Todavía se comenta la agradable sorpresa ofrecida por parte de la Televisión Cubana al incluir en su programación especial de fin de año el estreno de la serie Get back, del realizador Peter Jackson; a partir del proceso de creación del disco y el documental Let it be por Los Beatles entre enero y febrero de 1969. Para la presentación de esta singular serie acerca de Los Beatles, el Canal Clave contó con la presencia del conocido cantautor y conductor de programas Amaury Pérez y de quien escribe esta crónica, para, entre ambos, sostener un animado diálogo que de alguna manera sirviera de soporte a datos de interés sobre el aclamado material fílmico, el cual tiene más de siete horas de duración. Obviamente, en el gran universo del rock anglosajón abundan las reediciones de discos y conciertos de antaño que, en algunos casos, tienen el aliciente de ser remasterizados con las últimas innovaciones tecnológicas, mientras que en otros se trata de auténticos testimonios artísticos de gran valor que se encontraban extraviados y, por un golpe de suerte, asumen la vitalidad que les corresponde. Así sucede a cada rato con grabaciones desconocidas hasta entonces de Jimi Hendrix o con conciertos de Pink Floyd que no se habían publicado anteriormente.

Get back es una mirada al proceso creativo de una de las bandas más legendarias de la historia
de la música. Imágenes: Internet

En medio de todo este movimiento comercial que revive glorias del pasado, se sabe que cualquier nueva edición de la música de Los Beatles implica una segura inversión económica, por la alta demanda que goza en el mercado. Sin embargo, en el caso de Peter Jackson, con Get back se nos ha demostrado la autenticidad del linaje de Jackson como sincero admirador de la obra de Los Beatles y el respetuoso tratamiento otorgado al material en cuestión, hasta ahora inédito. Cuando el entonces director Michael Lindsay-Hogg convenció a Los Beatles a comienzos de 1969 para filmarlos en el proceso de creación de nuevas canciones, las cuales serían interpretadas posteriormente en un concierto, suceden muchas cosas que dan al traste con estas ideas, pero las cámaras nunca dejaron de grabar, y de las 60 horas archivadas Lindsay utilizó nada más que 80 minutos para su famoso documental Let it be, de 1970. Por lo tanto, ante su aspiración de sumergirse en esa insondable bóveda e intentar ofrecer otra perspectiva que no se regodeara en el amargo sabor de discusiones y contradicciones entre los cuatros integrantes del grupo —palpable en Let it be—, Peter Jackson tuvo que ser autorizado tanto por los propios Paul McCartney y Ringo Starr, como por las viudas Yoko Ono y Olivia Harrison. Y sí. Realmente Get back nos revela una mirada diferente que sorprendió a Paul y a Ringo, ya que, aunque se sabe que el final del grupo era inminente, se derrama sobre el espectador una atmosfera de cordialidad y simpatía forjadas durante esos años cargados de clásicos de la música popular. No obstante, esto no quiere decir que, como sucede en una familia (pues eso llegaron a ser Los Beatles), ellos eviten ser presentados tal y cual son: del mismo modo que se nos entregan momentos de una franca y refrescante afinidad entre los cuatros, en otros prevalece una verdadera atmósfera de tensión.

“Ese es uno de los atributos principales de la serie Get back: mostrarnos un nivel de intimidad para nada habitual en materiales similares”

En tal sentido, somos testigos de cuando George Harrison, abrumado por el carácter impositivo de Paul, muy a la inglesa y sin mucha algarabía tomó la decisión de irse del estudio, mientras aconsejó que buscaran un sustituto para él. Los otros trataron de aliviar la situación haciendo chistes, pero en realidad estaban bien preocupados. Así, se reunieron con George en dos ocasiones en casa de Ringo, para que al final regresara como si no hubiera pasado nada. Precisamente ese es uno de los atributos principales de la serie Get back: mostrarnos un nivel de intimidad para nada habitual en materiales similares dedicados a otros grupos.

En ese inusitado rango de permisibilidad de acceder a la vida de estos músicos, ser espectador del nacimiento de sólidos temas de la música popular como el propio Get back, Let it be o The long and winding road; de apreciar cómo van montando las canciones dentro del llamado concepto de taller colectivo donde todos intervienen con sus criterios, es absolutamente fascinante. No obstante, en este documental de Jackson no se oculta el distanciamiento profesional que ha tenido lugar entre John y Paul a través del tiempo, pero al mismo tiempo es evidente que cuando tocan renace esa intensa corriente de identidad compartida que construyen entre todos desde los primeros momentos en que se formaron como Los Beatles en 1960. Claro que, en esta ocasión, por la naturaleza del material de Get back en sí mismo, ellos no se disponen a recrear complicadas piezas por medio de las renovadoras técnicas de grabación de los estudios —como sí ocurrió con discos como Revolver o Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Aquí Los Beatles dan forma a sencillas canciones concebidas para ser tocadas ante las cámaras, así como frente a un público, por lo que tenían limitado el campo de experimentación, si bien no pierden el encanto de su estilo como legado. Antes de concluir este breve acercamiento a Get back, coincidimos con la tesis aportada por Amaury Pérez en la presentación de la serie: estos músicos ya habían agotado sus posibilidades creativas como Los Beatles; no así sus carreras individuales, en las que aportaron por separado obras memorables a la música contemporánea. Además, se nos deja claro que si bien en la separación definitiva inciden las diferencias de criterios profesionales, también hay que tener en cuenta las necesidades personales de dedicar más tiempo a la familia y a otras actividades que para nada estaban relacionadas con el universo de Los Beatles.

Una buena parte del material exhibido en Get back ve la luz por primera vez.

En conclusión, disfrutar de la serie Get back no solo nos deja una profunda nostalgia para quienes crecimos con ellos, sino que una vez más se nos confirma que en dondequiera que esté presente el rigor artístico tienen a su vez que primar profundas relaciones humanas como las puestas de manifiesto durante todo el rodaje del documental, por encima de cualquier tipo de desavenencia y discordia.

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