Danza en días de pandemia

Pedro Ángel
20/4/2020

Como una de esas tormentas que, agazapadas tras las montañas, irrumpen con sus nubes negras y cargadas de rayos en el cielo azul de una tarde de verano, así nos sorprendió la pandemia de la siniestra Covid-19. Los primeros truenos los sentimos muy lejanos, desde China, en la ciudad de Wuhan; parecía que nunca llegarían hasta nosotros, pero no fue así y las nubes sombrías, brunas, hoy lo cubren todo, como si se tratara de otro diluvio universal, solo que no parece que vaya a amainar tras cuarenta días con sus noches.

Los cataclismos, las guerras y las epidemias, con sus cargas de muerte y destrucción, han sido los grandes enemigos de la cultura y el arte. Ahora se repite la historia.

Grettel Morejón. Foto: Tomada del perfil de Facebook de la bailarina
 

¡Cuántos proyectos, sueños e ilusiones han tenido que ser pospuestos, diferidos o definitivamente cancelados a causa de la pandemia! El mundo se conmocionó por la suspensión de los juegos olímpicos de 2020 en Tokio. Los atletas explican en entrevistas las frustraciones que ello les acarrea y cómo tratan de mantenerse en forma. Los bailarines —siempre menos mediáticos—, una vez cerradas las compañías, acerrojados los teatros y prohibidas las agrupaciones de personas; luchan, cada uno a su modo, por no perder la forma física y artística que tenían o estaban a punto de lograr cuando cambiaron sus destinos.

La muerte ha ido cobrando algunas vidas —aunque la verdad solo sabremos cuántas mucho más tarde—. En Nueva York, falleció el gran maestro germanoamericano Willy Burmann[1], quien fuera preparador de artistas de la talla de Julio Bocca y Alexandra Ferri. En Madrid, el corresponsal Emilio Surí, quien en su tiempo escribiera brillantes reportajes sobre ballet, lucha a brazo partido con el virus. El joven bailarín villaclareño Jesús Álvarez, graduado de la Escuela de Arte Samuel Feijoó, resultó el primer afectado en ser dado de alta clínica en Cuba, luego de cursar sin mayores tropiezos la peligrosa dolencia. En La Habana, en tanto, logró imponerse a la enfermedad la notable maitre Clotilde Peón, quien labora en Acosta Danza.

El domingo 6 de marzo fuimos por última vez al Gran Teatro de La Habana para presenciar la entrega de Danza Contemporánea de Cuba. La platea estaba ya medio vacía, aunque el espectáculo era de excelencia. Fue un presagio de lo que ocurriría días más tarde. El siguiente fin de semana fue el del cierre de los teatros. Solo la Compañía Rosario Cárdenas logró presentar su estreno MurMuro, del joven Nelson Reguera, durante las tres jornadas programadas.

No solo quedaron en veremos los proyectos de las grandes agrupaciones de la danza, sino que, ante la magnitud de la pandemia, algunas noticias trascendentes pasaron inadvertidas. Por ejemplo, la importante revista Dance Magazine eligió entre los mejores bailarines del año a tres cubanos: Grettel Morejón, Osiel Gouneo y Viengsay Valdés.

 Viengsay Valdés. Foto: Internet
 

En eso, llegó “la hora de los mameyes”, fueron detectados los primeros casos y cada quien hizo lo que creyó conveniente o lo que pudo: Yuli (Yusleivis Rodríguez), directora de Paso a paso, fue la primera maestra habanera en convocar a clases online. Las bailarinas profesionales Kaisa García (desde Madrid) y Shadia Haddad han entregado disímiles ejercicios de improvisación en sus muros de Facebook. El bailarín y coreógrafo Jorge “Niche” Ramírez ha mantenido inalterable su espacio multifacético Nichearte en Instagram y Facebook. El mexicano Javier Contreras, amigo de verdad de los cubanos, ha escrito de manera sistemática sobre la danza en la situación actual. Jorge Brooks ha ido llevando un verdadero diario del quehacer de Danza Contemporánea en estos días aciagos. El maestro Alfredo O’Farril, ese gran bailarín y folclorista, ha expuesto temas de profundidad filosófica y humanista en torno a nuestra cultura. Miguel Cabrera, historiador del Ballet, desde su bucólico refugio en Punta Brava, ha estado cronicando su vida y trayéndola a estos momentos. Los jóvenes pensadores cubanos Lázaro Benítez y Kaisa García han hecho clara su presencia en las redes sociales; el primero al reactivar el sitio Giros en la danza cubana. Ambos han convocado al análisis y debate de temas esenciales de la danza desde el propio Giros… o en otras aristas de las redes.

Es difícil para los bailarines cubanos, dadas las evidentes carencias de recursos, competir con las poderosas compañías danzarias que trasmiten sus repertorios y momentos gloriosos por canales propios o de YouTube.

Pero la idea mejor planteada, propuesta por Viengsay Valdés al programa La danza eterna, fue promovida por el propio Ballet Nacional y por muchos amantes de la danza en las redes sociales o por ese método tan antiguo que es de boca en boca, aunque sea por teléfono. La idea era sencilla y bien tramada: como fue inevitable cancelar la temporada de Coppelia planeada por el Ballet Nacional, se ofreció en su lugar una Coppelia histórica filmada en el 2012 por el equipo de la TV que dirigió el maestro Ferguson. Estábamos frente al televisor el domingo 5 de abril, todos pendientes de la hora marcada, pero teníamos ante nosotros un filme bien conocido, Jesús de Nazaret (1977), de Franco Zefirelli.

Osiel Gouneo. Foto: Tomada de La Jiribilla
 

Este cronista desconoce las razones que asistieron a quienes programan el Canal Educativo para tomar semejante decisión y en mal momento; pues era Domingo de ramos y aún no nos habíamos adentrado en los días dolorosos de la semana en que se acostumbra presentar tales filmes desde los tiempos lejanos de El manto sagrado (1953), de Henry Koster. La decisión, no advertida, nos resultó desafortunada cuando cientos o miles de cubanos —incluidos estudiantes de la Universidad de las Artes que cumplirían parte de su proyecto de estudio a distancia— esperaban ver a Viengsay y Osiel en su Coppelia.

Una semana más tarde, el Canal encontró el momento y, a las 9:45 p.m., comenzó La danza eterna con los comentarios de Ahmed Piñeiro, breves y precisos, que fueron conduciendo de manera atinada cada uno de los tres actos del conocido ballet. Sabido es que la televisión no logra sustituir a la escena viva; pero fue feliz la producción de la televisión cubana: de excelencia las faenas rendidas por Viengsay Valdés y el formidable Osiel Gouneo, junto al tremendo Doctor Coppelius que nos regaló Félix Rodríguez.

Fue una formidable noche. Así podrían ser otras muchas, si la danza cubana tuviera con qué dejarse mostrar un poquito más, para no quedar a la zaga de los que están respaldados por poderosas compañías en los grandes centros de poder.

 
Nota:
[1] Información de Zenaida Terrero.