Michaelis Cué: pasión por el teatro

Lázaro Hernández Rey
6/11/2020

El número 75 no es un número redondo como 40, 50 o 60. Tras esa cifra están otros 74 números que desfilan a través del pabellón de la cotidianidad, enfrentando la ignominia sacramental del tiempo. Para Michaelis Cué ese tránsito ha sido arduo; no obstante, él insiste en mantener un perfil bajo el día de su nacimiento, como si fuera posible obviar una vida dedicada a las tablas, testigo del amor incondicional por la actuación.

“Siempre he tenido pasión por el teatro y nada en la vida me ha hecho abandonar esa pasión. La esencia del teatro es que es un acto aquí y ahora. Lo que hice ayer no es lo que hago hoy, aunque sean las mismas palabras y los mismos gestos,porque el público es otro y, por tanto, la energía es otra, y siempre es nueva”.

Michaelis Cué. Obra de teatro Marx en el Soho. Fotos: Sonia Almaguer
 

Graduado de la ENA en 1967, Michaelis integró varias agrupaciones teatrales que constituyen referentes en la historia de las artes escénicas en Revolución. Joven Teatro, Los Doce, Teatro Extramuros, Teatro Estudio, Cubana de Acero, Teatro Político Bertolt Brecht y Teatro Mío definen una trayectoria impoluta, dedicada y persistente, que transparenta el teatro con la palabra resistencia. “Es un lugar donde uno puede decir cosas serias, donde ocurre un hecho de comunión entre el actor y el público, y eso lo hace irrepetible. Lo hace muy hermoso”.

El debut no escapa a la memoria, y menos cuando se tiene el aval de un director como Vicente Revuelta.

“Trabajar con él fue un privilegio que me dio la vida. Tengo que decirlo honestamente porque cuando comencé a trabajar con Vicente Revuelta yo estaba recién graduado.Tuve la suerte de que fue a ver una función de graduación en el teatro El Sótano. Hizo algo que él no solía hacer. Fue al camerino y se me presentó, me felicitó a mí y a otros compañeros.

“Si alguien se puede catalogar en el teatro de genio es Vicente, no solo por las grandes puestas que lograba, porque también hizo cosas que no eran tan grandes,sino por la mirada que tenía, la profundidad del trabajo con el actor. Vicente significó mi verdadera escuela. Y tuve el privilegio de gozar de su amistad”.

 En el teatro ocurre un hecho de comunión entre el actor y el público, y eso lo hace irrepetible.
 

Michaelis permanece altivo, vivaz. Las canas y arrugas que adornan su cara delatan un semblante melancólico, reflejo de la añoranza por intercambiar con el público en escena, si bien el anhelo truncado por la pandemia dio paso a otros quehaceres y reflexiones.

“Uno empieza a plantearse, desde el punto de vista filosófico, muchas cosas y me dio por escuchar música, por leer, por ver cine.Yo soy fan de los Beatles, por mi generación y siempre los oigo, pero también oigo mucha música clásica. Me gusta cocinar. Mi mujer, en ese sentido, es muy feliz porque yo cocino y saco e invento”.

Así se expresa quien trata de encontrarle el lado positivo a todo y quien define con cautela, pero con decisión, algunos de los imperativos del teatro cubano.

“El teatro es de élite. Eso hay que aclararlo. Un espectáculo teatral tú lo haces, estás cuatro semanas en cartelera y te pueden ver entre tres mil y cuatro mil personas; mientras que en otras manifestaciones de las artes escénicas te pueden estar viendo millones de espectadores en una noche. El hecho de que sea de élite lo hace muy especial. En casa recibes la televisión, lo quieras o no. El teatro es una elección. Es algo que le interesa a la gente que va allí, por una razón u otra. Pienso que tiene un rol social fundamental. No se hace para complacer a alguien, en todo caso, se hace para transmitir una idea que se quiere expresar. El teatro, cuando es genuino, incomoda, y entonces tiene un papel transgresor que no lo ocupan otras manifestaciones sociales. Es el lugar donde se pueden decir cosas, y en Cuba hay muchas cosas que decir y el teatro las dice.

“Lo que pasa es que al mismo tiempo hay que ser responsable, no decir las cosas para lograr un público… porque en ese sentido sería un poco comercial también. El teatro, y todo lo que se haga, debe realizarse con seriedad y profundidad. En ese sentido es que veo la transgresión”.

“El teatro, y todo lo que se haga, debe realizarse con seriedad y profundidad.
En ese sentido es que veo la transgresión”.

 

Ese rol Michaelis lo vivió desde la escena y como espectador, con un precedente clave en el ejercicio del magisterio en la ENA, complementado con dos años de clases en una escuela en el Caney de Las Mercedes durante su paso por Teatro Estudio.

