Rescatarán los famosos Jardines de La Tropical

Rafael Lam
5/6/2019

Los famosos Jardines de La Tropical volverán a tener su esplendor para julio del 2019, como parte de la celebración del quinto centenario de La Habana. La información la ofreció el Presidente del Poder Popular, Esteban Lazo, en un recorrido por la ciudad. La noticia era esperada, pues se trata de salones únicos en el mundo. Era inaudito que se dejara al abandono una construcción histórica que propició a los inmigrantes, criollos y nativos de Cuba, encontrarse con el baile popular, el arte más querido que une con la patria.

Valla anunciadora de Los Jardines de La Tropical. Fotos: Cortesía del autor
 

¿Qué son Los Jardines de La Tropical?

Por lo general, las personas le llama La Tropical a un salón de baile (Salón Rosado Benny Moré de La Tropical), para unos tres mil asistentes, situado en la calle 41 esquina a 42 en el municipio de Marianao, antiguo Nicanor del Monte.

Pero, en realidad, Los Jardines de La Tropical es un complejo bailable, una serie de salones fabulosos que datan de 1904 y en el 2019 cumplirán 115 años. Los salones son: Ensueño, La Cúpula, Templo Indio y Mamoncillo. Todo ese complejo, único en el mundo, está rodeado de merenderos, manantiales y bosque, siguiendo la línea internacional de rescate del ambiente ecológico, como el cabaret Tropicana y el Sans Souci, que es hora también de rescatarlo para la historia de los centros nocturnos cubanos.

Entrada principal de Los Jardines de La Tropical.
 

El carácter ornamental estético de la vegetación y sus componentes arquitectónicos sigue la belleza natural rústica que dialoga de manera muy natural con el paisaje; apenas deja áreas descubiertas. El tratamiento de la vegetación es fundamentalmente naturalista.

Se respetó la orografía del valle, y potenció el cultivo de las plantas propias del lugar, aplicando un arte de la “topiaria” en arbustos y zonas cercanas al área de descanso. Prevalece la presencia de árboles frondosos maderables, frutales y medicinales, muchos de los cuales constituyen valiosas especies endémicas.

Uno de los principales salones de baile fue construido alrededor de un árbol de mamoncillo de 200 años de antigüedad, del cual tomó su nombre en señal de admiración hacia la madre natura. Proporciona a la ciudad un agradable espacio natural de disfrute público, prácticamente exclusivo de la capital; junto a ello su hermoso diseño introduce en Cuba el estilo modernista, tanto para la arquitectura como para el paisajismo.

El diseño le pertenece al maestro de obras catalán Ramón Magriñá, por lo cual presenta huellas indiscutibles de los jardines orgánicos españoles.

Entre la barra de cerveza y el río se ubica un elegante mirador a manera de saloncillo reservado, desde donde los propietarios observaban con sus huéspedes más distinguidos las regatas en el río Almendares o las fiestas que acontecían en el salón Mamoncillo.

 

Se diseñó una capilla, dedicada a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, y en ellas se hicieron las primeras bodas entre blancos y negros y mestizos. Además, su amplia superficie de 297 154 metros cuadrados reservaba un espacio natural de enorme utilidad dentro del creciente barrio industrial de Puentes Grandes.        

En los Jardines de la Tropical se celebraban romerías, matinés, giras (bailables) organizadas por sociedades españolas. No obstante, los otros “grupos de descendencia” (como se les llama ahora a las razas), también alquilaban días de la semana para los bailes más populares y trascendentes.

 

Según me cuenta el danzonero mayor, Antonio Arcaño, “esos salones pertenecían a cerveceros que aprovechaban todos los salones para promover su cerveza Tropical, era algo muy acogedor, como debía ser el servicio al cliente. La entrada a los salones era de un peso (equivalente a un dólar), el costo de la bebida era de diez centavos la botella de cerveza y 3.20 el de barril completo, al que se le incluía uno más pequeño de regalo. También se vendían empanadas para degustar la cerveza fría. Algo muy peculiar, el bailador cubano era muy elegante, aunque estos salones al aire libre servían para que la gente fuera más espontánea, sin frac, ni vestidos lujosos. Todo era muy deportivo. Ya en los bailes de gala, se utilizaban los trajes de dril cien, hacendado, guayaberas de hilo, zapatos de dos tonos de glasé, sombrero de jipi japa, vestidos de piqué, olán de lino”.

En la primera etapa, para los inmigrantes de herencia hispánica, se ofrecía música foránea: pasodobles, charlestón, onestep, fox-trot. Después llegan los danzones de Antonio María Romeu, Arcaño y sus Maravillas, Belisario López, Cheo Belén Puig… Por esos salones pasaron las mejores orquestas, como la de Fajardo y sus Estrellas, y Neno González. Con el advenimiento del chachachá llegaron otras agrupaciones resonantes: La Aragón, Sensación, Sublime, Melodías del 40 y La Ideal; además de los conjuntos de sones preferentemente “blanqueados”, La Sonora Matancera, El Casino y Gloria Matancera. Los conjuntos llamados de “música negra” se presentaban más bien en las sociedades como Social Club Buena Vista, Isora Club, Marianao Social, etc.

Hicieron época las producciones llamadas “Los Tres Grandes” (Arcano, Arsenio y Melodías del 40) y “Los Tres Chiquitos” (Ideal, Unión y Los Astros de René Álvarez).

 

Todas estas giras, fiestas o verbenas eran la diversión popular por excelencia del país, y se anunciaban por la radio y la prensa, y mediante pancartas, volantes y altoparlantes que recorrían los barrios populares.

A estos bailes les sacaban frases célebres: “Roquilli no quiere llanto”, “A Belén le toca ahora”, “El Cerro tiene la llave”, “Camina Juan pescao”, “Repite y pon camarones”, “A cayo Hueso le tocó”, “Maracaibo oriental” y “Bombonchá”. Por supuesto.

Estos salones eran el termómetro de la música popular bailable de Cuba. Nicolás Guillén los describe como “más violentos, más bachateros, más rítmicos y más populares” (Entrevista de Nancy Morejón). Por su parte, Juan Formell decía que “el que no triunfaba en La Tropical, no podía llegar a la cima. La meta es La Tropical, el imperio de la música bailable”.

La investigadora Adriana Orejuela, en la revista Clave, del 2002, rescató un estudio amplio de Los Jardines de La Tropical, “Bitácora de la música popular cubana del siglo XX”, y la Licenciada Yaneli Leal del Ojo de la Cruz publicó un libro valiosísimo de Ediciones Boloña, en el que pide el rescate de unos salones que deben declararse Patrimonio Nacional de la Cultura Cubana.

Huelga decir la importancia del baile popular para el público cubano. El baile fue elemento de “salvación” desde la colonia, primero en los barracones de esclavos africanos, después entre los mambises, y en todos los momentos memorables de la nación estuvo presente como elemento de la cultura y alma de la nación.

La noticia del rescate de Los Jardines de La Tropical no puede ser más halagadora para los que respetan y aman la cultura del baile nacional. Para los planes de turismo que se avecinan, La Tropical resultará sin dudas uno de los recintos más apreciados por los visitantes, como lo fue siempre.