Tomás Araujo, el circo y la Memoria

Ulises Rodríguez Febles
5/9/2017

El mulato Tomás Araujo me cuenta, sentado en un banco del Parque de La Libertad, una zona importante e inédita de la historia del circo en Matanzas. La sigue contando en cualquier lugar que se encuentre: caminando, comiendo, bebiendo, jugando con sus nietos, conversando con los amigos… La cuenta contradictoriamente, apasionadamente, inconformemente, tratando de restituir el relato de su familia de artistas circenses inmersa en las raíces y ramas de las carpas que existieron antes de la revolución triunfante y después de ella. Se sube en la cuerda floja y camina, baila, se emborracha sobre ella y no cae al vacío.

Lo recuerdo y se recuerda con sombrero y sin él, derrochando alegría, entereza, equilibrio. Virtuoso sobre la cuerda floja, como si esta fuera una línea de luz, o de aire. Lo recuerdo porque no debe haber niño convertido en adulto, adulto en viejo que al cruzar la puerta del circo Atenas, haya olvidado al mulato Tomás Araujo, para quien el peligro era un reto, una obsesión, una manera de vencerse a sí mismo, caminando junto a las luces, sobre las gradas y las cabezas de los espectadores. Habla del padre, de la carpa de los Araujo, de la lona desvencijada o recién comprada, como si fuera su casa, como si dentro de ella naciera a la misma vez cada una de las cosas que le sucedieron en su vida de artista y ser humano.

Habla de su hija Virginia, premiada artista cubana de la cuerda floja, siguiendo los arriesgados pasos de su progenitor, de su labor en organizar el circo revolucionario, en fundar el Atenas y vivir para él. Su vida de artista está llena de momentos de gloria, de anhelos por intentos artísticos y humanos no concretados, por sueños que acaso cumplirá.

El mulato Tomás Araujo, regresó al circo a principios del siglo XXI, trató de resucitar el espectro del desaparecido Atenas con su larga y fecunda experiencia de maestro y guía, escuchó la música, olió el sudor de las actuaciones recién terminadas y la vibración de los aplausos, pero terminó con la (otra) desintegración del Atenas, subiéndose en la cuerda, a armar la tensa historia, como se arman las carpas, para que en lo alto del palo principal, ondee una bandera al viento, como mensaje perpetuo, de que el viejo Araujo extiende la mano para que las otras generaciones de su familia, suban hacia el palpitante peligro y la gloria del artista, como ICARO hasta el sol…

Para homenajear a esta gloria del arte circense matancero y cubano, el próximo 12 de septiembre, a las 2:00 p.m., la Casa de la Memoria Escénica le dedicará su espacio promocional Memorias, donde se agasajará al destacado artista con el Premio Especial que concede la institución matancera, en reconocimiento a su fidelidad y consagración al arte circense nacional.