Roxana Pineda: “Quiero llevar a mis espectadores las imágenes perturbadoras de este tiempo de pandemia”

Marilyn Garbey Oquendo
18/8/2020

Roxana Pineda es actriz y directora de Teatro La Rosa. Como tanta gente en este mundo se vio obligada, a causa de la Covid-19, a posponer sus planes y permanecer en casa. Ahora forma parte del proyecto CoronaVida, un modo de agradecer al personal sanitario sus desvelos.

¿Cómo organizó Teatro La Rosa su vida cotidiana durante la pandemia?

“Me sorprendió la orden de suspender el trabajo en medio de un montaje complejo, alterado por muchas circunstancias externas. Y había que irse a casa porque estamos, lo afirmo en presente, en el centro de una enfermedad desconocida que puede matar; y con la vida no se juega. De modo que nos fuimos a casa con una sensación extraña, y nos alejamos de los escenarios sin tener idea alguna de cuándo íbamos a retornar a nuestra vida de antes. Pedí a mis actores que se mantuvieran activos en sus casas: que hicieran parte de su entrenamiento físico; que leyeran y estudiaran algunos de los materiales que acumulamos en el proceso de ese montaje; que aprovecharan el privilegio del tiempo a su disposición para leer buenos libros, para ver algunas películas interesantes y para pensar en el sentido del trabajo y en el sentido de la vida a estas alturas. Y eso hicimos.

CoronaVida es un proyecto social villaclareño, surgido en cuarentena, mediante el que se le rinde homenaje a Manuel Corona y cuyos espectáculos van dirigidos al personal de la salud, con motivo de agradecimiento por la labor realizada en la primera línea de enfrentamiento a la Covid-19. Fotos: Cortesía de la autora
 

“Nos mantuvimos en contacto diario por teléfono y por las redes. Nos hicimos un grupo en Whatshapp para poder debatir algunos de estos temas y para darnos aliento en medio de una situación completamente inesperada y nueva para todos. Ante una pregunta parecida que me hizo Eberto García Abreu le respondí con el recuerdo del montaje de Galileo Galilei que reeditó Vicente Revuelta en el año 1985 con actores de Teatro Estudio y estudiantes del ISA. Yo estaba en ese grupo. Guardo la imagen de la presentación del proyecto en el escenario del Hubert de Blanck, un Lunes de Teatro, en la escena de la peste —cuando la señora Sarti (mi personaje) enfrenta la situación extrema de aislamiento, pánico y hambre, desolación y miseria humana—, y el atisbo de una mano solidaria que en algún instante aparece para alguien que puede morir en medio de los muertos. La escena de la lechera me encanta, en medio de la escena de la peste este personaje sencillo encarna toda la humanidad y deja abierta muchas preguntas complejas sobre la condición humana en medio de situaciones extremas.

“Me vuelvo cada vez más escéptica de esa condición humana. Con los años me atraviesa el dolor de la decepción ante un mundo que se torna fuertemente banal y que aplaude tanta basura sin respetar los principios más elementales de la vida. Y todo eso bajo un disfraz tan bien diseñado que todos los días corremos el peligro de caer en la trampa de esos discursos vestidos de largo y de papel. Es algo que nos sobrepasa y, por eso, lo único que podemos hacer es concentrarnos en nuestro trabajo y, tozudos, tratar de construir allí un imperio donde esas nociones de éxito y megalomanías baratas no puedan traspasar la puerta.

“No podemos estimar el esfuerzo, la dedicación, el dolor y las dificultades que siguen enfrentando esos hombres y mujeres, en Cuba y fuera de Cuba, en un acto de generosidad que ningún discurso oscuro ha podido manchar. Entonces hemos querido rendirles tributo con lo que mejor sabemos hacer. Es un modo de decirles cara a cara: `Gracias por lo que hacen´”.
 

“No me perturbó aislarme por un tiempo. Deseé como muchos abrazar a mi madre, lanzarme al mar, respirar el aire de una calle vacía y vibrar en algún personaje en el escenario de un teatro. Pero tan fuerte como eso, y a veces más, disfruté percibir este tiempo como una posibilidad para mirar de lejos esa vida que nos ciega en su devenir cotidiano, para pensarla y aquilatar el valor de la vida misma, de las cosas pequeñas, en la estatura real de nuestra presencia en medio de mecanismos donde somos una pieza diminuta sin la cual el engranaje se frena, o a veces una pieza que puede ser sustituida y ya. Disfruté la extraña sensación de no salir de casa durante días, de poder sentarme en las mañanas a leer libros para los que apenas mi trabajo me deja tiempo, para abrir la computadora y escoger qué película iba a disfrutar o qué serie pendiente de esas tan buenas que sí existen. Y la distancia de lo cotidiano me abrió más los ojos y el corazón.

