Luces en el camino de la utilidad de la virtud

Ana María Domínguez Cruz
3/10/2018

Gratitud, modestia y respeto: sentimientos encontrados de cada una de las diez personas que recibió, recientemente, la Distinción por la Cultura Cubana de manos de Alpidio Alonso, ministro de Cultura. Brillaban, de ellos emanaba una luz inmensa, como solo la desprende aquel que ha dedicado su vida a una noble labor y que, en beneficio de otros más que en el suyo propio, ha entregado su tiempo, su esfuerzo, sus energías.


Entregan Distinción por la Cultura Cubana. Foto: Cortesía de la autora
 

El salón Simón Bolívar del Centro de Estudios Martianos les quedó pequeño. No podían amontonarse allí tantos aplausos, elogios y muestras de orgullo de quienes reconocen en ellos las cualidades sinceras de un verdadero conocedor de la obra de José Marti y defensor de sus ideales.

Corren tiempos difíciles, recordaba Héctor Hernández Pardo, subdirector general de la Oficina del Programa Martiano y vicepresidente primero de la Sociedad Cultural José Marti. “Sin embargo, hay que salvar la cultura, como nos instara el Comandante en Jefe y por tanto, hay que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que fertilicen las ideas del Apóstol y se arraigue cada vez más la identidad cubana”.

¿Quién mejor que Mercedes Guerra González, Teófila Acea Antúnez y Maricela Antonia Valido Portela para demostrar que, día a día, se puede afianzar el pensamiento martiano, incluso en las jóvenes generaciones?

Profesoras, activistas incansables, promotoras del legado de Martí en todas las esferas, recogen ahora los frutos de su empeño, no tanto en la medalla que les fuera colocada en el lado izquierdo de su pecho, sino en el abrazo profundo que recibieron de sus compañeros tras la emoción incontenida.

Cada una de ellas, presidenta de la Filial Provincial de la Sociedad Cultural José Martí en Mayabeque, Granma y Camagüey, respectivamente, se unieron al regocijo compartido por Rubén Preval Sánchez, promotor cultural martiano de Guantánamo; la Doctora en Pedagogía Sara González Cabrera, promotora cultural martiana de Jagüey Grande y Agustín Rafael Rodríguez Ortiz, creador e historiador del Bosque Martiano de Ariguanabo.

La obra de toda una vida no cabe en un papel ni en un acto formal, pero la calidez de un apretón de manos de Abel Prieto, director de la Oficina del Programa Martiano y Presidente de la Sociedad Cultural José Martí, y del propio Ministro de Cultura les hinchó el pecho.

Demasiada sencillez la del combatiente de Playa Girón Rodolfo Sarracino Magriñat y de María Marlene Vázquez Pérez, investigadores titulares del Centro de Estudios Martianos. ¿Cuántas horas pudieran dedicar a comentarnos de sus extensas lecturas, sus textos premiados y sus conclusiones reflexivas a partir del conocimiento de la obra martiana?

Reconocer además el trabajo educativo de la Casa Natal de José Martí, institución acreedora de la misma Distinción en la persona de su actual directora Dioelis Delgado, no podía faltar, pues aquella casita de la antigua calle Paula es el punto de partida de lo que hoy Cuba defiende en los cimientos de su sociedad.

El Presidente del Movimiento Juvenil Martiano y Vicepresidente de la Sociedad Cultural José Martí, Yusuam Palacios Ortega, habló en nombre de todos los homenajeados, y se confesó deudor de cada una de las vidas que ante él se mostraban gigantes.

Recordó al Apóstol cuando dijo: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios es la propagación de la cultura”.

Y fue tácito al convidarnos a transitar por el camino de la utilidad de la virtud. “No puede ser de otra manera porque el compromiso con Cuba, la cultura cubana y las ideas fundacionales de nuestra Revolución, iniciada 150 años atrás, se entrelazan con la vida y obra del Apóstol”. Siguiendo sus palabras, concluyó, sirvamos más y encendamos el entusiasmo por lo bello.