Resulta un grato privilegio presentar un libro que considero clave para la comprensión del arte cubano de mediados del siglo XX. Es una publicación que he disfrutado desde su primera edición en español y que ahora tengo la oportunidad de reseñar al ávido lector su edición en inglés.

Uno de los serios problemas que existen en el panorama cultural cubano es la escasez de libros de alto nivel sobre las artes visuales que den a conocer la riqueza de nuestro patrimonio artístico. Libros con ensayos inteligentes y rigurosos, excelente diseño e ilustraciones de óptima calidad que ayuden a aquilatar el valor de los artistas y sus obras. Gracias a la Fundación Mariano Rodríguez, a su presidente Alejandro Rodríguez y al trabajo apasionado de un pequeño pero muy valioso colectivo de profesionales, han aparecido publicaciones de una solidez y jerarquía, como las que ya existen en el mundo editorial de hoy, y que van dejando tras sí una huella trascendente en la bibliografía sobre las artes plásticas de nuestro país.

“Uno de los serios problemas que existen en el panorama cultural cubano es la escasez de libros de alto nivel sobre las artes visuales que den a conocer la riqueza de nuestro patrimonio artístico”.

El libro que nos concierne, Más que 10 Concretos, ahora traducido al inglés lo cual permite su acceso a un público más amplio, nos precisa una época no tan lejana en el tiempo pero que nuestra desmemoria histórica nos ha dejado rastros imprecisos que es necesario reconstruir. El surgimiento y desarrollo de la abstracción concreta en la Isla durante la década del 50, que es el núcleo central de este volumen, significa el momento de germinación de una nueva generación de artistas que están en sintonía con las corrientes artísticas del momento, provocando una escisión con el lenguaje sensual, barroco y colorista de la mítica Escuela de La Habana.

“El surgimiento y desarrollo de la abstracción concreta en la Isla durante la década del 50 (…) significa el momento de germinación de una nueva generación de artistas que están en sintonía con las corrientes artísticas del momento”.

Nuevamente se destaca el trabajo especializado como editora de Beatriz Gago, principal artífice de este libro de obligada referencia tanto para estudiantes de altos centros de estudios como para profesionales universitarios o de institucionales museales, de manera particular para nuestro país, pero también como un referente obligatorio de nuestra cultura en cualquier parte del mundo.

Beatriz Gago es también la autora principal de este libro, ya que de los siete textos que lo integran, cuatro que considero fundamentales y que constituyen la columna vertebral de esta publicación, son de su autoría.

El volumen está integrado por textos de profesionales destacados en el estudio de las artes plásticas: Beatriz Gago, la especialista holandesa Stephanie Noach, el destacado investigador Axel Li y la filóloga venezolana Joernis Muñoz. La editora también seleccionó otros textos por su especial relevancia histórica, tal es el caso del realizado por el poeta y ensayista José Lezama Lima, titulado “Galería de arte Color Luz: entre lo real y lo invisible, una fulguración”, que fueron sus palabras de presentación para la inauguración de esta valerosa e inspirada galería. Asimismo forma parte de esta compilación el testimonio excepcional del maestro Pedro de Oraá, reflejado en “Noticias comentadas sobre la galería de arte Color Luz”; en este artículo hace un recuento sobre el surgimiento y eventos ocurridos en el tiempo de vida de esta institución de la cual fue miembro fundador.  

Quisiera destacar en particular tres de los ensayos de Beatriz Gago antes mencionados. El primero de ellos, “Pensando abstracto”, es una reflexión apasionante sobre los comienzos de la abstracción en la cual se indaga no solo en sus orígenes sino también en los factores extra-artísticos que pueden haber influido decisivamente en ella. Con gran habilidad Beatriz Gago ha eslabonado descubrimientos trascendentales para la vida moderna, como la corriente eléctrica, la célula, los rayos X, el cinematógrafo, entre otros. El colofón de este momento excepcional para la humanidad fue la publicación de la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Una vez finalizado este análisis científico de los descubrimientos fundamentales, Beatriz Gago retoma consideraciones estéticas sobre el arte concreto, a partir de sus protagonistas y principales teóricos. 

Otro de sus ensayos y sin dudas el más luminoso e importante de todos, es “El espacio cualificado. Mapa para una isla concreta. Este texto se refiere específicamente al surgimiento y desarrollo del arte concreto en Cuba y se inicia recordando los momentos de irrupción de esta corriente en nuestra Isla con las exposiciones que realiza Sandú Darié en el Lyceum en octubre de 1949 y posteriormente en 1950. La autora sitúa con precisión los aportes conceptuales realizados por Darié y que dotan de particular rigor a la abstracción cubana. Y a los desmemoriados de siempre les recuerda que la primera exposición personal de la hoy inmensa Carmen Herrera también tuvo lugar en el Lyceum de La Habana en diciembre de 1950.

