Qué pista… qué revista…(I)

Emir García Meralla
3/4/2020

A Orlando Quiroga, a la “señorita” Elizabet González, a Armando “Grugú” López, a Arístides Pumariega y al resto de los que hicieron la publicación

 

La década de los ochenta revivió en Cuba el gusto por los espacios de participación en la TV y, con ellos, el surgimiento de nuevos ídolos culturales. Tal influencia pronto comenzó a reflejarse en la cotidianidad, sobre todo, en determinados sectores —o segmentos— sociales. No importaba el abolengo, el pedigrí de estudios, el lugar de la ciudad o del país en que se viviera. Los “héroes” generados por la TV eran repetidos y reinventados hasta la saciedad.

En materia de baile era obvia la admiración despertada por el modo de bailar de los hermanos Santos. Su creatividad era retada cada vez que fuera posible. Así, daban muestras de ello en las presentaciones de orquestas bailables en los conciertos del Salón Rosado de la Tropical, cada fin de semana; donde las parejas complicaban cada vez más las piruetas y los pasos de baile. Aunque, en honor a la verdad, había otro sector de la población que —influenciado por el baile de salón con raíces en los musicales del cine norteamericano— prefería el baile estilizado de Rebeca y Miguel Ángel Mas Juan. Ellos fueron nuestra versión de Fred Astaire, Gene Kelly y Ginger Rogers.

Por su parte, en el canto, el surgimiento de nuevas voces oxigenó el ambiente de la canción. Con ello se beneficiaron un grupo importante de compositores, la radio y la TV —de estos últimos, sobre todo, sus programas musicales—.

Revista Opina, surge a inicios de 1981. Fotos: Internet
 

Así las cosas, era necesario que existiera un medio de comunicación que reflejara estos acontecimientos culturales y otros que se estaban produciendo en todo el país. Por tanto, para bien de todos apareció, a comienzos de 1981, la revista Opina.

Opina nació como el medio de información del Instituto Cubano de la Demanda Interna (Icdi). La institución fue creada para promover y estudiar —por medio de técnicas de estudios de opinión, encuestas, análisis de tendencias y modelos cibernéticos— las inquietudes de la sociedad cubana de esos años. Con ello, Opina se puede considerar el primer punto donde convergieron todas aquellas especialidades que conforman el hoy imprescindible mundo de las ciencias sociales. Tal y como lo lee: el Icdi era un instituto que proveía a las empresas, instituciones, ministerios y decisores políticos las tendencias y preferencias de la población cubana. A su vez, generó un mecanismo que regulaba las relaciones entre consumidores y productores. Con esos fines, sus directivos crearon la revista Opina.

 

La publicación se dividió en tres secciones fundamentales. Una de ellas, llamada “Generales”, cubría noticias relacionadas con las inquietudes de la población —en ese momento aún el concepto de “protección al consumidor” no estaba enraizado en la cultura empresarial y comercial cubana— y cuestionaba cómo actuaban los involucrados para satisfacer las demandas, siempre crecientes e insatisfechas, de la población.

“Generales” tuvo tanto impacto social que repercutió en el aumento de la calidad de muchos servicios y producciones empresariales del momento, con su consiguiente impacto en la economía nacional.

La sección de los “Clasificados” anunciaba todos los servicios disponibles al alcance de la población, pero también las compraventas de bienes y servicios a todo lo largo y ancho de la geografía nacional. Este apartado se convirtió en uno de los platos fuertes de la publicación.

 

Por último, “Pista” fue pensada para promocionar y actuar dentro del panorama cultural de la nación. Esta sección —que cubría un cuarto de toda la revista— tuvo entre sus colaboradores a muchos entre lo más selecto del periodismo cultural de aquellos años; que se dividían entre sus páginas, las de El Caimán Barbudo y las ediciones dominicales del diario Juventud Rebelde.

Opina definió determinados modos de actuar de la sociedad cubana de la década de los ochenta. Uno de los ejemplos más notables estuvo en la cultura del vestir”.
 

Es innegable que la revista Opina definió determinados modos de actuar de la sociedad cubana de la década de los ochenta. Uno de los ejemplos más notables estuvo en la cultura del vestir. Gracias a sus páginas, muchos tuvimos noticias frescas acerca del mundo de la moda; sobre todo de cómo impactó el trabajo de varios diseñadores de ropa nacionales en dos grandes escenarios: el Atelier Opina —ubicado en el cruce de las calles Carlos III y Belascoain— y el proyecto Telarte. En el último se involucraron artistas de la plástica cubana de ese entonces y sus ejecuciones se situaron en la textilería de Villa Clara —es importante acotar que el proyecto fue más allá de sus fines iniciales, pues incorporó y propuso elementos de diseño y decoración—.

La pasión por los macramés, la ropa de lienzo, las marcas Jiquí y Opina llenaron un espacio en nuestras vidas. A modo de colofón, el apartado cultural nos abrió nuevamente las puertas al mundillo de la farándula en la Isla cuando revivió el estilo de dos grandes publicaciones cubanas: la revista Show y la sección “Teleradiolandia” de Bohemia —la última, escrita por Orlando Quiroga que, para ese entonces, no había perdido su capacidad de contar las interioridades del mundo del cabaret y del espectáculo—.

Sin embargo, los dos grandes momentos de importancia de la revista Opina, en materia musical, llegaron cuando nacieron el premio Girasol y el grupo Dan Den, que dirigiera el pianista Juan Carlos Alfonso.

Desde la música se comenzaba a escribir otro capítulo interesante.