Hace unos 30 años visitaba con frecuencia la ciudad de Matanzas, donde me relacioné con Orlando García Lorenzo, director de la Biblioteca Provincial Gener y Del Monte; y con Alfredo Zaldívar y su guerrilla de Ediciones Vigía. En torno a este grupo de poetas (Orlandito era, además de directivo, un intelectual en toda la extensión del término) editores y diseñadores de las fabulosas ediciones artesanales en papel, hechas con mucho amor, se desplegaba una intensa actividad cultural en la terraza del edificio de la Plaza del Vigía, sede de Ediciones Vigía. Allí cantaban trovadores, se daban conferencias sobre diversos tópicos literarios y se hacían las presentaciones de libros y de La Revista del Vigía, también de factura artesanal. Un espacio para el intercambio sano, culto y con una calidad indiscutible.

Rolando Estévez, poeta, artista visual, diseñador e ilustrador de libros y revistas, era uno de los personajes sobresalientes del grupo; su personalidad y su obra llamaban la atención de cualquiera. Podía ser extravagante o exuberante, pero siempre riguroso y apasionado en todo lo que hacía. Todos ellos, liderados por Zaldívar y Laura Ruiz —ambos excelentes poetas—, Agustina Ponce, Gisela Baranda y Estévez, entre otros, crearon un centro cultural sencillamente extraordinario. Llegaban visitantes de muchas partes de la Isla a compartir con ellos. Fue un momento verdaderamente excepcional.

“Un espacio para el intercambio sano, culto y con una calidad indiscutible”. Imagen: Internet

Recuerdo cuando ofrecí una conferencia sobre la poesía de Octavio Paz, en el primer trimestre de 1992, en la Biblioteca Gener y Del Monte. Orlandito sugirió que se editase como cuaderno por Vigía y fue tal el entusiasmo y cuidado que pusieron todos para gestar el folleto que finalmente se hicieron 200 bellos ejemplares manufacturados y numerados. Era la primera conferencia que se daba en Cuba sobre la obra del poeta y ensayista mexicano (que ganaría poco después el Premio Nobel de Literatura) y se publicó con el título de Los signos al infinito, en julio de 1992. Estévez fue de los más entusiastas organizadores de aquella charla devenida cuaderno de Ediciones Vigía; él estaba en todas las actividades, su presencia era notoria.

Si Alfredo Zaldívar era el centro, Estévez era el complemento perfecto de aquellas ediciones preciosas, quien ponía el estilo editorial. Su maestría para la ilustración se acompañaba por una pasión por el arte y la cultura que anunciaba nuevos horizontes. Así sucedió, comenzó a producir una obra visual que trascendía la mera labor del diseñador e ilustrador de publicaciones. Se convirtió en uno de los creadores plásticos más relevantes de Matanzas y su obra comenzó a crecer aceleradamente. Numerosas exposiciones, dentro y fuera del país, y la creación de su propio proyecto cultural encauzaron su dinamismo en lo adelante.

“Se convirtió en uno de los creadores plásticos más relevantes de Matanzas y su obra comenzó a crecer aceleradamente”. Imagen: Tomada de Cubarte

Alrededor de 2014 di uno de mis últimos viajes a la Ciudad de los Puentes, y cuando nos encontramos me llevó a su casa, convertida en un taller renacentista de nombre El Fortín. Allí conversamos un buen rato, habló de su devoción por Joséphine Baker, de sus proyectos y los míos, bebimos café y me obsequió una pieza suya. Estévez seguía siendo de un carácter exultante, movido por las ganas de crear y pleno de fuerzas y vitalidad. Una bandera multicolor de la comunidad LGTQB presidía natural y orgullosa la sala. Genio y figura hasta el final.

En septiembre de 2021, víspera del centenario de Cintio Vitier, Estévez estuvo en la Biblioteca Nacional José Martí para presentar Cuatro puntos cardinales, de Ediciones El Fortín, con cuatro textos de Cintio ilustrados por él. Vino acompañado por la editora y poeta Maylan Álvarez. Como siempre, fue todo pasión en sus palabras. Esa fue la última vez que nos vimos. El cáncer puso fin a su vida con apenas 69 años edad.

La presencia de Rolando Estévez en la 14 Bienal de La Habana, en la galería Villa Manuela de la Uneac, en 2022, fue muy bien recibida por la crítica especializada y por los públicos. Allí rindió homenaje, bajo el título de Ex Libris. La huella de Eva, a mujeres que le causaron fuerte impresión y al libro-arte, su obsesión permanente desde los tiempos de Vigía. Instalaciones, poesía escrita, libros y pinturas llenaron la galería habanera. Edith Piaf, Frida Kahlo, María Elena Molinet, Digdora Alonso y Nancy Morejón, entre otras, fueron evocadas en la muestra, y la reconocida crítica de arte Carina Pino Santos la registró de manera inmejorable en un texto para La Jiribilla (“La huella de Eva y los libros-arte de Rolando Estévez”), publicado el 4 de febrero de 2022. Ya para entonces Estévez estaba situado en un primer nivel de las artes visuales del país, aunque mediáticamente no recibiera la atención correspondiente. Su especialidad artística lo hacía único, pero era un tanto invisible. 

“La cultura nacional está de luto por su pérdida”.

No deseo caer en lugares comunes, sin embargo, no está de más subrayar que la cultura nacional está de luto por su pérdida. La de Matanzas, en particular. Mucho dolor y tristeza seguramente ha causado su partida física. Estévez era reconocido, querido y admirado por muchos, y la presencia de su trabajo tesonero e incansable se hará sentir.

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