“Otro de sus ensayos [de Beatriz Gago] y sin dudas el más luminoso e importante de todos, es ‘El espacio cualificado. Mapa para una isla concreta’”.

Además, Beatriz Gago menciona que ya en el contexto de la vanguardia histórica cubana se encuentran los pioneros del arte abstracto en la Isla: Amelia Peláez, quien experimentó sobre formas concretas realizadas entre 1931 y 1933; Enrique Riverón, cuyas primeras obras de arte concreto datan de la primera mitad de los años treinta y Marcelo Pogolotti, quien desarrolla su obra próxima a la abstracción entre Italia y Francia en igual período. Es importante dejar establecido que fue Carmen Herrera uno de los antecedentes más importantes de la pintura concreta en Cuba. En tal sentido, señala Beatriz Gago un hecho doloroso pero cierto: Tanto en el caso de Carmen Herrera como de Enrique Riverón, “la carencia de información [sobre ellos] escamoteó a nuestra historia del arte bajo el manto de un largo período de silencio”, que aún no termina.

“Es importante dejar establecido que fue Carmen Herrera uno de los antecedentes más importantes de la pintura concreta en Cuba”.

Hay nombres que Beatriz Gago rescata del olvido total como el caso de Pedro Álvarez, quien desde inicios de los años 50 se encuentra haciendo abstracción geométrica.

También la autora señala la importancia de la obra de Wifredo Lam en el contexto de la plástica cubana de los cincuenta. Tal como ella señala: “…sus piezas estéticamente renovadoras se convierten en una referencia para los jóvenes artistas de la época”. 

Otra de las virtudes de este libro es que se cuestiona el mito, repetido hasta el cansancio, de que Los Once fueran la avanzada del arte abstracto en Cuba. La valiosa información de esta publicación echa por tierra esta aseveración ya que sin duda, los concretos preceden a los Once, que desde 1949-1950 introducen en Cuba, de una manera novedosa y sólida, la abstracción en su variante concreta.

Otro ensayo de Beatriz Gago y la intelectual venezolana Joernis Muñoz que recomiendo leer, es el que da título al libro: “Más que 10 Concretos”. Y que resalta la importancia de Venezuela, específicamente de Caracas, como “capital cultural latinoamericana”. Muchos artistas cubanos se dirigieron hacia allí, entre ellos, el más universal de todos, Wifredo Lam, quien realiza una importante exposición personal en el Museo de Bellas Artes, en mayo de 1955.

“Otra de las virtudes de este libro es que se cuestiona el mito, repetido hasta el cansancio, de que Los Once fueran la avanzada del arte abstracto en Cuba”.

Dentro de este universo de tanta intensidad cultural se inserta Loló Soldevilla y su relación con la galería-librería Sardio, un centro cultural que estaba contra las prácticas academicistas. En el ensayo se destaca la relevancia que tenía Caracas en el contexto latinoamericano. Mario Carreño, uno de nuestros grandes artistas comentaría al respecto: “El ambiente artístico en esta ciudad es uno de los más dinámicos del continente y el movimiento plástico es posiblemente el más avanzado de la América hispana”.

En este ensayo Beatriz Gago continúa su exploración de la abstracción, esta vez en Argentina, con las propuestas del grupo de arte concreto Invención (1945), que se extiende posteriormente al grupo Madí, uno de los más vigorosos del continente americano. Los integrantes de Madí consideraron a Darié como uno de los miembros activos de este movimiento. Para finales de los 50, Madí era universalmente reconocido y respetado en la originalidad de sus postulados. Pero fundamentalmente la autora se concentra en el surgimiento y desarrollo de los espacios de la vanguardia abstracta en Caracas, ciudad visitada por artistas cubanos como Loló Soldevilla y Pedro de Oraá. A su regreso a Cuba, Loló toma una determinación que, según palabras de Beatriz Gago, “tendría ecos en la historia del arte abstracto en la Isla: crear un espacio en la capital cubana contenedor del espíritu de la galería-librería Sardio”. Y así en octubre de 1957 Loló Soldevilla y Pedro de Oraá inauguraban en La Habana la galería de arte Color Luz, un espacio consagrado al arte cubano de vanguardia. El rol que jugó esta galería fue fundamental como génesis del grupo conocido posteriormente como los 10 pintores concretos. Y en particular para dar a conocer el talento singular de uno de ellos, el olvidado Alberto Menocal, del cual la autora hace una importante valoración al considerarlo “uno de los artistas más radicales dentro de las propuestas abstracto-concretas” de aquel momento.

“‘Más que 10 Concretos’ (…) resalta la importancia de Venezuela, específicamente de Caracas, como ‘capital cultural latinoamericana’”.

