Tenemos el placer de presentar al público cubano un libro sobre una de las personalidades más importantes, polifacéticas y carismáticas de la primera mitad del siglo XX, el maestro Domingo Ravenet.

Antes de hablar del libro que nos convoca, quiero expresar mi más vehemente reconocimiento al trabajo admirable que ha realizado la Fundación Arte Cubano a lo largo de más de diez años de labor. Integrada por un reducido grupo de especialistas, la Fundación ha compensado la ausencia lamentable en nuestras librerías de obras dirigidas al conocimiento de nuestras artes visuales, y nos ha brindado libros de una factura impecable, con textos y reproducciones de la más alta calidad, que consolidan el conocimiento, a veces difuso, de algunas de las más relevantes figuras de la vanguardia histórica de la Isla, dándolas a conocer al mundo con la dignidad que merecen. Que sirva esta breve mención como modesto reconocimiento al trabajo abnegado, sostenido y en permanente crecimiento de estos talentosos investigadores de nuestra cultura.

Retrato de Juan Marinello, obra de Domingo Ravenet, una de las personalidades más importantes,
polifacéticas y carismáticas de la primera mitad del siglo XX. Imagen: Tomada de la página de Facebook
del Museo Nacional de Bellas Artes

El libro que hoy nos convoca, Ravenet, constituye el más serio acercamiento a uno de los miembros fundacionales de la vanguardia cubana. Tal como nos lo muestran admirablemente los distintos estudiosos que participaron en el libro, no solo fue un pintor y grabador notable, sino también uno de los más entusiastas muralistas de nuestra nación; además de realizar aportes significativos a la escultura, tanto conmemorativa como de salón, y a la cerámica. Pero su inquietud por irradiar la cultura a nuestro pueblo no se detuvo ahí, sino que realizó una extraordinaria labor como gestor cultural y fue el curador de las memorables exposiciones realizadas en los espacios de la Universidad de La Habana en 1940. Tantas facetas de este talentoso creador se habían reconocido solo a través de publicaciones periódicas de manera aislada; la edición actual es un reconocimiento integral, justo y necesario de todas sus virtudes y cualidades.

En este punto es imprescindible referirnos a los autores y sus textos en orden de aparición. Ramón Vázquez realiza un recorrido admirable por la obra de Ravenet como pintor y grabador. En su texto hace una reconstrucción notable de la evolución del artista —en lo que él con su proverbial modestia llama “apuntes”— y así nos introduce a la imprescindible formación de Ravenet, su papel en el llamado “arte nuevo”, los rasgos que caracterizan su lenguaje pictórico y sus temas, entre otros asuntos de interés tanto para el estudiante de nuestras artes plásticas como para el más avezado investigador. En una magnífica labor arqueológica Vázquez Díaz reconstruye las líneas principales de su vida. El escritor no olvida mencionar las iniciativas de Ravenet en la difusión del modernismo insular, sus concepciones pedagógicas y citando sus propias palabras señala que “Ningún otro artista de ese momento concibió en Cuba un verdadero plan de acción integral para el progreso de las artes en la Isla”. Mucho más pudiéramos decir sobre este texto que no dudo en calificar de luminoso sobre Ravenet, pero dejaremos que el ávido lector lo descubra por sí mismo.

El ensayo de Antonio Fernández Seoane sobre la importancia de Ravenet como precursor y paladín de la pintura mural en Cuba ilumina zonas poco conocidas del trabajo de este artista y va más allá, al precisar los derroteros por los cuales ha transitado la expresión mural en la Isla. En un estudio abarcador el autor nos introduce desde las primeras aspiraciones del joven Ravenet por desarrollar esta expresión artística en la Cuba de los años treinta a través de su labor pedagógica, hasta la incursión puntual en cada uno de los murales realizados y trágicamente desaparecidos en su mayoría. En este punto no podemos por menos que referirnos a una falta de sensibilidad histórica desde el período republicano hasta nuestros días por la preservación de nuestra pintura mural, lo cual se hizo evidente en las pinturas al fresco tapiadas durante muchos años en la Biblioteca Central de la Universidad de La Habana y que afortunadamente tuvo un final feliz. Sin embargo, otras no han corrido con la misma suerte, como es el caso del derribo a finales de los años noventa del mural de Ravenet titulado Escena de Carnaval en un edificio de la calle Prado. Tal parece que a algunos indolentes el concepto de conservar nuestra pintura mural les provoca algún tipo de alergia. Volviendo a las cualidades del texto de Fernández Seoane se evidencia su rigor histórico y metodológico en seguir paso a paso los proyectos y realizaciones del artista y traerlos a nuestra contemporaneidad para descubrirnos al creador que más esfuerzo realizó por el desarrollo de la pintura mural en nuestro país.

