Pablo Neruda: noticia de primera plana en La Habana, 75 años atrás

Leonardo Depestre Catony
16/3/2017

Quienes hoy leen al poeta chileno Pablo Neruda, lo admiran y citan como uno de los autores de habla española más leídos, tal vez no tengan conciencia de lo que representó su visita a La Habana en marzo de 1942, hace ahora 75 años.

Han transcurrido solo seis días de la muerte en Nueva York del genio cubano del ajedrez José Raúl Capablanca y el panorama nacional todavía está consternado por su deceso, cuando Neruda desembarca del vapor Río de La Plata el sábado 14 de marzo de 1942, junto a su esposa Delia del Carril. El bardo llega de México, donde desempeña funciones de cónsul de su país, y trae consigo varias conferencias, siete en total, que dictará en la sede de la Academia Nacional de Artes y Letras, en La Habana Vieja.


Pablo Neruda en la Revista Carteles. Fotos: Cortesía del autor

En el muelle lo esperan los reporteros y los amigos cubanos con quienes  había coincidido en España. La figura es inconfundible: la de un hombretón macizo, de elevada estatura y con profundas entradas en la frente, que puede pasar por un exluchador ya retirado o un próspero y bien nutrido hombre de negocios. Sin embargo, el artista de 38 años es posiblemente el poeta hispanoamericano más leído y popular.

Para la revista Lux, declara:

Vine a Cuba invitado por la Secretaría de Educación. Hace muchos años que quería visitarla. Tuve la suerte de participar con Marinello y Guillén en el Congreso de Escritores Antifascistas, celebrado en Madrid durante la Guerra Civil Española, y a pesar de estar La Habana en la ruta de Chile a Europa hasta ahora no pude realizar el anhelo de entonces.

El poeta se siente halagado por la acogida que le brindan la prensa, la intelectualidad y las concurrencias que asisten a sus lecturas. Desde su llegada a La Habana, todo cuanto hace se convierte en material periodístico y fotográfico, tanto de la prensa diaria como de los semanarios.  ¡No puede pedirse más para quien no es un artista de cine, un atleta famoso, ni un cantante de moda!

Neruda disfruta sus semanas en la Isla. Es hombre de caminar por las calles, detenerse a mirar, dialogar. Se conoce su postura antifascista, y aunque la Segunda Guerra Mundial tiene aún —a esas alturas del año 1942— a las tropas del eje Berlín-Roma-Tokio a la ofensiva en Europa y el Pacífico, el artista está seguro de no equivocarse cuando afirma: “Creo profundamente, firme­mente, en el triunfo de la democracia, de la justicia social, y creo que esta transformación se hará sentir más profundamente en el terreno de la literatura”.

Durante una de sus conferencias, Neruda evocó este pasaje casi olvidado, pero emotivo, sobre la caída de un combatiente cubano en la Guerra Civil Española:

Y ahora os hablaré de un cubano que yace en el cementerio de Brunete. A las puertas de Castilla, en el polvoriento cementerio de Brunete.

Allí yace para siempre un hombre que entre todos destacó como una flor sangrienta, como una flor de violentos pétalos abrasadores.

Este es Alberto Sánchez, cubano, taciturno, fornido y pequeño de estatura, capitán de 20 años.

En Cuba se le da la oportunidad de acrecentar su colección de caracoles y conchas. Juan Marinello lo presenta al sabio naturalista don Carlos de la Torre y el decano de los malacólogos cubanos le tiende su mano afectuosa. Nunca olvidó el poeta el gesto del científico. Años después, Nicolás Guillén contaba esta anécdota:

Venimos a dar a los caracoles, cuya colección es el inocente hobby de Neruda. ¿No fue su amigo, su grande amigo aquí en La Habana don Carlos de la Torre de quien recibió una caja de caracoles muy complicados cuyo nombre en latín no puedo pronunciar? Por Marianao se le vio muchas veces, y en Guanabo y en Varadero, caminar a pasos lentos, mientras escrutaba la arena millonaria de especies tropicales, magnífica aventura para su afán investigador. En Chile me los enseñaría sonriendo:

—¿Ves esa concha rosada con puntitos grises?

—Sí.

—¿No la conoces?

—No.

—¡Pero mijo!, si la encontré a tu lado, una tarde, allá en La Habana, a los pocos días de llegar yo.

Al cabo de casi un mes, el 6 de abril, luego de una víspera de interminables despedidas, Pablo y Delia estaban nuevamente con las maletas en el muelle. Neruda regresaría años después, también en visita muy recordada de la cual hablaremos en otra ocasión.

Por cierto, el Premio Nobel de Literatura de 1971 es uno de los autores que puede darse el lujo de ser reeditado y agotarse de nuevo.