“Estamos en pandemia aún. Hemos regresado a la vida de antes. Miro de lejos y me asombra que nada cambie para la mayoría. Que se trate simplemente de un antes que ya se fue y un ahora en que todo vuelve a la normalidad. La vida diaria es una angustia para la mayoría porque la crítica situación económica nos obliga a estar pendientes de cosas básicas sin las cuales no podemos seguir viviendo. Hay que comer y bañarse. Entonces me aturde un poco tener que dedicar tanta energía a la vida doméstica. Y yo no hago colas. Pero el mundo se ha convertido en algo tan pequeño que asusta. Da igual lo que digan en redes, da igual tanta palabra histérica y corrompida, o trasnochada o inteligente y audaz. El mundo todo está en pandemia. Y la peor pandemia no es el Coronavirus sino todo lo que ha logrado hacer aflorar. Es una peste. Lo digo con dolor. Hay demasiada suciedad que un rabo de nube no podrá limpiar.

“De todas formas, este regreso imperturbable y las redes que se abren como una carretera infinita —donde por desgracia tenemos que convivir con tanta estupidez— son un camino abierto repleto de incógnitas, algunas de ellas todavía indescifrables. Dentro de este caos no pierdo la esperanza en otros seres humanos que todavía defiendan la belleza y esa condición que nos distingue. Ojalá así sea.

“He realizado también cada uno de los guiones de CoronaVida, en una tensión extrema que busca la belleza y la emoción, siempre pensando en ese público y no en nosotros. ¿Cómo no iba a enrolarme en algo tan hermoso y pletórico de sentido?”.
 

“Ah, para responderte con más exactitud la pregunta. También hicimos muchas publicaciones en nuestra página, recordamos funciones y eventos. Hice algunas directas con el músico Juan Manuel Campos desde mi casa y hablamos de algunos temas para futuros procesos. Hasta tengo una nueva actriz en medio de este tiempo: Leysa Clavero, que durante años fue mi compañera en Estudio Teatral, luego se fue de Cuba, ahora es madre de dos niñas y ha querido regresar al teatro. Una cosa como esa me llena de alegría, ya ves”.

¿Cómo imaginas el diálogo con el público en el escenario tras la pandemia?

“A veces la gente de teatro comete el error de hablar `por su público´. El público nunca en `uno´. Es algo imprevisible por completo, diverso, difícil de reducir a una categoría preestablecida. Y esa condición es la que lo hace más encantador, más retador… Ya hemos trabajado para muchos públicos y supongo que haber sido compañeros en esta gesta pandémica nos permite movilizar una energía particular para un diálogo entre lo que hacemos y lo que ellos vienen a buscar. Te juro que no estoy segura de si este tiempo va a transformar esa relación entre lo que damos y recibimos. De hecho, no es seguro que este tiempo nos devuelva las imágenes de su impacto ahora mismo —salvo algunos acercamientos que se muevan en la periferia de esas experiencias—: el nasobuco, el aislamiento, la falta de tantas cosas, etc. Siempre hemos tenido ese tipo de creaciones que a los públicos también los coloca directamente frente a un discurso que reconocen sin problemas, y que tienen una función depurativa interesante y hasta útil. Pero el arte es otra cosa, el lenguaje artístico va más allá de temas obvios de una realidad que en su devenir los supera.

Quisiera poder darte una respuesta más inteligente pero no la tengo. Quisiera pensar que este paréntesis nos va a permitir el privilegio de un público ansioso por llenar los espacios de representaciones, y que viniesen cargados de preguntas e inquietudes. Quisiera pensar que es un buen momento para desactivar tanta chatarra y poner en alto lo que en realidad tiene valor artístico. Quisiera soñar que es un buen momento para un diálogo más abierto del movimiento artístico cubano. Pero son sueños, y ya se sabe: los sueños…

“Recuerdo, de manera especial, la que hicimos para el personal médico del Hospital Militar de Santa Clara, el centro receptor de los enfermos de la Covid-19. Trabajar delante de ellos fue duro, se sentía en el aire una energía que no puedo traducir en palabras. Todos sentimos lo mismo, la piel de gallina, el silencio, el asombro de ellos y el impacto nuestro”.
 

“Hemos trastornado demasiado las referencias y eso se paga caro. Pero no pierdo las esperanzas de que al menos una parte de nuestro público va a buscar lo que desea ver y que ese público nos va a exigir el rigor y la belleza al que lo hemos acostumbrado. En mis últimos años como actriz y directora me obsesiona la responsabilidad de llevar a mis espectadores las imágenes perturbadoras de su tiempo —que es el mío, pero con belleza y profundidad— y de encontrar el lenguaje para que se reconozcan en esas imágenes. Es el ser o no ser del arte. Ya veremos”.

¿Qué es CoronaVida? ¿Por qué te enrolaste en esa gesta?

“CoronaVida es un proyecto hermoso que nació en tiempos de pandemia aquí en Villa Clara. Su autor intelectual es Eliot Porta, músico de profesión, que dejó su instrumento hace algunos años para dedicarse a la promoción cultural y a la curaduría de proyectos culturales muy peculiares. CoronaVida es uno de esos proyectos.

