer año. Es un homenaje a un señor que me dio la idea original en el Ministerio de Comercio Exterior. El otro estreno trata sobre la relación de las personas en las zonas wifi del país, y la tercera propuesta se relaciona con la vulgaridad en las letras de las canciones.