También se destaca en el libro la polémica histórica alrededor de Juan Marinello y su libro Conversación con nuestros pintores abstractos y un artículo igualmente debatible para la época del intelectual José Antonio Portuondo donde circunscribe la abstracción “a una realidad alienada”. Creo importante el contrapunto que establece Beatriz Gago entre estas incursiones nefastas desde el punto de vista teórico por intelectuales destacados de la época y el valioso trabajo que continuaron realizando, al margen de estos criterios, algunos de los más destacados miembros del arte concreto en Cuba como Loló Soldevilla, Martínez Pedro, Sandú Darié y Salvador Corratgé.

“Los concretos preceden a los Once”.

Por otra parte deseo destacar la incorporación a este fascinante libro del testimonio valioso e imprescindible del maestro Pedro de Oraá con su texto “Noticia comentada sobre la galería de arte Color Luz”. Inicia su artículo con una reseña de las galerías de arte abiertas en La Habana que antecedieron a Color Luz. Ya de por sí esta relación de instituciones constituye un primer punto atractivo para los lectores interesados en el tema. Testigo excepcional de la época nos narra el surgimiento y desarrollo de la galería Color Luz. Se destacan los entusiasmos de sus fundadores, la inauguración de la galería a cargo del inmenso José Lezama Lima, y las principales exposiciones realizadas. Nos parece importante destacar las palabras valorativas de Pedro de Oraá sobre la trascendencia de esta galería: “Color Luz significaba para nosotros un bastión desde el cual ejercer una actitud de resistencia y un programa de acción dirigido a proteger los valores de la plástica, menoscabados por el oportunismo en juego con los planes de la oficialidad para la cultura, de una parte, y de otra, por el dogmatismo partidista que no reconocía esos valores”. Subrayamos la importancia histórica de este texto, iluminador de un acontecimiento de particular relevancia para la cultura cubana.

“Color Luz significaba para nosotros un bastión desde el cual ejercer una actitud de resistencia y un programa de acción dirigido a proteger los valores de la plástica”.

Por su parte la investigadora holandesa Stephanie Noah nos propone una perturbadora reflexión en su conciso pero incisivo ensayo “Reconstruir París. Latinoamérica: la pieza perdida”. En este texto Stephanie medita sobre un hecho lamentable por lo evidente y que a veces pasa inadvertido en nuestro contexto insular: los estudios que tienen en cuenta y que se inspiran en Latinoamérica siguen siendo periféricos. Tal como afirma la autora: “La historia del arte dominante, la que es escrita desde y por el norte, ofrece en el mejor de los casos una visión estereotipada de los artistas latinoamericanos, y en el peor de los casos, no existe memoria alguna de estos”. Sus palabras resaltan aún más la importancia de libros como este que circulen en los centros más dinámicos del arte contemporáneo. Stephanie también pone al descubierto cómo raras veces se reflexiona sobre conexiones significativas que tenían los artistas latinoamericanos con sus colegas del Viejo Continente, y de esta manera se socava su valor. En muchos casos los artistas latinoamericanos fueron agrupados en exposiciones que subrayaban su latinoamericanidad, y con eso su desnivel con los artistas europeos.

“La investigadora holandesa Stephanie Noah nos propone una perturbadora reflexión en su conciso pero incisivo ensayo ‘Reconstruir París. Latinoamérica: la pieza perdida’”.

Por último Stephanie nos alerta sobre un asunto que compete a los estudiosos de esta latitud y al cual se comienza a dar respuesta paulatina con libros como el presente: “Desgraciadamente, hasta el día de hoy no existe un análisis profundo sobre los artistas latinoamericanos y de cuánto aportaron a los discursos predominantes de esa época”. Y finaliza con una afirmación categórica: “Una nueva historia del arte resulta necesaria —una que insista en la importancia de la reciprocidad de los intercambios artísticos”. 

“Una nueva historia del arte resulta necesaria —una que insista en la importancia de la reciprocidad de los intercambios artísticos”. 

El valor conceptual de los textos que integran este libro de arte son realzados por un eficaz y espléndido diseño de Arnulfo Espinosa. En el caso de este libro, en el cual convergen un grupo de artistas que militan en una misma orientación estética pero que poseen diferentes niveles de jerarquía, Arnulfo hizo un diseño inteligente, en el cual las pautas que decide asumir no toman partido por ninguno de ellos en particular sino que mantuvo el mismo rango de importancia visual. Esto hace que el lector del libro tenga la posibilidad de extraer sus propias conclusiones sin que estas le sean impuestas por la editora o los autores de los textos. Deseo significar en particular este trabajo de Arnulfo Espinosa como uno de los más significativos de su fructífera carrera.

Más que 10 Concretos es un libro de consulta insustituible para todo estudioso de las artes plásticas cubanas. Llena un vacío sorprendente sobre uno de los períodos de mayor efervescencia de nuestra cultura, los años 50, en mi opinión los inicios de nuestra contemporaneidad. Los invito, pues, a disfrutar de la lectura de este clásico de nuestra bibliografía sobre las artes plásticas en la Isla y estimular el ansia de investigación en los estudiantes de hoy y mañana sobre una etapa fascinante que apenas ahora se vislumbra.    

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