“El nombre se debe a los dos motivos por los que se hace. Se están cumpliendo los ciento cuarenta años del nacimiento de Manuel Corona, ese trovador inmenso oriundo de Caibarién que abrió en muchos sentidos un camino para la música tradicional cubana. `Longina´, `Mercedes´ y `Aurora´ bastarían para ubicarlo en una tradición de la que es sin dudas fundador; pero su obra va más allá de esos temas tan populares, todos con nombre de mujer y eso me encanta. Por eso Corona. Y Vida porque es un proyecto que rinde tributo al personal de la salud que en este tiempo se ha entregado en cuerpo y alma a protegernos, a batallar incansable contra la pandemia. No podemos estimar el esfuerzo, la dedicación, el dolor y las dificultades que siguen enfrentando esos hombres y mujeres, en Cuba y fuera de Cuba, en un acto de generosidad que ningún discurso oscuro ha podido manchar. Entonces hemos querido rendirles tributo con lo que mejor sabemos hacer. Es un modo de decirles cara a cara: `Gracias por lo que hacen´. Por eso me pone furiosa la irresponsabilidad que echa por tierra tanto esfuerzo, y no entiendo por qué no se puede ser más recio con los que incumplen las medidas de protección poniendo en riesgo el trabajo y la vida de tantos.

“Ustedes han dado lo mejor de sí para salvar nuestras vidas, y nosotros vamos a dar lo mejor para curar el alma”.
 

“El Partido, el Gobierno y la Dirección de Cultura en Villa Clara apoyaron con mucho amor y orgullo a CoronaVida. Se trataba de diseñar catorce elencos a los que llamamos módulos para estar en consonancia irónica con nuestro tiempo. Llegaríamos a todos los municipios de Villa Clara para presentar un concierto único en el que se unen poetas, músicos, cantantes, actores y bailarines, coros y grupos de pequeño formato de diversos géneros. Y sería siempre para el personal de la salud que ha estado trabajando contra la pandemia. Ese es nuestro público en cada lugar al que vamos. Y ahí entro yo. Eliot me convocó desde el momento en el que tuvo la idea y me sentí entusiasmada de poder diseñar un proyecto que reconcilia el arte y la vida, que rinde tributo a los que cada día batallan en la primera línea contra el virus y que recuerda a un artista de verdad.

“Mi labor ha sido diseñar cada uno de esos módulos en una función de curaduría difícil porque quisimos llevar arte de excelencia. No me gustan esos términos, pero es para entendernos bien. Alguien me dijo que ese público quizás no estaba preparado para cosas así. Yo nada más sonreí. Y no hice concesiones casi nunca en ese sentido. Cada módulo ha sido diseñado pensando en los territorios, en la armonía del conjunto, en la diversidad que los une para que, sin locutores ni explicaciones en tipo de discursos, se pueda disfrutar de principio a fin. He realizado también cada uno de los guiones de CoronaVida, en una tensión extrema que busca la belleza y la emoción, siempre pensando en ese público y no en nosotros. ¿Cómo no iba a enrolarme en algo tan hermoso y pletórico de sentido?

En medio de un rebrote del virus en la provincia de Villa Clara, con algunos de sus padres aislados y con mucho por agradecer aún al personal de la salud cubana, CoronaVida continúa con fuerzas, deseando que “(…) no sea necesario salvar más vidas para curar las almas”.
 

“Ha sido una experiencia inolvidable. Me ha sobrecogido la humildad y la transparencia humana de la mayoría de los gobernadores, intendentes y directores de salud de los municipios, ese contacto directo nos hace ser más precisos a la hora de valorar el trabajo de los demás. Han sido funciones extraordinarias, llenas de emotividad y energías muy fuertes. Recuerdo, de manera especial, la que hicimos para el personal médico del Hospital Militar de Santa Clara, el centro receptor de los enfermos de la Covid-19. Trabajar delante de ellos fue duro, se sentía en el aire una energía que no puedo traducir en palabras. Todos sentimos lo mismo, la piel de gallina, el silencio, el asombro de ellos y el impacto nuestro. Allí estaba sucediendo el milagro del diálogo oculto. Al final me sentí obligada a decirles en palabras lo que ellos significaban para nosotros, y ahí se hizo catarsis y las emociones rompieron el dique de la presa. Fue estremecedor. Y así ha sido en cada municipio en el que nos hemos presentado: Caibarién, Remedios, Manicaragua, Placetas, Ranchuelo, Encrucijada, Santo Domingo, y Camajuaní.

“Ahora estamos ante un rebrote. Camajuaní está en cuarentena. Eliot no puede estar con nosotros. Es una ausencia sensible y dura para él que tanto soñó este proyecto. Se lo debemos a la indisciplina y a la estupidez de algunos. No sabemos cómo vamos a seguir. Ojalá que este regreso a la pandemia no signifique otra vez el aislamiento y la suspensión de la vida.

En el hermoso cartel que diseñó Marbelys Rodríguez, escritora también, se puede leer: `…con notas de mi lira, con fibras de mi alma…´. En cada función se hacen temas de Corona, obviamente. Y cada noche Eliot al presentar el proyecto (ahora yo asumo esa parte) decía esta frase que tuvo que aprenderse como un actor: `Ustedes han dado lo mejor de sí para salvar nuestras vidas, y nosotros vamos a dar lo mejor para curar el alma´.

“Ojalá no sea necesario salvar más vidas para curar las almas”.