“La docencia es muy importante y yo la asumí sobre todo con la certeza de que iba a aprender y aprehender muchas cosas de las tablas, y así fue porque hay que prepararse. Son muchas las cosas que uno adquiere dando clases, cosas que uno no sabía.Cuando uno tiene un grupo de alumnos delante,sabe que es un profesor distinto con cada alumno porque cada uno de ellos requiere una manera diferente de abordarlo, de enfrentar sus problemas, para descubrir dónde está el talento, dónde están las posibilidades.La gente me decía que me había vuelto loco porque yo estaba en pleno auge de mi carrera, muy joven, pero no me arrepiento”.

El espíritu de obras como Manteca o Marx en el Soho confirma la esencia del teatro en Michaelis Cué, quien desde su inicio, en el grupo Los Doce, eligió una tipología no adscrita a los convencionalismos en un ambiente donde la experimentación era vista con segundas y terceras intenciones.

Manteca fue un suceso cultural extraordinario y es una obra, podríamos llamarle, del pleno Período Especial. Es una obra que resultaba muy incómoda. Se habla del puerco, pero eso es un pretexto para el análisis que hace Alberto Pedro sobre el fin de las utopías. Decir eso en un medio que se aferraba a la utopía era osado. Manteca estaba conformada por la realidad y por el público, porque el público estaba sufriendo y pasando por el conflicto de la obra. Esta fue un éxito internacional.

Marx en el Soho está escrita por una persona que conocía muy bien el marxismo. Él vino a La Habana al estreno porque pensaba que esa obra no se podía hacer en Cuba. La gente me decía que le cambiara el nombre porque podría no resultar atractiva.

“Para la obra hicimos una dramaturgia centrada en los problemas de Cuba. Pensé que solo iban a ser tres o cuatro funciones, hasta que empezó a correrse la voz de que eso era otra cosa. En toda Latinoamérica me preguntaban: “¿Y esta obra se puede poner en Cuba?”, porque es completamente subversiva… ¡y es que Marx era subversivo con su obra, con su pensamiento! Donde mejor funciona es en los países con gobiernos neoliberales. Marx en el Soho es muy actual y yo la tengo en el repertorio. Ya casi toca”.

Filmación de la novela , de Lester Hamlet. Foto: Cortesía del entrevistado
 

La generación de los 90 en Cuba tal vez recuerda mejor a Cué por su papel de Enrique Chiquito en La sombrilla amarilla. Aunado al cariño y la dedicación del elenco y los realizadores del programa, Michaelis apostó por un cambio que perpetuó su personaje en la mente de los jóvenes espectadores.

“En casi todos los idiomas la palabra actuar es to play, o sea, el teatro es jugar, pero nosotros hacemos un juego serio. En Marx en el Soho yo jugaba. Entonces, en La sombrilla amarilla nos dedicamos a hacer lo mismo.

“Yo lo hago contra todo pronóstico porque siempre en el arte, en general, uno se lo está jugando. Uno nunca sabe qué va a salir hasta que el muñeco se arma. Y la gente me decía que no me hacía falta. Incluso, ni por dinero puedo decir que era el interés. La escritora, Ivette Vian, es íntima amiga mía, y desde que se estaba concibiendo ese proyecto me dijo: “Estoy gestando un serial para la televisión y quiero que tú hagas tal personaje”. No le hice mucho caso porque pasó el tiempo, trascurrieron como diez años desde que ella habló conmigo; la televisión ya tenía los libretos hechos y no se decidían, todos auguraban un fracaso. Además, era un proyecto caro por las exigencias que tenía. Finalmente Mariela López se decidió a hacerlo, se quedó conmigo y escogió un elenco que funcionaba muy bien.

“Ahí se unieron muchos talentos y se creó una gran familia. No me arrepiento de haberlo hecho porque además me lanzó al gran público, y no solamente en Cuba. Yo llegaba a algunos de los aeropuertos de diferentes países y escuchaba: ‘¡Enrique Chiquito!’; fue un programa que se vio mucho en el extranjero”.

Dentro de su trayectoria en televisión también se recuerda la adaptación de Marx en el Soho y la novela Santa María del Porvenir; mientras que en el cine ha aparecido en filmes como Caravana, de Rogelio París; La vida es silbar, de Fernando Pérez y Entre ciclones, de Enrique Colina. La situación epidemiológica interrumpió una obra que estaba realizando y codirigiendo con Verónica Lynn, en la cual ambos actúan; así como la novela , dirigida por Lester Hamlet, detenida justo en la mitad del rodaje y que fue reanudada hace unos días.

Por ello, quizá en un futuro próximo volvamos a disfrutar de Michaelis en la pantalla chica y en el teatro, cuando las condiciones sean más propicias. Él mismo expresa que continuará ejerciendo la pasión de su vida con cautela; por ahora, solo podemos desearle mucha salud, suerte y amor en sus 75 cumpleaños.