“Tantas facetas de este talentoso creador se habían reconocido solo a través de publicaciones periódicas de manera aislada; la edición actual es un reconocimiento integral, justo y necesario de todas sus virtudes y cualidades”.

El tercer ensayo que integra este magnífico libro pertenece a la autoría de Israel Castellanos y se refiere a la obra escultórica y cerámica de Domingo Ravenet. Castellanos sigue el camino de sus predecesores y también realiza un trabajo arqueológico para hablarnos de los primeros intentos de Ravenet como escultor desde sus años parisinos hasta abarcar el cúmulo total de su producción. Con mesurada prudencia que nos hace elogiar aún más su excelente texto, el autor lo califica como una “aproximación” ya que, tal como él explica, de la obra de Ravenet como escultor la crítica de arte en Cuba se ha ocupado “de manera puntual, ocasional”. Para adentrarse en el tema, Castellanos realiza un estudio riguroso e inteligente de las tipologías escultóricas y es a través de ellas que nos introduce, de manera sistémica, en la obra admirable de Ravenet como escultor. Así nos presenta una visión de su escultura monumental, ambiental, y de salón, galería o pequeño formato, en todas sus variadas facetas y materiales. La riqueza del texto, complementada por las imágenes de obras que lo acompañan, guiarán al lector hacia un reconocimiento, para muchos sorprendente, de los aportes de este artista a la escultura cubana en la primera mitad del siglo XX, estableciendo un diálogo del más alto nivel estético con los jóvenes renovadores del arte cubano en los años cincuenta.

Si los descubrimientos en cuanto a la pintura de caballete, el grabado, la pintura mural y la escultura sorprenderán a más de un lector, su asombro será aún mayor al conocer la importante y desconocida obra cerámica de Ravenet. Será Castellanos quien nos introduzca por esta fascinante vertiente de la obra del artista, quien explorará las posibilidades de plasticidad de esta expresión artística en el reconocido taller de Santiago de las Vegas, en el cual trabajaron en los años cincuenta otras distinguidas figuras de la vanguardia histórica cubana.

Cabezas (1938), de Domingo Ravenet. Imagen: Tomada del Museo Nacional de Bellas Artes

Y llegamos al apartado de la cronología. Muchas veces subestimadas en su auténtico valor, la cronología es fuente de conocimiento esencial sobre cualquier artista. En el caso particular de las numerosas realizadas por José Veigas, profundo estudioso de las artes visuales de nuestro país, ha logrado enriquecer el dato exacto, veraz, con elementos que cautiven la atención del lector. Así la sucesión de hechos adquiere amenidad cuando utiliza como complemento feliz las propias memorias del artista recogidas en ese libro indispensable que es Ravenet revela a Ravenet. Pero ahí no se detiene la eficacia comunicativa de este documento. Junto a los datos de la vida del pintor aparecerán también opiniones de periodistas, artistas, críticos de arte, familiares, todo integrado con el mayor rigor científico pero al mismo tiempo con un atractivo que induce a su lectura. La cronología de Ravenet no es un apéndice posible de obviar, es parte fundamental del cuerpo teórico del libro, por lo tanto recomendamos enfáticamente su lectura.

Llegado este punto es imprescindible elogiar el meritorio trabajo de edición de Ana María Muñoz Bachs, que supo organizar con eficiencia los textos en un orden progresivo. De esta manera cada uno de los ensayos que lo integran forma un eslabón de una espiral ascendente que nos permite adentrarnos en los múltiples matices del acervo creador de Domingo Ravenet.

Por último deseo señalar que este título imprescindible para el mejor conocimiento de nuestras artes plásticas ha sido posible gracias a la constancia, dedicación y firmeza de carácter de su más fiel defensora, la Dra. Mariana Ravenet, hija del maestro, a la cual también quiero rendir tributo.

Nota: Palabras leídas por el autor en la presentación del libro Ravenet, en el Museo Nacional de Bellas Artes, el 22 noviembre de 2016.

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